lunes, 29 de diciembre de 2008

Anécdotas Canadienses V

Queridos lectores imaginarios, ¡he vuelto!
Después de tomarme una semana de vacaciones bloggeras, el día de hoy regreso, para llevarles a ustedes el último capítulo de las anécdotas canadienses de un mexicano naco en Toronto.

No quería que el año acabara sin terminar mi serie de historias, y en realidad faltan muchas anécdotas, pero como no puedo estar escribiendo sobre el mismo tema por siempre, entonces decidí que hoy cerraba todo.

Así que, sit back, relax, and listen.

Después de cerca de un mes de habitar en nuestra pequeña casa suburbana, y de vivir todo tipo de aventuras pendejas, el fin de las vacaciones se acercaba para Tepoz y para mí.

Lo supimos porque un día, regresando de Southampton (otra vez), la prima nos dijo que teníamos que hacer nuestras maletas porque al otro día nos íbamos al aeropuerto temprano.

Después nos dijo que nos daría ride, pero que tenía trabajo, así que tendríamos que irnos sólos. No teníamos ni idea de lo complicado que resultaría esto, pero pronto lo averigüaríamos.

Así que, esa noche, mientras Tepoz hacía su maleta, yo salí a caminar por nuestro vecindario canadiense; para despedirme de todos los lugares que nos habían cobijado.

En el trayecto me encontré con una familia de mapaches: la señora mapache y 3 mapachitos, así que me puse a perseguirlos porque me pareció adorable. Después de cerca de 15 minutos de caminar detrás de ellos, me di cuenta de que ya estaba bastante lejos de la casa, así que emprendí el camino de regreso.

Sí, estaba perdido.

Caminé sin sentido un rato, hasta que me encontré con un policía amable que ofreció darme ride en su patrulla.
Así es, no me fui de Canadá sin haber viajado en la parte trasera de una patrulla; y me siento profundamente orgulloso de ello.

Cuando llegué a la casa, ya era bien tarde, así que asumí que Tepoz ya debería de haber acabado de empacar y estaría dormido. Big mistake.

Entré a nuestro cuarto, y descubrí que todo estaba hecho un desmadre.
Aparentemente la prima le había encargado que le llevara muchas cosas a su familia, así que le había dado un montón de trebejos para que metiera en su maleta; y Tepoz estaba tratando de que todo cupiera, evidentemente, sin mucho éxito.

Todo el piso estaba lleno de cosas, y también toda la cama, porque se me olvidó mencionarles que Tepoz y yo tuvimos que compartir la cama durante todo el viaje; pero era una cama matrimonial así que no hubo mucho problema; excepto las veces que me cuchareaba estando dormido.

Yo:
¿Qué pasó? ¿Algún problema empacando?
Tepoz:
¡Sí! ¡Mira la cantidad de chingaderas que me dieron! ¡No caben en mi puta maleta! ¡He hecho y deshecho la maleta 5 veces y nada más no caben!
Yo:
Ahh... va, ¿quieres que te ayude?
Tepoz:
No creo que puedas, son demasiadas cosas
Yo:
Ahh... ok. Porque digo, hay un montón de cosas encima de la cama, si quieres te ayudo...
Tepoz:
No, está bien, yo puedo sólo.
Yo:
Esa era mi forma amable de decirte que quites tu desmadre de mi lado de la cama, imbécil.

Evidentemente, a Tepoz no le hizo gracia, y me sugirió un lugar donde podía poner las cosas si no me parecía lo que estaba haciendo.
Amablemente rechacé su sugerencia.

Como me di cuenta de que no podía empacar hasta que Tepoz terminara (porque no había espacio para hacer nada), me conecté a internet.

Empecé a escribir un mail, para avisarle a mis contactos que al otro día regresaba, para despedirme de Canadá, y para hacer tiempo en lo que mi roomate terminaba su desmadre.

Me tardé cerca de una hora redactando el correo. Una hora de escuchar a Tepoz balbucear maldiciones en contra de su prima, mentándole la madre por haberle dado tantas cosas que meter en su maleta.

No sé si ustedes han tratado de concentrarse en algo mientras hay un ruido molesto que los distrae constantemente; pero eso me pasó.

Me empecé a estresar más y más, porque los balbuceos de Tepoz eran muy molestos; hasta que eventualmente no pude contenerme más.
Mientras mi amigo mandaba a la prima a chingar a su madre, por ochentava vez, yo me voltée enojado y le grité:
"¡Ya cállate! ¡Cállate, gordo de mierda!"

No sé si fue lo que dije, o el tono desesperado en el que lo dije, pero a Tepoz le dió un ataque de risa, y por fin se dió cuenta de que ya era muy tarde y estaba estorbando, así que embutió todas las cosas a la maleta, al tarugazo; y la cerró con mucho esfuerzo.
Por fin había acabado.

Yo empaqué mis cosas en menos de 10 minutos, y por fin dormimos; había que madrugar al otro día, porque podíamos perder el vuelo.

Nos despertamos temprano (creo que fue la única vez en todo el viaje que lo hicimos), y bajamos a desayunar, con la esperanza de que la prima se hubiera compadecido de nosotros y no hubiera ido a trabajar, para poder llevarnos al aeropuerto.
No hubo tal suerte.

Lo único que encontramos fue una nota diciéndonos que le hubiera gustado despedirse en persona, pero que no había podido. También nos decía que teníamos que tomar 2 camiones, transbordar 2 veces en el metro, y después tomar otro camión para llegar al aeropuerto.
Fucking great.

Le dejamos una nota agradeciendo todas las atenciones y la comida gratis, y emprendimos el camino de regreso a México.

Yo iba cargando una maleta de mano, completamente llena, y cuya agarradera se me enterraba en el cuello, lastimándome profundamente; y otra maleta de rueditas, pero una ruedita estaba rota, así que había que cargarla.
Por más pesadas que estuvieran, no me podía quejar:

Tepoz llevaba cargando dos maletas de mano, una en cada hombro, y lo hacían perder el equilibrio a cada paso; además llevaba una maleta de rueditas, de casi el doble de tamaño que la mía, y atascada de cosas, los cierres se estaban venciendo de tan llena que estaba.
Ah, y llevaba otras cosas en las manos, porque no le habían cabido.
No puedo describirles con palabras lo cagado que se veía mi amigo.

Después de 2 cuadras, Tepoz volvió a mentar madres, y decidió aventar todo lo que tenía en las manos. Tuvo la decencia de hacerlo en el bote de reciclaje de una casa cercana.

Después de otras 2 cuadras, por fin divisamos la parada de camión; pero también nos dimos cuenta de que justo en ese momento el camión se estaba yendo, así que corrimos detrás de él (perdiendo el equlibrio, por culpa de las maletas), gritando que nos esperara.
Gracias a Dios, se detuvo.
Yo subí primero, y me di cuenta del desmadre que es viajar con tanto equipaje. Pagué mi pasaje, y empecé a acomodar mis cosas en un asiento vacío.

Mientras estaba realizando esta laboriosa tarea, oigo un madrazote a mis espaldas, seguido por muchos improperios en español.
Antes de poder voltear para ver qué había pasado, veo que muchos de los pasajeros estaban tratando de disimular risas.

Cuando giro mi cabeza, me doy cuenta de que la maleta de Tepoz había vencido, y todas las cosas mal guardadas estaban en el piso del autobús.

Me río un poco, pero después voy a ayudar, mientras escucho a mi amigo volver a maldecir a su prima.
Pasamos la mayor parte del camino tratando de acomodar las cosas, y cuando nos dimos cuenta, ya era hora de bajarnos del camión.

Las siguientes dos horas transcurrieron en distintos tipos de transporte público, donde la gente nos veía raro porque estábamos cargando todas nuestras posesiones materiales a nuestras espaldas; pero por fin llegamos a la parada del último camión que habríamos de tomar.

La mala suerte hace que me siente detrás del europeo más apestoso que he tenido la mala suerte de conocer. Creo que en esos 20 minutos perdí el 80% de mi sensibilidad olfativa.

Llegamos al aeropuerto a tiempo.
Cuando vamos a registrar nuestro equipaje, nos damos cuenta de que hay una cola de como 100 personas de un lado, y un mostrador vacío del otro, así que, obviamente, nos vamos al mostrador vacío, pensando "¡qué inteligentes somos!, teníamos que ser mexicanos caray..."
Una señora vestida de aeromoza balbucea algo, y Tepoz le responde que sí.
Yo no la había escuchado, así que le pregunté a mi amigo que qué había dicho, él me contesta que no tiene ni la menor idea.
La cola de como 100 personas nos observa, porque una vez más, la maleta de mi amigo se estaba desbordando.

A los 5 minutos, la aeromoza vuelve a balbucear algo, y Tepoz, molesto, le vuelve a decir que sí, y los dos se empiezan a gritar; la aeromoza en un inglés muy malo, y Tepoz en un español igual de malo.

Ahora sí había escuchado lo que la señorita nos había dicho, así que discretamente le digo a Tepoz: "cállate tarado, estás haciendo el ridículo"; y le señalo un letrero cercano:

"Fila para clientes premier SOLAMENTE"

Avergonzados, tomamos nuestras cosas y nos formamos hasta el final de la cola de 100 personas.

Las siguientes horas pasan sin muchos acontecimientos; registramos el equipaje (Tepoz tiene que vaciar su maleta y volverla a acomodar, porque pasaba del límite de peso) y nos dirigimos a la sala de vuelos internacionales.

En el camino, nos encontramos a un señor idéntico al Peje, así que Tepoz y yo nos empezamos a burlar de él, protegidos por el hecho de que es extranjero y no nos entiende.
El Peje voltea a vernos un par de veces, porque estábamos haciendo mucho ruido, así que nos seguimos burlando de él, diciéndole todas las cosas que nos gustaría decirle al Peje en persona, pero no podemos por razones políticas.

