"Te ves muy hermosa, ¿sabes?; te ves realmente hermosa parada ahí junto a esa puerta"
La profunda voz le llegó hasta los oídos, y no necesitó voltear para reconocerlo.
Ella quería salir; caminar por la calle sin rumbo alguno, riéndose de todo y de nada, sonriendo ante la maravillosa vida que tenía.
Todos sus deseos se habían hecho realidad: lo tenía a él.
Ella quería salir, pero no podía porque estaba lloviendo.
"En serio te ves hermosa. Es como si tu cara fuera la primera que hubiera visto en mi vida... la primera que realmente me hubiera detenido a ver."
Amaba su voz. Era dulce y tierna a pesar de lo grave que sonaba cuando rebotaba en las paredes y hacía vibrar los delicados vidrios de las ventanas de la casa; la casa que por fin, después de muchos deseos, habían podido comprar entre los dos.
"Contigo se me olvida todo... se me olvida dónde estoy y dónde he estado; pero nunca se me olvida dónde quiero estar. Quiero estar contigo, siempre contigo."
Los vidrios volvieron a vibrar.
Parada junto a la puerta, escuchaba cada palabra que él le decía.
Parpadeó un par de veces, y después miró por la ventana: la lluvia caía fuertemente.
Era como si el cielo estuviese llorando penas muy antiguas, olvidadas por los humanos que no comparten su secreto.
"¿Recuerdas cuando nos conocimos? Era un día lluvioso, como éste. La lluvia había comenzado a caer de repente, sin avisarle a nadie. Yo corrí para tratar de protegerme, y cuando me metí debajo del pequeño techo de lámina de un puesto de periódicos, te vi. Estabas empapada, pero te veías muy feliz. En ese momento supe que te iba a amar para siempre... ¿recuerdas lo que te dije, hermosa?"
Ella no contestó; a pesar de que jamás olvidaría sus palabras, no dijo nada. Quería que él se las volviera a decir.
"Me da gusto no haber muerto antes de conocerte"
Sonrió mientras pasaba su mano por el frío vidrio que daba a la calle.
Sonrió mientras miraba con nostalgia como su mano había dejado de ser jóven y bella.
Sonrió mientras en el reflejo de la ventana, una arrugada anciana le devolvía una triste sonrisa.
"Hoy es el primer día de mi vida, porque te conocí a ti..."
La profunda voz le llegó hasta los oídos, y esta vez volteó para verlo:
Un viejo portarretratos colocado arriba de la chimenea.
Caminó lentamente por la vieja y descuidada casa que los años se habían encargado de marchitar.
Cuando llegó a la chimenea, tomó el viejo marco plateado y miró la foto con todo el cariño que sus cansados ojos podían reflejar.
"Me da gusto no haber muerto antes de conocerte...", dijo con una voz agotada mientras acariciaba el rostro de papel con sus frágiles dedos.