domingo, 20 de febrero de 2011

Al sonido de las olas

La marea subió aquella noche y nadie pudo explicarse por qué.

La gente caminaba rápidamente por el malecón, ocupándose de sus asuntos, sin tomarse el tiempo para voltear hacia arriba y darse cuenta de que la Luna estaba más redonda y más cerca que nunca.

Llevaba catorce días de haber aparecido en este mundo, y sabía que sólo le quedaban catorce más. Catorce días sin haber podido hablar con su amado. Catorce días de sentir que moría lentamente.
Desde su primer día en este mundo, Luna supo que había nacido para amar; para entregarse a ese maravilloso sentimiento que llenaba de vida todo lo que tocaba, para juntar su alma con la de otro ser.
Y también, desde que nació, Luna supo exactamente quién era ese otro ser.

Cuando abrió los ojos por primera vez, Luna vio un resplandor naranja que la llenó de calor, pero tan repentinamente como había aparecido, esa luz también se había esfumado, llevándose con ella la esperanza y el color.
Luna pasó su primera noche llorando, porque a pesar de que era nueva en este mundo, sintió que había perdido lo que más le importaba. Sin embargo, justo cuando estaba quedándose dormida, pudo ver ese mismo resplandor naranja, volviéndose más y más fuerte a cada minuto.
Luna se quedó dormida al calor de aquella luz magistral.

Noche tras noche, Luna despertaba justo a tiempo para ver aquél destello apagarse, y se quedaba dormida cuando empezaba a sentir su calor.
Con los días y la experiencia, Luna supo que amaba a quien fuera que produjera ese resplandor tan hermoso; pero por más que trataba de quedarse despierta para conocer a ese ser tan maravilloso; los azules ojos de Luna se cerraban antes de que pudiera verlo aunque fuera un segundo; el mágico segundo que requiere el amor verdadero para nacer de una vez y para siempre.

Y así habían pasado catorce días, y Luna sabía que pronto moriría y tendría darle paso a una nueva Luna a que probara la belleza de este mundo, a que inspirara sonatas bellísimas, a que llenara de nostalgia los corazones de los hombres, y a permitir que nuevas vidas brotaran bajo las noches, alumbradas por ella; siempre por ella.

Luna estaba desapareciendo poco a poco, volviéndose más etérea con cada noche que pasaba, y aunque estaba segura de que ya conocía lo que era el amor; aún no había podido ponerle un rostro que lo identificara y en el cual pensar cada vez que cerrara sus ojos, acariciada por aquella luz naranja que tanta calma le daba.

Intentando desesperadamente llamar la atención de su amado, Luna empezó a dejarle mensajes: cada noche se acercaba un poco más a la tierra, con la esperanza de que cuando ella durmiera, aquél ser luminoso notara que la marea había cambiado, y entonces él la buscara a ella; sintiendo en esa marea la fuerza y la desesperación del amor.
Pero ya era muy tarde, Luna ya era demasiado débil para poder mover el océano, sus días de vida estaban terminando.

El día veintisiete, Luna supo que todo era inútil. Concentrando toda la amargura que había recolectado durante su vida, lloró amargamente.


La gente que paseaba por el malecón aún cuenta la historia de aquella noche lluviosa, donde todos se sintieron tristes, y nadie supo por qué.
Todos dicen que cuando vieron la Luna desaparecer detrás de las nubes, se soltaron a llorar; sintiendo que la oscuridad que los invadía era demasiado grande.
Esa oscuridad no se fue cuando amaneció; porque aquél día la luz naranja que aparecía al comienzo de la jornada, no era tan cálida ni tan brillante como antes…

miércoles, 16 de febrero de 2011

Intento de homicidio

A veces creo que mi familia trata de matarme.
Yo sé que suena a broma o a exageración, pero no, estoy hablando en serio.

Tomemos, por ejemplo, a mi hermana.
Hermosa, linda e inocente, ¿cierto?
Falso.

Un día cualquiera (de hace muchos muchos años), mi querida hermanita fue a una fiesta en una casa con un patio enorme, donde había un tombling puesto para que los niños se pusieran a brincar y dejaran en paz a sus madres.
Siendo el hermano pequeño que no tiene mucha opción en el asunto, yo también fui arrastrado a esa fiesta, sólo que mi mamá no me dejó brincar en el tombling porque sabe lo tremendamente torpe que soy, así que decidió que como soy un peligro para mí mismo, mejor me quedaba junto a ella en lo que se ponía a platicar con otras señoras.