Nos tomamos un café en la sala de espera, y platicamos con unas suecas, sabiendo que es la última vez que hablaremos con extranjeras en un buen rato.

Cuando ya se acerca nuestra hora de salida, nos dirigimos a nuestra puerta asignada.
Descubrimos, con mucha incomodidad, que el Peje también va en nuestro vuelo, y que había entendido cada palabra de lo que habíamos dicho.
El señor nos ve enojado, con toda la razón.

Subimos al vuelo, y nos damos cuenta de que tenemos asientos separados.
Pasé las siguientes 4 horas sentado junto a una gorda molesta, que me quería hacer plática todo el tiempo, a pesar de que yo me puse mis audífonos y le subía al volumen cada vez que ella me decía algo. Al final estaban tan fuertes que hasta el piloto podía escucharlos.
Eso no la detuvo, la desgraciada no me dejo dormir de todos modos.

Una nube de smog y mugre nos dió la bienvenida a nuestra querida ciudad de la esperanza.

Me encontré a Tepoz en la banda donde se recoge el equipaje, y le comenté lo molesta que fue mi compañera de vuelo.

"¿Te estás quejando? Yo me senté junto al Peje...", fue su respuesta.

Después de que unos mexicanos malhumorados nos interrogaran en aduana (e hicieran que Tepoz abriera su maleta, por quinceava vez en el día); nos despedimos.

Había sido el mejor viaje de nuestras vidas.

Mi familia me estaba esperando.
Mi mamaíta me preguntó que cómo me había ido, a lo cual orgullosamente contesté:

Poca madre, no lavé la ropa así que este el es quinto día que traigo estos calzones puestos.

Evidentemente, mi hermana se sentó muy lejos de mí en el viaje de regreso a casa.


Edit:
Después de leer mis historias, Tepoz me confrontó por messenger:

Asdfasd dice:
Hay muchas lagunas en tus historias canadienses
Dexter [ You can't spell random without tangerine swordfish ] dice:
No parezco recordarlas...
Asdfasd dice:
Como por ejemplo que el día de la borrachera de Southampton cuando regresamos a la casa terminamos tomando agua porque eramos unos inútiles
Dexter [ You can't spell random without tangerine swordfish ] dice:
Jajaja cierto cierto, eso lo había olvidado, pero no sabemos cocinar y estábamos ebrios, ¿qué esperabas?
Asdfasd dice:
Además, en el refri quedaba una deliciosa paleta de chocolate, la última, y te dije me la voy a comer para que no me de cruda, y tu me dijiste que mejor tomáramos agua
Asdfasd dice:
Y al día siguiente te vi comiéndote mi paleta
Asdfasd dice:
Hijo de puta

Y ese, lectores imaginarios, es mi amigo Tepoz, guardándome rencor durante más de un año, por una simple paleta de chocolate.

lunes, 22 de diciembre de 2008

La muerte de la caballerosidad

Como la mayoría de ustedes ya sabe, su seguro servidor es parte de un blog colectivo, y cada semana, hablamos sobre un tema nuevo.

Esta semana, el tema es: Secretos.

Lamentablemente, como la gente eligió ese morboso tópico, se descartaron otros muy buenos, incluyendo el que yo quería: La muerte de la caballerosidad.

Eso definitivamente no es bueno, porque si hubiéramos hablado de eso, yo ya tenía mi historia lista; y en cambio, ahora que hablamos de secretos, yo no tengo idea de qué voy a postear el jueves (porque deben saber que el jueves es el día que me fue asignado; lo llamamos Jueves Peruano).

Así que, para darles un descanso de las anécdotas canadienses, de las cuales, por cierto, creo que sólo queda una; el día de hoy voy a contarles la historia que hubiera puesto si hubiera tenido que postear acerca de la muerte de la caballerosidad.

¿Eso tuvo sentido?
Espero que sí.

En fin.

Como la mayoría de mis sensuales historias, ésta comienza un día cualquiera, en mi escuela.
Yo estaba sumamente aburrido, en clase de norecuerdoqué; pero sí recuerdo que estaba a punto de dormirme.

En ese estado en que uno no está dormido pero tampoco está despierto; recuerdo que entró el coordinador de mi carrera al salón, y nos dijo que la última clase del día iba a ser en el aula magna, porque iba a ser una conferencia de tampocorecuerdoqué.

El resto de mi día no tuvo nada de interesante, porque yo dormité la mayor parte de él.
Cuando terminó mi penúltima clase, yo agarré mis triques y caminé con presteza hacia el aula de la conferencia; y lo hice con tanta rapidez porque (y este fue exactamente mi tren de pensamiento):

De magna no tiene nada. Ese maldito salón no tiene más de 40 lugares, y yo no estaba de humor para llegar tarde, no encontrar silla, y tener que pasar las siguientes dos horas parado, escuchando a algún tipo decir algúna cosa sobre algún tema, mientras yo estaba sumamente incómodo y con dolor de pies.
No, yo quería llegar temprano para apañar silla, de preferencia en la parte de atrás del aula magna, y continuar con mi soporífero día.

Así que, salí de mi salón, bajé las escaleras, y pasé enfrente de la cafetería; donde me llamó la atención algo:
Una de mis compañeras estaba sentada ahí, ligándose a un tipo todo feo. Normalmente esto no me hubiera llamado la atención, pero mi compañera estaba embarazada; y eso lo sé porque ella misma se había dedicado las últimas dos semanas a decirle a tooooodos que estaba embarazada y por eso merecía trato especial.

La mayoría de la gente le hacía caso, porque, por algún motivo, pensaban que era importante tratarla bien; no vaya a ser que le pasara algo a su feto, y eso impidiera que naciera sano y feo (la mamá era fea; el papá no sé).

Retomando.
Después de verla ligarse al feo, murmuré: "pinche vieja puta"; principalmente porque esa mujer me CAGABA, y yo le cagaba a ella.

Subí al aula magna, y en efecto, estaba casi vacía. Había llegado a tiempo.
A pesar de que los lugares de atrás estaban desocupados, la hueva que me invadió fue demasiado grande, así que me dejé caer en el lugar más cercano a la puerta.

A los pocos minutos, el lugar se atascó; y la gente que siguió llegando tuvo que quedarse parada; justo como yo lo había predicho. Esa es una de las grandísimas ventajas de ser un quasi-genio. Un sensual quasi-genio.

La conferencia empezó; y como a los quince minutos, la puerta se abrió.
Era la embarazada.
Cuando ella llegó, se hizo el silencio, porque la puerta rechinaba cuando abría, y por tanto, había interrumpido la conferencia.

Ella, sin pedir perdón por su abrupta y retardada aparición, empezó a buscar un lugar vacío con la mirada.
Evidentemente, no lo encontró; así que hizo lo que mejor sabe hacer: romperme las pelotas.

Se me quedó viendo fijamente y carraspeó, en lo que yo tomé como un débil intento por llamar mi atención. Como la mujer es muy fea, yo no la voltée a ver, porque, obviamente, no me gusta ver gente fea.

Como vió que su carraspeo no funcionó; decidió toser.

"Si estás enferma, vete a tu casa, no me tosas encima", le dije, mientras todos los presentes miraban la escena; porque la embarazada no se había dado cuenta de que seguía interrumpiendo y el expositor la estaba esperando.

"¿Qué ya no hay caballeros aquí?", dijo indignada, insinuando que yo tenía que cederle mi asiento.
"No, vete", fue mi respuesta.

Lo que siguió a continuación, fue un diálogo que raya en lo absurdo, principalmente porque había alrededor de 80 personas escuchando:

Embarazada:
Se supone que tienes que darme tu asiento, patán.
Yo:
Y se supone que tú tenías que llegar temprano, tarada.
Embarazada:
¡No! Soy mujer y me tienes que dar tu asiento.
Yo:
Si hubiéramos llegado al mismo tiempo y sólo quedara una silla, con mucho gusto te la hubiera cedido, pero si yo llegué temprano y tú no, entonces te chingas.


Seguramente la elocuencia de mis argumentos fue demasiada para su pequeño cerebro de ardilla, porque se quedó callada como cinco segundos, y después sacó lo que probablemente consideraba su carta de triunfo:

"¡Pero estoy embarazada!"

La estupidez de su frase me dejó un poco anonadado; porque me pareció muy bajo que tratara de chantajearme así (sobre todo considerando que la tipa no llevaba ni un mes de embarazo, y por tanto no le era difícil quedarse de pie).

El silencio que reinaba en el aula magna daba un poco de miedo.

"¿Y qué? Yo no tengo por qué pagar por tu incapacidad de proteger tus óvulos"

El coordinador de la carrera, evidentemente molesto por todo nuestro intercambio, intercedió; y nos corrió a los dos de la conferencia.

Ya afuera del aula magna, la embarazada me dijo: "Muchas gracias imbécil, espero que estés contento..."
Yo puse mi mejor sonrisa, y le contesté: "Y yo espero que tu hijo salga deforme."

Y con eso, volví a agarrar mis triques, y me fui temprano a mi casa.
Otro grandioso día en Lawndale.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Anécdotas Canadienses IV

Lamento la demora, lectores imaginarios, pero debo confesarles que escribir esto me tomó más tiempo del que yo pensaba; principalmente porque ya terminé exámenes, y ahora vuelvo a tener vida.
Eso significa que paso menos tiempo en mi casa, y por tanto, frente a este monitor.

Pero, lo prometido es deuda, y el día de hoy hago entrega de otra anécdota canadiense más.

Esta vez, no hay vecinas involucradas; tampoco hay grandes cantidades de taurina, ni vapores tóxicos provenientes de botes de pintura color beige.
Es más, esta vez, la anécdota ni siquiera acontece en Toronto.

