viernes, 17 de diciembre de 2010

Malos entendidos

Hace un par de días, fui al mercado de San Juan.
En caso de que ustedes no sepan (y la verdad, no tendrían por qué hacerlo si viven fuera del DF), el mercado de San Juan es una chulada.

Es de los pocos lugares de la ciudad donde puedes encontrar comida realmente rara.
Carne de cocodrilo, de búfalo, frutas que casi nunca se ven, pavos mutantes de como 25 kilos, toda clase de dulces, etcétera.

El motivo de mi repentina visita, fue que en vista de que ya va a ser Navidad, yo le pedí a Santa Claus una deliciosa tabla de quesos como regalo.
Being the lazy fat fuck that he is, Santa no me iba a traer nada.
Lo aprendí después de años y años de pedirle un pony y recibir sólo decepciones.

Fue por eso que decidí que la responsabilidad de la obtención de la deliciosa tabla de quesos recaería únicamente en mis sensuales hombros.

Después de preguntar un poco, me dijeron que si realmente quería quesos buenos, el mercado de San Juan era básicamente la única opción.
So, I went.

Fuck, pero cuántos quesos hay en el mundo, carajo.
Después de quedarme un buen rato platicando con el señor que atendía el negocio vendequesos, y de enterarme de su vida, de su historia, y de su tienda; empezó a aconsejarme qué quesos comprar.
Y me acabo de dar cuenta de que mi última frase sonó igual que un pésimo anuncio que existe allá afuera.

La ventaja de ser amable con la gente que vende quesos estúpidamente caros, es que si logras hacerte su amigo, te van a dar a probar de todos los quesos que quieras.
Oh, muestras gratis de quesos de 1500 pesos el kilo, las amo.

En fin, para no hacer el cuento largo ni seguir repitiendo la palabra "queso" más veces; el caso es que salí del mercado de San Juan con 6 de los mejores quesos que el dinero puede comprar.
También salí sin nada de dinero con cual comprar los mejores quesos, por cierto.

Caminé un par de cuadras, hasta el lugar donde tenía que tomar el camión que me dejaría cerca de mi casa.

Mientras esperaba el pesero, me di cuenta de que junto a mí había una pequeña tienda de libros usados.
Con un poco de tiempo qué matar, entré.

Frente a mí, se encontraban muchos de los libros más piteros que haya tenido la desgracia de ver.
Títulos como "Las maravillas de la orinoterapia", "La magia de la cebolla", "Cómo tirar la baraja española" y otros muchos, desfilaban delante de mis desgarradores ojos verdes.

Paseando mi mirada de libro en libro, uno llamó mi atención:
"Cómo hacer feliz a un hombre en la cama"

Levanté mi ceja en forma inquisitiva, y pensé: "Caray, qué estupidez, como si fuera tan difícil hacernos felices en la cama..."

Me acerqué al libro, mientras mi mente seguía debrayando: "Sólo hay que hacer que terminemos y estaremos terriblemente felices"

Tomé el libro y miré la contraportada, pero seguía pensando: "Y no es como si un handjob fuera tan difícil, después de todo. Arriba y abajo, como agitando un Boing, that's it"

Mis ojos pasaban por el texto de la contraportada, aunque no le estaba poniendo atención, porque mi mente seguía en su propio mundo.
"Las mujeres son las complicadas: cada una tiene como que su propio método. No podrían publicar un libro porque sería todo inútil..."

En ese momento, levanté la vista.
Mi primo estaba viéndome con cara de asco.
Él había ido al mercado de San Juan a comprar unas cosas, y curiosamente, coincidimos.

Fue entonces cuando noté que yo seguía teniendo el libro de "Cómo hacer feliz a un hombre en la cama" en mis manos.
Oh shit.

Aventé el libro bruscamente, pero mi primo me seguía viendo.
Sabiendo que tenía que decir algo antes de que una conversación terriblemente incómoda comenzara; abrí mi boca y dije lo primero que se me ocurrió:
"Cómo amo a las mujeres. Las amo a todas y definitivamente no soy gay"

Mi primo me miró con sospecha, como si no me creyera.
Parpadée un par de veces, y salí rápido de la tienda, por la puerta convenientemente colocada justo delante de mí.

Di un par de pasos hacia los puestos de piratería que había afuera de la librería y me metí al primero que encontré, tratando de escapar con dignidad, haciendo como que estaba muy interesado en lo que fuera que vendieran.

Nunca sabré cuáles eran las posibilidades de que ese puesto haya sido uno de películas pornográficas gay, pero algo me queda muy claro:
El destino es un enorme hijo de puta.