Ver a mi hermana brincar en el tombling se veía tremendamente divertido, pero no dije nada.
Oh no, fue ella la que fue a convencer a mi mamá de que yo también quería brincar.

Qué linda, defendía a su hermanito, ¿no?
No.

Mi hermana también sabía lo torpe que soy, y sabía que el enorme y desproporcionado tamaño de mi hermosa cabeza, haría que eventualmente la física se encargara de hacerme caer del tombling y por consiguiente me partiera la madre.
Mi hermana trataba de matarme.

Afortunadamente, fracasó. Sólo salí de ahí con un hombro mucho muy jodido.
Sin embargo, los intentos de asesinato de mi hermana no terminarían ahí.

Años después (hace no tanto, por cierto), mi hermana decidió adoptar un gatito que se encontró abandonado en la calle.
Todo estaba bien, hasta que descubrimos que yo era alérgico a ese gato. No soy alérgico a los gatos en general, pero por alguna razón resulté alérgico a ESE gato.

¿Acaso éso hizo que mi hermana se diera cuenta de que la nueva mascota no podría vivir en la casa, porque provocaría mi muerte?
Hell no.
A nadie le importó un carajo que yo no pudiera respirar -en mi propia casa-, el gato se quedó varios meses.
Mi hogar se convirtió en una cámara de asfixia permanente. Sobretodo cuando el maldito gato se subía a mi cama.

De alguna forma, logré sobrevivir lo suficiente y el gato encontró un mejor hogar. Un hogar donde la gente puede respirar sin sentir que su nariz está en fuego.

Seguro ustedes están pensando: "Pero bueno, guapo y sensual Ninja, sólo mencionas un par de incidentes con tu hermana; éso no significa que tu familia trate de matarte. Eres demasiado guapo como para que alguien tratara de matarte..."
Ok, gracias por el cumplido, pero si lo de mi hermana no les basta para convencerse, entonces pasemos a los ejemplos que involucran a mi padre, el italiano.

Mi padre también trata de matarme.

Por ejemplo, un día azaroso, el señor italiano decidió que sería buena idea mover un sillón de un cuarto de la casa a otro. Evidentemente, el sillón pesaba mucho para cargarlo él solo, así que me llamó.

Resulta que el sillón no cabía por el pasillo que llevaba al cuarto destino, así que el italiano pensó que podríamos meterlo por la ventana. La ventana de un segundo piso.
Mi padre se colocó dentro del cuarto, porque su parte del trabajo era jalar el sillón con un mecate pitero.
¿Saben quién era el que tenía que cargar la mayor parte del peso y empujar el sillón hacia arriba?
That's right, good ol' me.

Después de varios minutos de empujar el sillón con todas mis fuerzas (porque si no, caería sobre mi cabeza, asesinándome), mi padre decidió que tomáramos un descanso, porque el mecate le estaba lastimando ligeramente su mano.
Mientras tanto, yo me quedé cargando todo el peso del sillón sobre mi cabeza, con nada más que mi instinto de supervivencia para no dejarlo caer.
Afortunadamente un primo llegó y me ayudó, así que el plan de mi padre fracasó.

El siguiente intento homicida de mi padre, consistió en hacer explotar el horno de la cocina cuando yo estaba a pocos metros de ahí.
Los detalles son confusos, porque lo único que recuerdo es la enorme explosión que hizo vibrar los cimientos de mi casa, pero pude haber muerto.
En defensa de mi padre y sus pésimos planes para matarme, esa vez el que salió más jodido fue él.
Pagó su ofensa con cabello quemado y una ceja perdida.

Sin embargo, a pesar de que mi padre y mi hermana han tenido sus ocasionales intentos de asesinato, la persona que más ha tratado de matarme siempre ha sido mi madre.
Debajo de su apariencia de hippie inocente, se esconde una... ¡mujer asesina! (ba dum psh)

Mi madre no tiene planes tan descarados como un sillón en la cabeza, o un gato venenoso; no no no, sus formas de tratar de sacarme de este mundo son más sutiles y delicadas.