Lo que sí, es que hay cantidades industriales de alcohol involucradas en esta historia.
No, qué digo industriales; ¡bíblicas!

Verán, todo comenzó un jueves por la noche.

Estábamos Tepoz y yo, regresando de nomeacuerdodónde, cuando por fin entramos a la casa; y descubrimos que la prima estába ahí, hablando por teléfono.
No le dimos mucha importancia, y fuimos directamente al refri, a buscar algún grueso corte de carne para cenar.

La prima siguió hablando por telefono como media hora más, y cuando por fin colgó, entró a la cocina emocionada, y nos dijo:
"Estaba hablando con mi papá, y me dijo que por qué no los mandaba con él este fin de semana, así que le dije que sí; ¡se van mañana a Southampton!"

En ese momento, no pusimos resistencia, porque conocer otro lugar de Canadá sonaba divertido; así que subimos a hacer nuestra maleta, y nos preparamos para salir temprano al otro día.

A las seis de la mañana, sonó el despertador, y Tepoz se levantó para apagarlo y seguir durmiendo; pero en eso entra la prima y nos dice que no podemos regresar a los dulces brazos de Morfeo, porque de por sí ya vamos bien tarde.

Yo estaba tan cansado que ni siquiera me molesté en vestirme; agarré mi maleta, y me subí en pijama al coche de la prima, donde me puse mis audífonos y volví a quedar profundamente jetón.

Una hora después, desperté en el aeropuerto. Aparentemente, la prima no nos iba a llevar hasta Southampton, sino que nos iba a dejar en el aeropuerto, donde tomaríamos un "Airbus" que nos llevaría hasta nuestro destino.
Fue ahí donde cuestioné mi elección de guardarropa.

En un santiamén, la prima ya se había ido, dejándonos a Tepoz y a mí en las puertas de la terminal uno, y el camión salía de la terminal cuatro. Eso implicaba caminar toooodo el aeropuerto. Y rápido, porque además el Airbus salía en veinte minutos.
Y claro, yo tenía puestos mis pantalones de ositos.

Superando la vergüenza, empecé a caminar, a regañadientes, porque seguía medio dormido y tenía mucho frío. Después de un rato, llegamos a la terminal dos.
Miré mi reloj, el camión salía en cinco minutos.

"¡Chinga a tu madre! ¡Córrele cabrón!", fue mi grito de batalla.
Corrimos cincuenta metros antes de descubrir que nuestra condición no nos permitiría llegar hasta donde debíamos llegar; así que, en un momento digno de película muda de los años treinta, le señalé a Tepoz un camioncito cercano; y corrimos tras él.
Cuando estaba a la altura del conductor, le dije: "¿llega a la terminal cuatro?", el conductor, con cara de asombro (probablemente por mis pantalones) señaló hacia arriba, donde había un letrero enorme que decía (con letras rojas) "terminal cuatro".

Aventamos nuestras maletas dentro del camioncito (era más bien como un shuttle) y brincamos dentro de dos asientos vacíos.

Llegamos a la terminal cuatro con cinco minutos de retraso.
Me acerqué al stand de Airbus gritando "¡Mexicanos! ¡Airbus! ¡Southampton!", y, gracias a Dios, el camión no había salido, nos estaban esperando.

Más que un camión, el Airbus era una camionetita pitera, con capacidad para no más de 8 personas. Y ya todas estaban ahí, con cara de impaciencia.
Nos subimos, pidiendo disculpas, alternando entre el inglés y el español. Tomamos nuestro asiento, me puse mis audífonos, y me volví a dormir.

Alrededor de cuatro horas después; llegamos a Southampton, que resultó ser un pueblo rabón.
El equivalente canadiense de nuestro Zapotitlán Salinas.

Con no más de 2000 habitantes, en su mayoría camioneros, Southampton se enorgullece en ser un pueblo que ofrece absolutamente nada interesante. Lo más cercano a un lugar divertido, es "The Phoenix", el único bar del lugar.
Por suerte para nosotros, el dueño de Phoenix, es Klaus, un simpático viejito alemán, que resultó ser el papá de la prima de Tepoz.

Sí, convenientemente, nos íbamos a quedar en la casa del dueño del único lugar que vendía alcohol en ese pueblo rabón.
No tan convenientementemente, la casa no estaba EN Southampton; estaba como a 10 minutos de ahí, en pleno bosque, atrapada en un abandonado lugar entre la indiferencia y el aburrimiento.

En fin, cuando llegamos a Southampton, el conductor malhumorado nos aventó nuestras maletas y nos bajó apresuradamente de su Airbus. Afortunadamente, Klaus ya nos estaba esperando.

Nos subimos a su coche, y nos dió la bienvenida. Inmediatamente nos cayó muy bien.
Era un viejito lépero, con acento alemán muy marcado, pero que hacía bromas muy cagadas.
Nos llevó a la casa, y nos explicó que íbamos a estar nosotros solos, porque él dormía en el hotel que estaba arriba del bar, y que también era suyo.

Perfecto, casa sola otra vez.

Nos dejó en la casa, y nos dijo que nos acomodáramos y todo eso, que el vendría por nosotros a las 7, para llevarnos al bar, porque era noche de karaoke.
Aparentemente, eso era lo más emocionante que Southampton ofrecía.

Por alguna estúpida razón, aunque la casa tenía 3 cuartos, Tepoz y yo queríamos dormir en el de las literas, y como ninguno de los dos cedió, acabamos durmiendo los dos en las malditas literas, desperdiciando los otros dos cuartos vacíos.

Pasamos la tarde en el enorme enorme jardín que teníamos, Tepoz podando el pasto en nuestra überpodadora que parecía más un Go-Kart que un vehículo de jardín; y yo persiguiendo conejos, porque descubrí que en nuestro jardín había conejos.

Más tarde, después de comer (teníamos otra parrilla de propano); entramos a la casa. Vimos tele un rato, y Tepoz me dijo que había que arreglarnos para ir al bar, porque Klaus nos había dicho que nos vistiéramos decente.
Yo le di el avión, y mientras él se metía al cuarto a cambiarse, yo me quedé dormido viendo un DVD de Julio Iglesias, porque Klaus era fan de Julio y tenía como 5 DVDs de sus conciertos.

No sé cuanto tiempo me quedé dormido, pero me despertó Klaus diciendo que ya nos teníamos que ir. Y yo no me había arreglado. Bueno, al menos ya no estaba en pijama.

En cuanto entramos al bar, nos dimos cuenta de que ya estaba atascado, no había ni una mesa libre. Además; justo en el momento en que entramos, Klaus se acerca al micrófono, y les dice a todos:
"Hoy tenemos una atracción especial, ¡nuestros propios turistas mexicanos!"

Los camioneros empezaron a aplaudir y a gritar.
A huevo, eramos el centro de atención; y cualquier persona que me conozca, sabe que me encanta ser el centro de atención.

Nos sentamos en la barra, y pedímos una jarra de cerveza canadiense; cuando traté de pagar, Klaus me dijo: "No no, a los turistas siempre se les invita la primera jarra, como una bienvenida a nuestro país".

A huevo, ¡cómo me estaba gustando Canadá!

Mientras bebíamos tranquilamente, la gente se nos acercaba a hacernos plática, porque en ese pueblo rabón nunca pasaba nada, y por eso mismo, eramos lo más interesante que les había pasado en mucho tiempo.

Nos terminamos nuestra primera jarra, y yo pedí otra (esta vez, de una cerveza diferente, porque mi meta era probar todas las cervezas canadienses que existieran); y una vez más, iba a pagar, cuando un tipo de la mesa de atrás, dice "No. No van a pagar, nosotros les invitamos esa jarra, con la condición de que vengan a sentarse con nosotros y nos enseñen español."
Reconociendo una buena oferta, nos sentamos en su mesa (eran 4 hombres y 5 mujeres, todos de como 25 años), y empezamos a darles clase de español. En menos de 10 minutos, ya podían decir todas las groserías que conocíamos.

Uno de ellos se paró de la mesa, y le dijo a Klaus, en perfecto español: "¡A ver, borracho cabrón desgraciado infeliz, quiero que me traigas más cerveza!". Una lágrima escurrió por mi mejilla... ¡estaba tan orgulloso de mi alumno!

Después de otro rato de beber y platicar, se nos acercaron dos tipas de como 30 años, y nos retaron a un partido de billar.
Ebrios, y con ganas de defender el orgullo mexicano, aceptamos.

En cuanto estaba preparándome a hacer mi primer tiro, un tipo de una mesa cercana me grita: "¡Más te vale ganar, porque aposté 20 dólares a que ella perdía!".
Tiré, y afortunadamente metí una bola (celebrado por muchos camioneros ebrios) y le contesté: "Si gano, me debes 10 dólares".

En efecto, gané; y me dieron 40 dólares (10 por cada comensal de aquella mesa), así que pedí más cerveza. De nuevo, no me dejaron pagar. Carajo, los camioneros canadienses son las personas más amables que he conocido jamás.

Bastante ebrio, pedí la lista de canciones de karaoke. Estaba listo para hacer el ridículo.

Tepoz y yo pasamos, y cantamos la peor versión de "Learn to fly" que jamás se haya oído.
Por alguna razón, a todos los presentes les hizo mucha gracia, porque nos ovacionaron de pie.

Envalentonados, pedimos la lista de canciones otra vez.
En lo que definitivamente fue uno de los momentos decisivos de la noche, descubrimos que habían 4 páginas de canciones en español.
"¡Puta madre, de aquí soy!", pensé, respaldado por 6 jarras de cerveza.

Mientras Tepoz cantaba villancicos en español, yo regresé a la mesa de las clases de idiomas, y estaba tan ebrio, que les dije que ahora ellos me tenían que enseñar inglés.
Después de unos minutos y unas cervezas más; pasé a cantar de nuevo.

Héroe, de Enrique Iglesias, fue mi siguiente víctima (no había mucho de donde escoger si queríamos cantar en nuestro idioma materno); me emocioné tanto cantando, que acabé hincado en el piso, al borde de las lágrimas.

Dejamos que los camioneros cantaran un rato, porque ya habíamos apañado mucho tiempo el karaoke, y nos dedicamos a rolar de mesa en mesa, platicando con todos y tomándonos fotos con quien lo pidiera (y créanme, fueron muchos).
Neta, eramos el alma de la fiesta... o el bar... o lo que sea.

Como ya era muy tarde, y ya estábamos bastante pasados de copas, decidimos que ya era momento de irnos; le dijimos a Klaus que ya íbamos a partir, y nos dijo que aguantáramos 5 minutos.
Inmediatamente, Klaus corrió al micrófono, y le anunció a toda la audiencia que ya nos íbamos, y todos nos empezaron a chiflar y a gritar que no lo hiciéramos.

Yo subí a donde estaba Klaus, y tomé el micrófono. Sin saber lo que decía ni por qué, le dije a todo el bar: "¡Sí, ya me voy a ir, y no pueden hacer nada al respecto! ¿Saben por qué? ¡Porque soy el Rey Lagarto, y nadie le dice qué hacer al Rey Lagarto!"
Las risas de mi público, y sus aplausos, me dieron valor, así que agarré un vaso de nosequéchingados que estaba junto a mí, le di un trago, y se lo escupí a todos los que estaban cerca; después, me puse a gritar: "¿Quieren show? ¡Les voy a dar show! ¡Tepoz, pásame un murciélago, le voy a arrancar la cabeza de una mordida!"

Ese es un gran ejemplo de cómo la televisión y el Rock N' Roll arruinan la mente de la juventud actual, pero bueno...

Klaus, subió al escenario, llorando de risa, mientras yo estaba subido en una silla, retando al público a que subieran a madrearse conmigo.
Aparentemente, soy muy gracioso cuando estoy ebrio.

Me quitó el micrófono de las manos, y dijo: "les propongo un trato: una última cancion a dueto, y les pago con una jarra de cerveza gratis."

Antes de que yo dijera que sí (porque obviamente iba a decir que sí); Tepoz se puso a gritar "¡Livin' la vida loca! ¡Quiero cantar Livin' la vida loca!"

Hasta el día de hoy, no tengo ni idea de por qué dijo eso, porque a Tepoz le CAGA Ricky Martin, pero el caso es que lo dijo.

Klaus dijo: "Está bien, ¿la quieren cantar en español?", Tepoz le gritó que sí, y Klaus nos preguntó que si nos la sabíamos, porque el karaoke no tenía registrada la letra en español. De nuevo, Tepoz dijo que sí.

No nos la sabíamos.

Mientras yo veía a mi amigo con cara de asco y susto, él me dijo: "Vale madres, improvisamos"

Y sí, improvisamos. Nos inventamos la letra al mismo tiempo que íbamos cantando.
Un par de frases que dijimos (respaldadas por un video de youtube que nos encontramos después) fueron:

Te la chupará si le dices creo que hoy toca
La ruca llegará montada en su enorme troca

Tú cállate ya y métetela en la boca
En el baño ella está inhalando mucha coca

Y eso, lectores imaginarios, es sólamente del coro.

Estábamos dando un espectáculo tan bueno, que la gente empezó a sacar sus encendedores y a aplaudir mientras cantábamos. Creo que se debió al bailecito que hicimos a la mitad de la canción; y al hecho de que no entienden ni madres de español.

En fin, cuando acabamos la canción, Klaus nos dijo que ya estaba un taxi esperándonos afuera.

Mientras Tepoz le decía al taxista que se había perdido del mejor espectáculo musical de la década, y que nos íbamos a volver superestrellas; yo me marée y saqué la cabeza por la ventana. Así pasé todo el camino; como perro emocionado porque está viajando en coche.

Llegamos a nuestra casa, y decidimos que íbamos a comer algo antes de dormir, así que cocinamos nomeacuerdoqué, pero me acuerdo que no debímos de haberlo puesto en la estufa, porque sacó flamas mucho muy grandes.

Mientras comíamos... loqueseaqueestuviéramoscomiendo, Tepoz y yo empezamos a platicar de todo lo que había pasado.

Después de como 10 minutos de conversación, me di cuenta de que llevábamos todo el rato hablando en inglés.

Yo:
¿Por qué estámos hablando en inglés?
Tepoz:
Porque somos cool.
Yo:
Estamos pedísimos, ¿verdad?
Tepoz:
Creo que sí... creo que sí.

Esto también fue en inglés.

Después, sin siquiera molestarnos en tratar de ponernos pijama, nos arrastramos hasta nuestras literas.

Lo último que recuerdo de ese día, fue escuchar a Tepoz decir (en inglés): "Si me da una congestión y me muero en la noche, por favor llévale el cuerpo a mi madre"
A lo que yo contesté (esta vez en español): "Ni madres, te quedas ahí para siempre. Eso te pasa por apañar la litera de arriba"

sábado, 13 de diciembre de 2008

B.I.L.F. (Bloggers I'd Like To Fuck)

Interrumpimos el flujo de anécdotas canadienses para llevar hasta ustedes un sensual sensual anuncio:

Me pidieron que sea parte de un blog colectivo:


Estos 8 guapos pseudo-escritores, llevan hasta la comodidad de su hogar:


Cada semana, todos y cada uno de estos atractivos sujetos y sensuales señoritas, escribirán un post, basándose en un tema comunal, que les será asignado por fuerzas superiores.

Si ustedes, lectores imaginarios, tienen tiempo libre; pueden checar el blog aquí mero o si quieren agregarlo a sus blogs favoritos, la dirección es:

http://loquecallamoslosbloggeros.blogspot.com

Si quieren mi humilde opinión; deberían de checarlo.
Después de todo, yo escribo ahí, y si ustedes están aquí, es porque les gusta como escribo, ¿no?

En fin.

Las anécdotas canadienses seguirán el día de mañana.

XOXO

Ninja Peruano

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Anécdotas Canadienses III

Antes de proseguir con la historia de mis aventuras en el país que idolatra al hockey y la hoja de maple; permítanme informarles algo, queridos lectores imaginarios:

El club de fans del Ninja Peruano ha abierto sus puertas.
Lo único que tienen que hacer para unirse al selecto grupo de individuos conocedores y cultos que siguen la vida del misterioso sujeto que usa un gorro andino, es darle clic al botón de "seguir este blog" que se encuentra en la parte derecha de esta página.

Si usted se siente entretenido/identificado/enamorado/exhaltado/patriótico/limpio y fresco/abo con las aventuras que escribo en el überlog, entonces hágame el favor de unirse al club de fans. Mi ego se lo agradecerá de corazón.

Ahora sí; a lo que vinimos: anécdotas peruanas de un mexicano sensual en Toronto.

En el capítulo pasado, les conté a ustedes la historia de cómo conocimos a nuestras vecinas, y cómo empezamos a llevarnos con ellas; gracias a la mágica unión entre seres humanos que sólo se puede dar después de haber inhalado los vapores que emiten las pituras a base de aceite, en un cuarto sin ventilación, por más de 3 horas.

Pues bien, esta siguiente historia también involucra a las vecinas; pero, para desilusión de algunos de ustedes, no involucra marihuana:

Una soleada mañana, me encontraba yo en la sala de nuestro hogar suburbano, viendo un capítulo de Barney, el dinosaurio homosexual; pero traducido completamente al francés.
Evidentemente, yo estaba a punto de manchar mis pantalones, producto de la risa que me producía el surrealismo del asunto.

Mientras tanto, mi mejor amigo, Tepoz, estaba en el patio de atrás, tratando de prender el asador de propano, para cocinar un nutritivo desayuno a base de cortes de carne de 400 gramos, papas asadas con tocino, y crema agria.
Lamentablemente, como aquí en México no abundan los asadores de gas, pues ni Tepoz ni yo estábamos acostumbrados a usarlos, y por eso prenderlos era todo un problema.

Tepoz alternaba entre el asador completamente apagado, y el asador lanzando unas flamas de 30 centímetros de altura.

En eso, baja la prima de mi amigo, y me dice: "Bueno, ya me voy a trabajar, ¡que tengan un bonito día!"

Yo la voltée a ver, con lágrimas de risa escurriendo por mi cara, y le dije: "¿Sabías que tu tele pasa programas de Barney en francés?"

Ella me miró como si yo estuviera drogado, y me dijo: "Sí... creo que sí sabía. Oye, ¿dónde está Tepoz?, me quería despedir de él"
Antes de que yo pudiera contestar, se escucha un alarido proveniente del patio de atrás.
La prima pone cara de preocupación, y grita: "¡Adiós Tepoz! ¡Diviértete.... quemando lo que sea que estés quemando allá atrás!"

Mientras movía su cabeza en forma resignada, la prima salió de la casa.
A los pocos minutos, llega mi amigo, apestando a pelo quemado, y me dice: "Al demonio, jamás le voy a entender a ese asador..."

"Sí", le dije yo, "por eso los tacos son la onda, no se necesita asarlos".
Apagué la tele, porque ya estaba perdiendo gracia ver al dinosaurio morado bailar y cantar en un idioma que no entiendo.

Yo:
¿Sabes qué quiero comer? Tacos.
Tepoz:
¿Y sabes qué quiero hacer? Beber.
Yo:
Ándale; chupe y tacos.
Tepoz:
Lástima que aquí no haya tacos, y seamos demasiado pobres para comprar alcohol.
(Y es que, debo decirles, que el chupe en Canadá es estúpidamente caro. Una botella chafa, sale en 30 o 40 dólares)
Yo:

Ok... acabo de tener otra brillante idea. Vuelvo en un parpadeo.
Tepoz:
¡Güey, no te vayas!, ¡estoy haciéndote de desayunar!, ¡estoy quemando una papa especialmente para ti!