Por ejemplo, cuando era niño, me llevó a una posada donde me hizo pasar a pegarle a la piñata una vez que ya estaba a punto de romperse. Evidentemente, la terminé de desmadrar.
TODA la fruta de la piñata me cayó encima (sin mencionar a la bola de niños que se aventaron encima de mí para apañarse el botín).
Como todavía era muy pequeño para poder gritar "¡Ay, naranjas en la cabeza!" y saber su significado, lo único que hice fue llorar desconsoladamente, mientras mi cabeza sangraba.

Tal vez fue ahí cuando mi madre descubrió que su intento había sido muy descarado, y que yo podría darme cuenta de sus intenciones, así que a partir de entonces se dedicó a ser más pasiva-agresiva.

Hace un par de meses, por ejemplo, mi madre observó con tranquilidad cómo me acercaba al refri, sacaba el cartón de leche contenido dentro, me servía en un vaso, sacaba un paquete de galletas de la alacena, me sentaba tranquilamente en mi silla, me preparaba a comer, y por fin le daba un trago al vaso de leche para después escupirla inmediatamente.

"Ah, sí, la leche está cortada desde hace una semana", dijo.
Well, thank you very much...

Ejemplo B:
Todo el que conoce mi casa, sabe que las escaleras que conectan mi cuarto con la parte principal del hogar son TREMENDAMENTE empinadas. De hecho, todas las personas que han entrado a mi cuarto siempre me han dicho "¿no te dan miedo tus escaleras?" o "¿qué pasa si llegas pedo?, ¿no te rompes la madre?"
True, mis escaleras son un peligro potencial, pero yo ya logré acostumbrarme a ellas. Ya que le agarras el modo, no es TAN difícil.

Bueno, mi madre se dedica a poner cosas en los escalones, como si fueran repisas.
El problema es que nunca me avisa que va a poner cosas ahí, y mis escaleras son tan empinadas que no se puede ver nada.
Además, tiene la costumbre de cambiar las cosas de lugar y de escalón, para confundirme más.

Incontables veces le he dicho que no ponga cosas en la escalera, porque me puedo tropezar y partir la madre.
Su respuesta siempre ha sido una de esas respuestas que sólo las madres te pueden dar:
"Pues mijito, mejor fíjate por donde caminas"

Fuck.

Recuerdo una vez en particular.
Era muy temprano, y yo estaba medio dormido.
Mientras bajaba las escaleras, de repente sentí que algo se me atoraba en los pies; hizo mucho ruido, y después salió volando.
Yo me asusté y perdí el equilibrio. Salí volando como 5 escalones y fui a aterrizar en el piso de mi sala.

Mi madre se acercó tranquilamente, y me dijo "¿por qué está mojada la alfombra?", después me vio tirado en el piso, y gritó "¡mira lo que hiciste!, ¡tiraste mi vaso de agua!, ¡ahora voy a tener que secar todo!"
Salió de ahí toda enojada, dejándome tirado y adolorido.


¿A qué se debe todo este post?
A que el día de ayer, mi madre volvió a hacer una de las suyas.

Eran alrededor de las 4 30 de la mañana, y yo seguía en la computadora, terminando unos trabajos que tengo que hacer.
Una vez que acabé, decidí que tenía mucha sed, así que quise bajar a la cocina.

Salí de mi cuarto, tratando de hacer el menor ruido posible (porque los pasillos tienen piso de madera extremadamente ruidosa) para no despertar a nadie.
En total oscuridad, caminé hacia las escaleras.
Meh, estoy tan acostumbrado a mi casa, que ya puedo caminar con todas las luces apagadas. Me sé la geografía de memoria.

Cuando iba a bajar el escalón que da a la pequeña salita del piso de arriba, me tropecé con algo sumamente duro. Cuestioné seriamente mi decisión de haber salido descalzo de mi cuarto.
Mi pie me dolió como pocas veces en la vida, pero de todos modos traté de recuperar el equilibrio y recargué el pie justo en la orilla picuda del escalón.

Fue una de esas veces en las que logras joderte los dedos y el talón al mismo tiempo.

Aún tratando de no hacer ruido, grité en silencio, con todo el dolor del mundo pasando por mi lastimado pie.
Me volví a tropezar con el duro objeto, que se había movido con el impacto.

"¡¿Qué pasa?!", dijo mi mamá desde su cuarto. Lamentablemente, la había despertado con tanto golpe.

"Nada... me pegué con... algo...", dije con voz sorda y adolorida, sentándome en el mueble más cercano.