Dejando atrás el prospecto de un desayuno carbonizado; corrí calle arriba, hasta la casa de las vecinas:

Rebeca:
¡Hola vecino!
Yo:
¡Hey!, vengo a hacerles una propuesta.
Rebeca:
No. No vamos a pintar nada más.
Yo:
No no no, algo más divertido.
Rebeca:
Ok, estoy escuchando.
Yo:
Noche mexicana, hoy.
Rebeca:
¿Cómo?
Yo:
Sí, noche mexicana; una cena. Nosotros ponemos la comida y ustedes la bebida.
Rebeca:
Sí, está bien, suena divertido. ¿Los vemos en la noche entonces?

Regresé a la casa, gritando triunfalmente: "Muchacho, nos acabo de conseguir alcohol gratis. El único problema es que tenemos que cocinar."

Le expliqué mi plan a Tepoz, y en menos de 10 minutos, ya íbamos camino a la tienda.

Llegamos al súper que estaba a 3 cuadras de nuestra casa, y nos dimos cuenta de que no vendían los ingredientes necesarios para cocinar ningún platillo mexicano que supiéramos cocinar.
Interrogamos a la cajera para que nos dijera dónde había otro súper.

Aparentemente, existía una tienda, llamada Loblaws, que vendía muchas cosas "gourmet", y no estaba TAN lejos.
Sin nada mejor que hacer, y turisteando medio gacho, emprendimos camino.

Sí estaba TAN lejos. Estaba como a 30 cuadras.
Pero en fin, el caso es que era una tienda ridículamente cara, porque todo era importado.
Supimos inmediatamente que no nos alcanzaba para nada, porque, el objetivo del plan, era conseguir cosas gratis, no pagar cantidades absurdas por productos inútiles.

La tienda era mucho muy grande. Mucho muy.
Después de caminar por como 20 pasillos, yo dije en voz alta: "¡Puta madre! ¿Dónde están las cosas mexicanas?"
Gritar groserías por la calle no era algo que me preocupara, estaba en el extranjero, de todos modos nadie me entendía.
Peeeero, justo cuando dije eso, una viejita que iba con su carrito, se detuvo, y nos dijo: "Las cosas mexicanas están en el pasillo 47". En un perfecto español. Es más, ni siquiera tenía acento.
Habíamos encontrado a otra mexicana.

Un poco confundido, Tepoz le dió las gracias.
En eso, me distrajo una lata de una bebida rusa muy extraña, y me quedé viendo.

La viejita caminó 10 pasos, y después nos gritó, enojada: "¡les dije que las cosas están por allá!"

Enojado porque me estaban gritando, le dije a Tepoz, en voz perfectamente audible: "¡Pinches mexicanos! ¿Sabes cuál es su problema? Son demasiado metiches. Ni siquiera les hablas a ellos y ya creen que tienen autoridad sobre tu vida. Me cagan los mexicanos. Lo que este país necesita es más canadienses; ellos no son ancianos ni se meten en tu vida."

La anciana balbuceó algo de la juventud malagradecida, y se fue.
Pero en fin.

Llegando al pasillo mexicano, nos dimos cuenta de que los canadienses no tienen ni idea de lo que son las cosas mexicanas. Lo que más abundaba, eran tostadas para hacer tacos (sí, tostadas) y tostadas blandas para hacer burritos.
Pero sí encontramos algo: salsas Herdez.
A 4 dólares el paquetito.

Otro dato curioso acerca de mí, es que muchas veces grito groserías en inglés, porque la mayoría de la gente no me entiende.
Así como en Canadá gritaba groserías en español; aquí grito groserías en inglés.

Acostumbrado a hacer esto, grité: "¡¿4 dólares?! Fuck me in the ass!"
Olvidé que en Canadá, la gente sí entiende cuando dices fuck me in the ass...
A los compradores que iban pasando no les hizo nada de gracia. Fuck them.

Pero en fin. Después de una breve consulta de presupuesto con Tepoz, decidimos que lo único que podíamos hacer, eran tacos. Tacos de suadero.
No sabíamos cómo se preparan los tacos de suadero, pero decidímos que si comprábamos la carne de cerdo más barata y pitera que encontráramos, y la sobrecocinabamos; la cosa saldría bien.

Al final del día compramos 2 salsas Herdez (verde y roja), un poco de cilantro, cebolla, tortillas sazonadas gourmet (tortillas de harina con especies; lo más cercano que encontramos a tortillas comunes y corrientes) y dos kilos de retazo de carne de cerdo.

La primera parte de nuestra aventura estaba lista.
Ahora sólo faltaba cocinar.

De regreso en la casa, Tepoz decidió que deberíamos de conectarnos a internet para ver cómo se cocinaban los tacos.
"¡Fruslerías!", le dije; "somos mexicanos, cocinar tacos es instintivo para nosotros, está en nuestra sangre"
Me insistió que deberíamos de investigar un poco antes de cagar nuestra cena.

"Anda, ve a tu internet de afeminados, deja a los hombres cocinar", le contesté, inflando el pecho.

"¿Seguro?, me preguntó cauteloso.
"Sí. Digo, de todos modos, ¿qué es lo peor que podría pasar?"

Tepoz no fue a internet, sino que se quedó en la sala, viendo Seinfeld sin subtítulos.
Mientras tanto, yo tomé una sabia decisión: no usaría el asador de propano. Me daba miedo quemarme las cejas.

Prendí la estufa, y agarré dos sartenes. Los dos los atasqué de aceite.
En uno puse el cilantro y la cebolla, junto con mis mezcla de hierbas sazonadoras secretas.
Aquí entre nos, era un frasquito que encontré en la alacena, y decía "Poulet", así que creo que era sazonador de pollos. O pollo en polvo, una de dos.
En el otro sartén, aventé toda la carne.

Fui a la sala a ver Seinfeld.

Tepoz:
¿No se supone que estás cocinando?
Yo:
¿No se supone que estás en internet viendo cómo cocinar?
Tepoz:
Ok, me parece justo.

Perdido en las graciosas aventuras de Jerry, George, Elaine, y Kramer; olvidé que había dejado las cosas en la lumbre; hasta que un olor a quemado me regresó a la realidad.
Gritando improperios, corrí a la cocina.

Afortunadamente, la comida no estaba MUY quemada, digo, más quemada que en los puestos de tacos del DF no estaba.
Desafortunadamente, había olvidado prender el extractor de humo de la estufa, así que en cuanto abrí la puerta de la cocina, me di la horneada de mi vida.
Más desafortunadamente, olvidé cerrar la puerta de la cocina cuando entré en ella.

El agudo agudo pitido de la alarma anti-incendios que estaba en la sala me recordó lo estúpido de mi error.

Tepoz:
¿Qué hiciste pendejo?
Yo:
¡No mames! ¡no mames!, ¡estoy quemando la casa!
Tepoz:
¿Cómo se paga la alarma? ¡Dime! ¡Dimeeeee!
Yo:
¡No mames! ¡no mames! ¡¿qué tal que está conectada a la oficina de bomberos?! ¡no quiero que vengan los bomberos!

Corrí a abrir la puerta del backyard, y me puse a sacar el humo de la cocina, abanicándolo con un mantel.
Cuando me asomé, nuestro vecino nudista (completamente nudista, pero esa es otra historia) estaba asomado a nuestro backyard, alternando entre ver el desmadre y después verme a mí, con cara de susto.

"Buenos días", le dije, amablemente, y me volví a meter corriendo a la casa.

Lo primero que vi, al volver a entrar, es a Tepoz, atacándo la alarma anti-incendios con una escoba; tratando de zafarla del techo.
Regresé a la cocina, a abrir todas las ventanas; cuando de repente, todo el escándalo proveniente del pequeño aparato chillón, cesó.

Yo:
¡Lo apagaste! ¿Qué le hiciste?
Tepoz:
Le piqué el boton grande del centro, que dice power.

Nos sentímos muy idiotas, pero al menos teníamos la crisis controlada.

Probé la carne (y con eso quiero decir que hice que Tepoz probara la carne) para ver si todavía servía; y me dijo que sabía a taco barato de afuera del metro Miguel Ángel de Quevedo.
Perfecto, la carne estaba en su punto.

Agarré las dos salsas y las mezclé en un refractario que encontré en el lavabo.
Puse el cilantro y la cebolla en otro refractario que estaba abajo del primero.

Todo estaba listo.

Y justo a tiempo, porque 10 minutos después llegaron Allison y Rebeca; con una botella de Tequila Cuervo en las manos.

La cena no tuvo grandes aventuras; nuestros tacos fueron un rotundo éxito (y si no lo fueron; las vecinas tuvieron la educación de hacer como que sí lo fueron); y la conversación se fue volviendo más y más extraña a medida que el alcohol pasaba de la botella a nuestro torrente sanguíneo.

Para serles sincero, yo no bebí mucho. No me gusta el tequila, me da asco; y vomitar mi propia bebida nacional frente a dos extranjeras me pareció un faux pas social, así que decidí no embriagarme.

Ellas, en cambio, se pusieron hasta el huevo.

Acabando la cena, decidimos ir al parque que estaba cerca de la casa. Como ya era de noche, estaba casi vacío, pero los reflectores del campo de baseball estaban prendidos, y se veían muy chidos. Nos sentamos en las gradas a platicar.
Tepoz se estaba ligando a Rebeca, así que era mi obligación como wingman alejar a Allison de ahí, para darles espacio.

Aproveché que Allison me preguntó que por qué no había bebido para llevarla lejos de su hermana y de mi amigo.

Yo:
Porque estoy muy cansado, me estoy durmiendo. ¿Qué pensarían de los mexicanos si ven que uno se queda dormido a los tres tragos?
Allison:
¿En serio? ¡No te puedes dormir! ¡Es muy temprano!
Yo:
Entonces... acompáñame a la tienda por un café o algo así.
Allison:
Si quieres, en mi casa tengo como veinte latas de Red Bull.
Yo:
¡Red Bull! ¡Perfecto!
Allison:
Ok, vamos rápido a la casa, saco las latas y regresamos.

En su momento me pareció como una excelente idea, porque así le daba privacidad a Tepoz, y yo conseguía Red Bull gratis.

Fuimos rápido a su casa, y en lo que ella pasaba por las latas, yo corrí a MI casa, porque me estaba orinando; y no sabía si orinar en los árboles canadienses iba a causar algún problema diplomático.
Después de hacerme cargo de mis asuntos, salí de la casa, y Allison ya me estaba esperando afuera.

Fue ahí cuando supe que la idea no era tan buena.
No tenía como veinte latas, tenía como cuarenta.

Y, por alguna razón desconocida, porque nuestro señor Jesús Cristo actúa en formas misteriosas; yo soy completamente incapaz de desperdiciar Red Bulls.

Caminamos por el parque, platicando de música, y yo bebía lata tras lata (había tantas, que Allison tuvo que llevar una mochila para poder cargarlas todas).
Cuando ya llevábamos como una hora platicando, y yo llevaba como 8 latas de Red Bull; la cosa empezó a ponerse muy extraña.

Me dió taquicardia, pero en vez de preocuparme, me hizo gracia, así que seguí bebiendo, mientras el mundo se ponía en cámara lenta.

La conversación nos llevó a The Doors, y a cómo los dos admirábamos a Jim Morrison.

Yo:
¿Sabes qué nunca entendí? Por qué se autonombró el Rey Lagarto.
Allison:
Porque adoraba a todos los reptiles, y una vez estaba tan drogado, que se subió al techo de una camioneta, y gritó "¡soy el Rey Lagarto!"
Yo:
Ahá, eso sí lo sabía, pero entonces... ¿lo único que se necesita para llegar a la monarquía lagarta es gritarlo desde un lugar alto?
Allison:
Supongo
Yo:
Y si Jim Morrison está muerto, su título está desocupado, ¿no?
Allison:
Pues sí, tiene sentido

Cuenta la leyenda, que en esos momentos, Dexter, propulsado por alrededor de 15 latas de Red Bull, corrió hasta un estacionamiento cercano al parque; se subió al techo de un camión escolar canadiense, y gritó:

"¡Escuchádme, pueblo civilizado y primermundista!, ¡Alabad a su nuevo monarca!, ¡Prestad atención, Canadá, puesto que hoy nace un nuevo rey!, ¡SOY EL NUEVO REY LAGARTO!"

La leyenda dice que el nuevo monarca medía más de 2 metros, y tenía los cabellos rojos como el fuego del infierno.

Y esa, lectores imaginarios, es la historia del nacimiento del Rey Lagarto.
Al otro día, su primer mandato como soberano, fue instituir una política de no salir de la cama hasta que la cruda de taurina hubiera pasado.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Anécdotas Canadienses II

Pues bueno, una vez que ya fue establecida la forma en la que terminé en las hermosas campiñas Canadienses; podemos proseguir con unas anécdotas más anecdotosas.

Resulta que, como parte del trato para que mis papás me mandaran a Toronto; Tepoz les explicó que no tendrían que pagar hospedaje, porque nos íbamos a quedar en casa de su prima, que, evidentemente vive allá.
Al principio pensé que eso significaría que nuestra diversión se vería truncada al tener a un adulto responsable en la casa todo el tiempo (porque, siendo realistas, ni Tepoz ni yo calificamos para el título de adultos responsables); pero no, en realidad las cosas funcionaron bastante bien; porque la prima trabajaba todo el día y gran parte de la noche; así que casi nunca la veíamos.
Teníamos la enorme ventaja de tener casa sola todo el tiempo, y además, refrigerador lleno. Y ni siquiera estaba lleno de cosas como vegetales, no; estaba lleno de cosas chingonas como chocolates, cortes de carne con varios centímetros de grosor, las bebidas de nuestra elección, papas, etcétera.
Caray, hasta teníamos todo el helado Häagen-Dazs que pudieramos comer. Gratis.

En fin, el caso es que la casa no estaba EN Toronto, sino en los suburbios, así que el viaje del aeropuerto a nuestro nuevo lugar de hospedaje fue un poco... venturoso.

Verán, otro detalle que debo mencionarles antes de continuar mis historias, es que Tepoz no tiene el mejor inglés del mundo. Entiende la mayoría de las cosas, y puede decir muchas; pero su acento es más que pésimo, y además se estresa después de un rato, y deja de intentar hablar en inglés con la gente, a menos que sea totalmente necesario; y pues, como yo estaba ahí, y yo sí hablo un inglés casi perfecto (sin intención de ser mamón, es la verdad), pues entonces nunca le fue totalmente necesario hablar con la gente; siempre me utilizaba a mí de traductor, y él me decía las cosas en español para que yo se las dijera a los demás.

Y como dije, se estresa fácilmente después de un rato de hablar en inglés.
Ese rato significó que para el momento en que acabó de discutir con la mujer de aduanas, estando todavía en el aeropuerto; ya estaba hasta la madre del idioma. No duró más de 10 minutos.

Entonces, a partir de ese instante, yo tuve que ejercer una doble función: por una parte, tenía que traducir lo que ese güey me decía, y por otra, tenía que elegir una mejor forma de decirlo, porque el muchacho no tiene mucho tacto; así que si yo traducía sus palabras exactas, nos hubieran deportado en menos de un día.

Retomando.

Saliendo del aeropuerto, decidimos tomar un taxi hasta la casa; pero el hindú que conducía, nos dijo que iba a cobrarnos 60 dólares; así que lo mandamos al demonio, en español, mientras él nos insultaba en hindú. Digo, estoy bastante seguro de que eran insultos, por la forma en que nos gritaba.

"¡Al carajo! Si puedo usar el transporte público en México, también puedo hacerlo en Canadá", pensé.
Y en realidad sí pude, y no fue tan difícil; pero sí nos tomó como 3 horas llegar hasta la casa.
Ni siquiera fue tan malo, excepto la parte en la que íbamos en el camión, y un hindú (ahá, otro) que estaba sentado junto a mí, empezó a quedarse dormido y a cabecear. Sobre mi hombro.
Yo nada más lo veía de reojo, y me daba cuenta de que poco a poco su cabeza se acercaba más y más a recargarse sobre mí.
Después de como 20 minutos de este lento proceso, en el que además, Tepoz se cagaba de risa de mi situación; la cabeza del hindú por fin tocó mi hombro.
A pesar de que yo veía venir esto desde hacía mucho; me asusté un poco, y me paré gritando "Dude, what the FUCK?!"
El hindú se asustó, se disculpó, y se bajó del camión. Y creo que eso me hizo ver como una persona sumamente intolerante, porque la demás gente del camión se me quedó viendo feo. Incluyendo un chino culero, que, para mi desgracia, era uno de los 120 millones de chinos culeros que había en Toronto.

Ya, llegamos a la casa, llenos de energía y dispuestos a aprovechar nuestro primer día en Canadá, digo, apenas eran las 3 de la tarde, teníamos todo el día por delante.
Nos sentamos en la sala a reposar los pies un rato, y nos quedamos profundamente dormidos.
Todo el viaje nos había cansado mucho, yo creo. Además, yo estaba crudo.

La historia de cómo me encontraba en Coyoacán, bebiendo Viña Real y viendo a mis amigos vomitar en cubetas con facciones humanas, 2 horas antes de tener que irme al aeropuerto, es otra historia completamente diferente; y merece ser contada en un post aparte.
Sólo diré que alguien vomitó en mis zapatos al final de la noche, y no hubo tiempo de lavarlos antes del viaje; así que los metí en una maceta para que la tierra hiciera que dejaran de apestar, y me los llevé puestos a Toronto.

En fin, de regreso en el primer mundo: despertamos a las 9 de la noche, y nos dimos cuenta de que ya habíamos perdido el primer día, así que nada más nos dedicamos a caminar por los alrededores, para aprovechar que en Canadá no tienes miedo de que te asalten y te violen si sales a pasear en la noche.

Como a la medianoche, cuando ya no había NADA que hacer (porque Canadá cierra a las 11), regresamos a la casa.
Cuando ya estábamos a unas cuantas cuadras, pude percibir un aroma sumamente familiar: petate quemado.
Digo familiar porque Lawndale siempre apesta a marihuana, no crean que yo soy un perversito.

Voltée y le dije a Tepoz: "Carajo, huele a hippie...". Buscamos la fuente del olor, y a unos pocos pasos vimos a dos mujeres, riendo alegremente, y fumando más alegremente todavía.
Meh, nada fuera de lo común.
Seguimos caminando, y notamos que estas 2 chicas caminaban atrás de nosotros. Me salió lo chilango y pensé que nos querían matar y robarse nuestros riñones; pero Tepoz me aseguró que eso no pasaba en la gloriosa tierra del castor.

Pero seguíamos caminando, y ellas nos seguían siguiendo (redundancia, much?); hasta que en la cuadra donde estaba nuestra casa, yo no pude aguantar más; así que me voltée, caminé hacia ellas y les dije; en inglés, obviamente: "Ok, ¿como por qué nos vienen siguiendo?", ellas se voltearon a ver y me dijeron: "México, ¿verdad?"; confundido, asentí, un poco avergonzado de que mi acento fuera tan notorio.