"Ah sí, puse un taburete en el pasillo. Cuidado.", me contestó mi madre.
Yo no pude decir nada, porque estaba demasiado ocupado apretando los ojos y agarrándome mi destrozado pie.

"Creo que sería buena idea quitarlo de ahí", agregó.
"¿Tú crees?", le dije.

"Sí... sí creo. Buenas noches."
Volvió a dormir.

A veces creo que mi familia trata de matarme...

lunes, 14 de febrero de 2011

Fracaso total

Hace no mucho tiempo, yo todavía estaba en la universidad.
Siendo sinceros, mi universidad fue lo mejor de lo mejor.

Mis clases eran -relativamente- entretenidas, el ambiente estaba de huevos, nadie te juzgaba por nada, los maestros llegaban en monociclo a la escuela, te enseñaban a hacer una pipa con una manzana, regalaban Red Bull como cada tercer día; y básicamente, era lo máximo poder ir a un lugar donde estaban tus amigos, y saber que podías echar desmadre sin muchas consecuencias.

Creo que sobra decirlo, pero la parte académica de mi escuela no era especialmente importante para mí.
Desde prepa, yo evolucioné más allá de las calificaciones.
Para desgracia de mis padres, las calificaciones no evolucionaron más allá de mí, así que mis boletas siempre sufrieron por culpa de mis vanguardistas creencias.

Sea como sea, creo que mi universidad no era particularmente estricta, porque a pesar de que pasé la mayor parte de mi carrera dedicándome a encontrar formas de entretenerme; de alguna forma siempre mantuve un promedio bastante decente.

Eventualmente, después de varios años de pasar todas mis materias sin mucho esfuerzo (because let's face it, I'm a fuckin' genius), llegué a mi último semestre de la carrera.

Shit happened.

Todo comenzó el primer día de clases, cuando tuvimos nuestra primera clase de... uh... ¿medios exteriores?
Creo que era medios exteriores, pero no recuerdo.
Debe de haber sido algo como medios exteriores.

El caso es que el maestro era la persona más patética que mis ojos hayan tenido la desgracia de ver (después de Paco, claro).
Era gordo, teto, se quería hacer el chistoso todo el tiempo, no inspiraba respeto en lo más mínimo, y hablaba como retrasado mental.

Sin embargo, como era el primer día de clases, decidí poner atención; porque todo el mundo pone atención el primer día de clases.
Una vez pasados 5 minutos, me di cuenta de que iba a ser una clase extremadamente barco, así que llegué a la conclusión de que poner atención no iba a ser necesario.

Afortunadamente, una amiga acababa de cumplir años, así que alguien le había regalado uno de esos juguetes piteros de 3 pesos.
Me puse a jugar con él (con el juguete, no con la persona que lo había regalado)

Por cierto, el gordo ridículo de atrás es mi profesor.

Poco tiempo pasaría antes de llegar a la epifanía de que sin importar lo poco que me esforzara en esa clase, no la iba a reprobar.
El gordo era el tipo de personas que creen que la mejor forma de "volverse amigo" de sus estudiantes, era siendo barco.
Fuck, no entiendo por qué los profesores creen que tienen que ser nuestros amigos.

En ese momento supe que tenía que hacer algo drástico para no aburrirme tremendamente en esa materia.
Decidí dedicar todo mi esfuerzo a probar mi teoría de que el profesor jamás nos reprobaría, sin importar lo que hiciéramos.
Decidí que iba a hacer todo lo que estuviera en mi poder para reprobar esa clase.

Mi primera acción, fue dejar de entrar al salón.
Sinceramente, resultó un poco aburrido, porque como mis amigos sí estaban dentro del aula, yo tenía que encontrar formas de pasar el tiempo, como por ejemplo, hacer torres con latas de Red Bull gratis.

Ejemplo A: Torre hecha con latas de Red Bulls gratis.

Después de un par de clases a las que no entré, me aburrí mucho.
Regresé al salón.

Con un ligero fracaso en mi haber, decidí que probablemente era mejor idea sabotear mis propios trabajos.

Un día cualquiera, el gordo patético nos entregó unas hojas en blanco, y nos pidió que dibujáramos nuestra idea para un stand promocional de... ¿Duracell?
Creo que era Duracell, pero no recuerdo.
Seguro era algo como Duracell.

Mi stand promocional fue el mejor de todos.

El mejor stand promocial de Duracell (¿?) que existe.