Me dijeron que no nos estaban siguiendo, que simplemente ellas vivían en esa cuadra. Les mencioné que nosotros también, y llamé a Tepoz, para que se presentara y para que no me dejara solo, porque seguía teniendo un poco de miedo.

Se llamaban Allison y Rebeca, y eran nuestras vecinas de 19 y 17 años, respectivamente.

Y bueno... toda esa ni siquiera era la anécdota que quería contarles el día de hoy... así que ignórenla.
Lo que acaban de leer fue algo así como el prólogo parte dos; pero si no se los contaba, no iban a comprender bien bien las anécdotas que siguen.

Ahora sí, la anécdota canadiense del día:

Llevábamos ya una semana y media de vivir en nuestra bonita casa suburbana, y un día, acabando de cenar, llegó la prima de Tepoz; y yo le agradecí toda la comida gratis que estaba proporcionándonos. La conversación fue algo así:

Yo (inglés):
Muchas gracias por todo, en serio. Si podemos hacer algo para ayudar en la casa, por favor avísanos.
Tepoz (español):
¡No! ¡No seas idiota! ¡No ofrezcas ayudar!
(es importante mencionar que la prima no entendía NADA de español, porque llevaba toda su vida viviendo en Canadá)
Yo (español):
Es pura educación, animal. Además no creo que nos diga que hagamos algo.
Prima (inglés):
Pues, en realidad quería pintar el baño de arriba desde hace mucho, y no podía hacerlo porque no tengo tiempo, ¿creen que ustedes podrían pintarlo?
Tepoz (español):
¿Qué está diciendo? Dime que no la cagaste...
Yo: (inglés):
Sí, no hay problema. Cuando tú quieras.
Tepoz (español):
¿Qué pasa? ¡Dime! ¿Qué estás diciendo?
Prima (inglés):
¡Perfecto! ¿Mañana en la mañana podrían?
Tepoz (español):
¡No! ¡Dile que no! ¡No sé que esté pasando pero tú dile que no!
Yo (inglés):
Sí, perfecto.
Tepoz (español):
¡No! ¡Eres un idiota! ¿Qué acabas de decir que vamos a hacer?
Yo (español):
Pintar el baño, mañana.
Tepoz (español):
¡Puta madre! ¡Ya sabía yo que me ibas a embarrar en tus pedos! ¡Te odio!
Yo (español):
Relájate, no creo que nos haga pintar su baño. Fue pura hablada.

Al otro día, como todas las mañanas, nuestro despertador sonó. Y como todas las mañanas, me levanté a apagarlo y regresé a dormir. El problema fue que en cuanto nuestro despertador sonó, la prima asumió que ya ibamos a despertar; y tocó en la puerta. Balbucée algo, y ella me dijo que bajáramos cuando pudiéramos.
Le dije a Tepoz que su prima acababa de decir que tenía que bajar a ver una cosa; y mi amigo bajó, arrastrando los pies.

A los tres minutos, me volví a despertar, esta vez por un grito de: "¡DEXTEEEEEEEEER!"

Bajé, arrastrando los pies yo también; y me encontré con Tepoz sumamente enojado, que me dijo: "Ve a ver lo que provocaste pendejo, mi prima está en la cocina".

Fui a la cocina, seguido por Tepoz; y la prima estaba ahí, muy sonriente, con dos botes de pintura.

De nuevo, la conversación fue más o menos así:

Prima (inglés):
Les conseguí la pintura, ¿creen que podrían empezar a pintar al ratito?
Tepoz (español):
¡No mames! ¡Ni siquiera compró brochas, ni rodillos!, ¿con qué espera que pintemos?, ¿con las nalgas?
Yo (inglés):
Sí, no veo por qué no. Pero no tenemos brochas...
Prima (inglés):
Pues pueden ir a la tlapalería, está aquí a dos cuadras.
Yo (español):
Dice que vayamos a la tlapalería güey, que está aquí en corto.
Tepoz (español):
¡No, ni madres! ¡Ahora pintamos con las nalgas!
Yo (inglés):
No sabemos llegar.
Prima (inglés):
Bueno, ahorita voy yo. Vuelvo en 15 minutos.
Tepoz (español):
A huevo, nada más ve a dos mexicanos y quiere que le pinten su baño. Eso es racismo, por eso lo vamos a pintar con las nalgas.
Yo (español):
Ya cállate güey...

Mientras la prima conseguía los insumos, nosotros desayunamos; y yo me puse mis pantalones de pijama de ositos, y una camiseta que saqué de la maleta de Tepoz sin que se diera cuenta.
El fin de semana pasado nos habían hecho pintar una cabaña (de nuevo, otra anécdota diferente); y yo había manchado mis pantalones nuevos, así que no iba a cometer el mismo error dos veces. No en el mismo viaje, al menos.

A la media hora, ya estábamos pegando periódico en el suelo y en el techo para no pintar de más; y de nuevo, surgió otra conversación (ahora, toda en español):

Tepoz:
Si me hubieras hecho caso y le hubieras dicho que no, ahorita podríamos estar en el lago Ontario.
Yo:
Ahá. Toda la culpa es mía.
Tepoz:
Sí, y como siempre, yo acabé embarrado en tus pendejadas.
Yo:
Vete al diablo, no teníamos nada mejor que hacer hoy y lo sabes.
Tepoz:
¿Sabes? Leí en algún lado que aquí en Canadá pagan 18 dólares la hora por hacer este tipo de cosas.
Yo:
No es cierto.
Tepoz:
Sí, en serio, pagan un chingo.
Yo:
Sí, eso tal vez sí sea cierto; pero no lo leíste en ningún lado, lo estás inventando.
Tepoz:
... ¿sabes qué sería bueno?, hacerle como en ese cuento de Moby Dick.
Yo:
... ¿y matar a una ballena?
Tepoz:
No seas pendejo, ¡Moby Dick!, donde el tipo convence a sus amigos de que pintar la barda es divertido y les cobra por hacerlo.
Yo:
... ¡ese es Tom Sawyer, estúpido!
Tepoz:
Bueno, como sea, deberíamos de convencer a alguien de que pinte el baño por nosotros y cobrarle por hacerlo. 18 dólares la hora.
Yo:
Creo que entre todas las pendejadas que acabas de decir, esa es la menos pendeja. Tengo una idea. Vuelvo en un parpadeo.
Tepoz:
¡Chinga a tu madre!, ¡ya sabía que me ibas a hacer pintar el baño a mi solo!, ¡me cagas!

Y así, con un brillante plan en la cabeza; salí corriendo de la casa (en pijama, además) y llegué a la casa de las vecinas, Allison y Rebeca.
Ellas, como nosotros, tenían casa sola casi todo el tiempo, porque sus papás trabajaban; así que yo estaba seguro de que no tenían mucho que hacer.

Yo:
¡Hey!
Allison:
¡Hola!, ¿qué pasa, por qué vienes en pijama?
Yo:
Es que Tepoz y yo estábamos pensando que tal vez les interesaría hacer algo muy... mexicano.
Allison:
¿Qué?
Yo:
Pues es algo que miles de mexicanos hacen todo el tiempo, sobre todo en Estados Unidos, pero de todos modos es muy mexicano.
Allison:
¿Qué es?
Yo:
¡Una sorpresa! ¿Les interesa?
Allison:
Pues sí, suena divertido.
Yo:
¡Perfecto! Las vemos en la casa en 10 minutos, lleven ropa cómoda.

Y así, conseguí suficiente ayuda como para compensar el hecho de que yo jamás en mi vida había pintado un baño, y era pésimo haciéndolo.
El gran problema fue que a las vecinas no les hizo mucha gracia la idea, y se sintieron un poco engañadas; pero eso les pasa por ser canadienses y confiar en la gente. Supongo que mi plan no les gustó mucho. Fuck them.

El otro gran problema fue que yo me aburrí muy rápido, y empecé a echar desmadre; así que en una demostración de mis poderes jedi, le di un brochazo en la cara a Tepoz.

Y sí, Tepoz es mi mejor amigo, y lo conozco desde que teníamos 6 años; y normalmente el güey me tiene MUCHA paciencia, pero a veces hago cosas como esta, y la paciencia vale madres.
Otra cosa que deben de saber, es que Tepoz es de esos tipos todos altos y fuertes (de hecho, lleva 6 años yendo diario al gimnasio), sus biceps son del tamaño de mi torso, y además ha tomado un chingo de clases de todo tipo de artes marciales, así que nunca me he podido defender ante él.

Con la cara llena de pintura, se acercó todo enojado, mientras las vecinas se reían y yo sabía que algo malo iba a pasar.
Me agarró del cuello, me alzó, me puso de cabeza, y me tomó por los pies, como rábano. Lo siguiente que recuerdo es que alguien estaba sumergiendo mi cabeza en un bote de pintura color arena.

Fue entonces cuando eduqué a las vecinas en una clase intensiva de groserías y vulgaridades del idioma castellano.
Mientras todos acababan de pintar el baño, que por cierto, terminó pareciendo pintado con las nalgas; yo bajé a la cocina a tratar de limpiarme.

Y fue en ese momento en que decidí llamar a mi casa; y mi mamá escuchó una de las frases más extrañas que he dicho:

"Mamá, situación hipotética: si hipotéticamente tuviera pintura en los ojos y en el pelo, ¿cómo me la podría quitar? hipotéticamente, claro..."

sábado, 6 de diciembre de 2008

Anécdotas Canadienses I

Lamentablemente, estoy a punto de empezar mi semana de exámenes finales.
Eso significa que mi vida está a punto de ponerse en pausa; y eso, también significa que no voy a tener muchas anécdotas que contarles (a menos que en el trayecto de la semana me pase algo interesante; lo cuál, considerando lo bizarra que es mi vida, es bastante probable); y eso, normalmente, significaría que les pediría disculpas por abandonar mi überlog un tiempo, en lo que mi tiempo libre regresa.