Cuando lo entregué, el profesor se rió, me hizo un cumplido por mi excelente sentido del humor, y me dijo que había hecho un buen trabajo.
Yo estaba tremendamente enojado por haber fracasado de nuevo.

Mi siguiente intento fue sabotear mi examen mensual.
Era lógico, ¿no?
Digo, un examen cuenta mucho más que un trabajo cualquiera...

Cuando llegó el momento de llevar a cabo mi plan, descubrí que la única pregunta del examen era algo como "Dibuja lo que consideras la mejor opción para un stand promocional de la marca de colchones Sealy, vendidos en las tiendas Viana"
Agh... mi estúpido y gordo maestro, con su enferma obsesión por hacernos dibujar.

Mi respuesta fue corta y simple.

Una respuesta corta, simple y fina.

Confiado en que mi profesor se daría cuenta de que me estaba burlando de él al entregarle un dibujo de dos personas vestida de pene; supe que por fin iba a poder reprobar la estúpida materia.

No.

Me puso 9, y me dijo que podría haberlo hecho un poco mejor si me hubiera esforzado más.
Tenía razón... pude haberle puesto pelo púbico. Soy un maldito huevón.

Para estas alturas, yo me estaba sintiendo realmente frustrado de no poder reprobar la maldita materia sin importar cuánto me esforzara.
La única esperanza que me quedaba era el examen final.

Esperé y esperé a que el momento llegara. Y llegó.

El gordo nos asignó un producto a cada quien. El mío era Pepsi yoghurt.
Iugh.

Teníamos que contestar unas cuantas preguntas sobre el producto, y en la parte de atrás del examen teníamos que dibujar nuestra estrategia para un stand publicitario.

Yo estaba totalmente feliz porque me había tocado el producto más pitero de todos, así que podría dibujar algo reflejando la enorme piterez del producto.
And I did.

El mejor examen final que he hecho en mi vida.

Pido una disculpa por los puntos rojos. Son las palomitas que el gordo le puso a mi examen.

Cuando me devolvió mi dibujo, me di cuenta de que el profesor pendejo había puesto en un recuadro la palabra "desagradable".
¡Woohoo!, ¡éxito!

Fue entonces cuando me dio mi calificación final.
Diez.

El. Hijo. De. Puta. Me. Puso. Diez.

Me dijo que no esperaba menos de mi sentido del humor, y que era una persona muy creativa.

Mi promedio final fue diez.

Hasta el día de hoy, considero eso como el fracaso académico más grande de mi vida.
No pude ni siquiera reprobar una pinche materia pitera.

¿Saben qué es lo peor?
Fui derrotado por un tipo que es idéntico a Earl Sinclair...

Damn motherfuckin' motherfucker

viernes, 11 de febrero de 2011

Otro de esos

Sí, éste es otro de esos típicos posts que los perdedores ponen cuando llevan un enorme tiempo sin publicar nada de a de veras.
Lo sé; apesto.

Estas últimas semanas he estado terriblemente ocupado con cosas de mi vida personal y laboral, y no he tenido tiempo de escribir nada.
Si tuviera tiempo libre, lo usaría para descansar....

El caso es que ahora tengo que recurrir a pararme frente a ustedes (virtualmente, claro), poner mi cara de tremendo perdedor, y pedirles perdón por tener abandonado el überlog.

Heme aquí. Miren mi cara de tremendo perdedor.
¿Me perdonan?

Las buenas noticias son que a partir de la próxima semana, todo parece pintar un poco más calmado y tranquilo; y ya hasta pensé en un buen post para estrenar mi newfound calma.

Los quiero, a todos.
Excepto a los gordos.

jueves, 3 de febrero de 2011

Un viejo marco

"Te ves muy hermosa, ¿sabes?; te ves realmente hermosa parada ahí junto a esa puerta"
La profunda voz le llegó hasta los oídos, y no necesitó voltear para reconocerlo.

Ella quería salir; caminar por la calle sin rumbo alguno, riéndose de todo y de nada, sonriendo ante la maravillosa vida que tenía.
Todos sus deseos se habían hecho realidad: lo tenía a él.
Ella quería salir, pero no podía porque estaba lloviendo.

"En serio te ves hermosa. Es como si tu cara fuera la primera que hubiera visto en mi vida... la primera que realmente me hubiera detenido a ver."
Amaba su voz. Era dulce y tierna a pesar de lo grave que sonaba cuando rebotaba en las paredes y hacía vibrar los delicados vidrios de las ventanas de la casa; la casa que por fin, después de muchos deseos, habían podido comprar entre los dos.

"Contigo se me olvida todo... se me olvida dónde estoy y dónde he estado; pero nunca se me olvida dónde quiero estar. Quiero estar contigo, siempre contigo."
Los vidrios volvieron a vibrar.

Parada junto a la puerta, escuchaba cada palabra que él le decía.
Parpadeó un par de veces, y después miró por la ventana: la lluvia caía fuertemente.
Era como si el cielo estuviese llorando penas muy antiguas, olvidadas por los humanos que no comparten su secreto.

"¿Recuerdas cuando nos conocimos? Era un día lluvioso, como éste. La lluvia había comenzado a caer de repente, sin avisarle a nadie. Yo corrí para tratar de protegerme, y cuando me metí debajo del pequeño techo de lámina de un puesto de periódicos, te vi. Estabas empapada, pero te veías muy feliz. En ese momento supe que te iba a amar para siempre... ¿recuerdas lo que te dije, hermosa?"

Ella no contestó; a pesar de que jamás olvidaría sus palabras, no dijo nada. Quería que él se las volviera a decir.

"Me da gusto no haber muerto antes de conocerte"

Sonrió mientras pasaba su mano por el frío vidrio que daba a la calle.
Sonrió mientras miraba con nostalgia como su mano había dejado de ser jóven y bella.
Sonrió mientras en el reflejo de la ventana, una arrugada anciana le devolvía una triste sonrisa.

"Hoy es el primer día de mi vida, porque te conocí a ti..."
La profunda voz le llegó hasta los oídos, y esta vez volteó para verlo:
Un viejo portarretratos colocado arriba de la chimenea.

Caminó lentamente por la vieja y descuidada casa que los años se habían encargado de marchitar.
Cuando llegó a la chimenea, tomó el viejo marco plateado y miró la foto con todo el cariño que sus cansados ojos podían reflejar.

"Me da gusto no haber muerto antes de conocerte...", dijo con una voz agotada mientras acariciaba el rostro de papel con sus frágiles dedos.

martes, 1 de febrero de 2011

Confesión sincera

Cada año, en cuanto termina el Super Bowl, maldigo mi suerte e insulto a Dios por permitir que la temporada de futbol americano dure solamente 4 meses, obligándonos a vivir 8 meses de cada año con la sequía de buenos deportes.

Lo único que nos queda en esos meses son partidos PITERÍSIMOS de soccer, donde Santos Laguna enfrenta a los Cañeros de Tecatepec por el campeonato de semi-clausura de invierno.
Sabes que el campeonato vale madres porque hay como 8 diferentes cada año.

Cuando no tenemos que ver el importantísimo "clásico" entre los putos del América y los jotos del Guadalajara, tenemos que ver los aún más importantes partidos de la Selección Mexicana contra otros equipos de nivel mundial, como por ejemplo Guatemala o Bosnia.
Lo más triste es que todos saben que vamos a perder.

El caso es que cuando termina la temporada de la NFL, yo soy triste.

La única ventaja de todo esto, es que cuando empieza la nueva temporada (casi un puto pinche año después, mind you), celebro mi emoción lanzando vaticinios al aire.
En la primera semana de la temporada, siempre predigo quiénes van a llegar al Super Bowl, y quién lo va a ganar.

Normalmente mis predicciónes suelen ser bastante acertadas (como cuando dije que los Santos de Nueva Orleans iban a ganar su primer campeonato en cuarenta y tantos años, y lo lograron); pero este año me fue de la chingada.
Según yo, el Super Bowl iba a ser Cuervos - Aguilas.

Evidentemente ambos equipos llegaron a los playoffs, pero perdieron; haciéndome quedar en ridículo.

Así que, lectores imaginarios, para pagar una deuda que tenía ante cierta persona que me hizo jurar que si mis predicciones no se cumplían yo lo iba a admitir públicamente:
Soy un tremendo perdedor.

Como siempre he dicho:
Se deberá considerar apropiado desde un punto de vista moral o ético, en el caso del César, proporcionar a ese potentado todos aquellos objetos y materiales de cualquier tipo o carácter en que pueda comprobarse que su fuente original sea del dominio del citado.

Besos y abrazos para todos.