¡Pero esta vez no!
¡Admiren mi dedicación al überlog, lectores imaginarios!

Esta vez decidí que en vez de abandonar el blog y dejar de escribir lo que sea que se me ocurra; podía encontrar una alternativa viable y ecológica.
Y lo logré.

Durante el transcurso de la semana, les contaré algunas anécdotas del viaje que hice a Canadá el año pasado.
Fue el mejor viaje de mi vida, y pasaron tantas cosas que no puedo decirlas en un solo post. De hecho, creo que tengo suficiente material como para escribir 4 o 5 posts llenos de aventuras de un mexicano naco en un país primermundista.

Y empezaré el día de hoy, relatándoles a ustedes cómo fue que surgió ese viaje.

Verán, todo comenzó un día soleado de junio, en el año 2007.

Me encontraba yo en Centro Coyoacán, porque tenía que ir a Mixup a comprar unos boletos para un concierto.
Para deleite de nadie, el stand de Ticketmaster estaba atascado, y había una cola de como 7 personas.
Resignado a perder 15 minutos esperando, me paré ahí, con cara de pocos amigos.

Cuando la persona de adelante de mí estaba siendo despachada, sonó mi teléfono, que en ese entonces, no era un iPhone.
Era mi mejor amigo, que a lo largo del resto de mis anécdotas canadienses, será conocido como Tepoz.
"Genial, este pendejo me tenía que hablar justo cuando ya me van a atender a mí", pensé.

Yo: ¿Bueno?
Tepoz: ¡Güey!
Yo: Sí, ¿qué tranza?, oye, ¿te puedo marcar en 3 minutos?, estoy ligeramente ocupado aquí.
Tepoz: No güey, escúchame, ¡vámonos a Canadá!
Yo: Ahá, de pista por favor...
Tepoz: ¿Qué? No güey, ¡ponme atención!, ¡vámonos a Canadá!
Yo: No tarado, no era a ti, era al pendejo de Ticketmaster
(el pendejo de Ticketmaster me escuchó y me volteó a ver muy feo)
Yo: Perdón.
Tepoz: ¿Qué carajo estás haciendo? ¡Te estoy diciendo que nos vayamos a Canadá!
Yo: Sí, como quieras, oye, te marco en 5 minutos cabrón, neta estoy ocupado.
Tepoz: Va, va. ¿Pero entonces sí vamos?
Yo: Estaría chido; deja hablo con mis jefes para ver lo del varo, adiós.

Lo que ustedes no saben, es que Tepoz SIEMPRE me habla para proponerme planes pendejos:
"Güey, tengo una idea de no mames, ¡vámos a programar unos virus y después vendemos el antivirus y nos volvemos ricos!", "Güey, vende tus cosas y vámonos a Las Vegas, acabo de descubrir en internet la forma perfecta de ganar en los casinos", "Güey, hay que disfrazarnos de gorilas, y después vamos a casa de Mariana a asustarla, paso a tu casa en 5 minutos".

Entonces, cuando me dijo lo de Canadá, yo le di el avión, pensando que, como el resto de sus planes, se le iba a olvidar a los 10 minutos.
Después de colgar, acabé de comprar mis boletos. Estaba saliendo de Mixup, cuando me habla Tepoz otra vez.

Yo: ¿Ahora qué quieres puto?
Tepoz: Nos vamos a Canadá.
Yo: Sí cabrón, ya te dije que voy a hablar con mis jefes para ver lo del varo, pero neta no creo que me quieran pagar el viaje.
Tepoz: Ah, sí, qué bueno que lo mencionas; ya hablé con tus papás.
Yo: ... ¿qué?
Tepoz: Ahá, acabo de hablar con tus jefes.
Yo: ¿Neta?
Tepoz: Sí, y dijeron que era una excelente idea, que de todos modos estás en tu sabático, así que prefieren que te vayas a Canadá en vez de quedarte perdiendo el tiempo.
Yo: ... no mames... ¿neta hablaste con mis jefes?
Tepoz: Así es.
Yo: Te marco en cinco minutos.

Inmediatamente marqué a mi casa a ver qué pasaba; pero nadie me contestó.
Pensando que todo había sido una broma, seguí con mi paseo por Centro Coyoacán.

A los 15 minutos, me marca mi mamá, que a lo largo del resto de mis anécdotas Canadienses, será conocida como Mamá:

Mamá: ¿Qué crees? ¡Te vas a Canadá en una semana!
Yo: ... ¿es en serio?
Mamá: Sí, hace rato habló Tepoz, y nos convenció de mandarte a Canadá.
Yo: Y yo ya no tengo vela en el entierro, ¿verdad?
Mamá: Pues acabo de ir a comprar tu boleto de avión, ¿por qué?, ¿no querías ir?
Yo: Pues supongo que está bien, digo, ya tenía planes, pero equis. Nada más decía que hubiera estado chido que me avisaran antes de mandarme 2 semanas a Canadá...
Mamá: Un mes, hijo, te vas un mes.
Yo: ¡Carajo!
Mamá: Te vas en 6 días.

Colgué el teléfono, voltée a ver a Dzz, y le dije "Sí... creo que me voy un mes a Canadá"

Así es que, lectores imaginarios, la próxima vez que vayan a Centro Coyoacán, sean cuidadosos, porque no saben cuando van a entrar a comprar un boleto de pista, y saldrán con un boleto de avión.

Esa es la primera parte de la serie de historias "Anécdotas Canadienses de un Ninja Peruano que sale de México para llegar a Toronto", y la menos anecdotosa de todas, porque es donde menos cosas pasan; pero de todos modos tenía que ser la primera, porque tenía que explicar por qué diablos me acabé yendo un mes a Canadá, en contra de mi voluntad.

Les prometo que las siguientes historias no serán tan aburridas.

Stay tuned. Misma überhora, mismo übercanal.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Grinch virtual

Como algunos de ustedes sabrán, yo tenía una adicción muy fuerte a eso que los jóvenes de ahora llaman "la internet".

Hace alrededor de un año, cuando yo estaba tomándome mi sabático y todo era felicidad y sonrisas; internet era mi mejor acompañante.

Me despertaba a las 2 de la tarde, realizaba mis actividades de todos los días (que normalmente consistían en ver de qué forma salía de mi casa, para no morirme de aburrimiento); y regresaba a mi hogar en las noches, donde pasaba la mayor parte de la noche y la madrugada conectado; para después dormirme a las 5 de la mañana y repetir mi rutina, día tras día.

Y, como es bastante lógico, desarrollé una adicción muy severa a estar conectado.
Estar sin messenger y sin hi5 estaba fuera de la cuestión; no podía estar alejado de ellos mucho tiempo.
Es más, hasta cuando me fui un mes a Canadá, tuve que encontrar la forma de conectarme diario a internet para no volverme loco.
Esa forma fue interrogar a la dueña de la casa, hasta que aflojó el password de la computadora que residía en el cuarto de los trebejos canadienses.
Desde ese momento, yo me pude conectar casi diario a internet; y pude conseguir mi fix de conversaciones de msn y comentarios de hi5.
Todo era bueno en mi mundo.

Después, mi adicción se fue volviendo cada vez más fea; le fui agregando páginas.

Hice un Myspace (de lo cual me arrepiento mucho, myspace es la peor página de la tierra); descubrí muchos links nuevos, cada vez pasaba más tiempo conectado.
Estuve a nada de abrir una cuenta de Second Life; así de triste estaba la cosa.

Y ya casi al final de mi sabático; abrí el überlog.
Era un überlog muy primitivo, todavía no sabía de qué escribir, y ponía muchos videos sin sentido. Es más, si algún día tienen el tiempo, pueden ver los archivos del blog y darse cuenta de lo pitero que estaba en ese entonces.
No es que ahora no esté pitero, pero al menos ya es un poco más interesante. Creo.

Y después; regresé a clases.

La primera semana no cambió mucho las cosas, pero conforme me fui teniendo que levantar temprano; también tuve que ir cambiando mi horario para dormir más de una hora por noche; así que deje de conectarme hasta tan tarde.
Las tareas también comían mi tiempo libre, así que fui conectándome menos tiempo en las tardes.

Mi adicción al hi5 disminuyó; pasé de recibir 10 comments al día, a recibir 5.
Mis conversaciones de messenger también fueron menos, porque me empezó a hartar que la gente me hablara cuando yo quería hacer tarea; así que casi siempre que estaba en mi computadora, tenía el messenger como offline.

Fue pasando el tiempo, y me fui distanciando de la computadora.
Ahora ya ni siquiera abro hi5, y sólo uso msn para preguntar cosas de la escuela; y muy de vez en cuando para hablar con alguien.
Y mi cuenta de Facebook pasó a sexto plano.

Y esto me lleva al punto de mi post:

¡Qué mamada!

Facebook es la estupidez más grande que he visto desde Myspace.

Acabo de checar mi cuenta, sólo por matar un rato; y en mi newsfeed, sale una cosa como:

"Unapendeja se acaba de unir al grupo Por la renuncia de Marcelo Ebrard al gobierno del DF"

¡Ah cabrón!
Ahora resulta que si suficiente gente se une a un grupo de facebook, la democracia va a valer madres y Ebrard va a renunciar, porque, ¡qué diablos!, ¡un grupo de facebook se lo exige!

"Otrapendeja se acaba de volver fan de Yo también me quedé dormido en clase y desperté con mi cuaderno babeado"

No pues sí. Todos moríamos de curiosidad de saberlo.
Y lo peor es que en esos grupos hay un foro donde la gente deja comentarios, seguramente con insights tan profundos como:
Sí, yo babée mi cuaderno.
Mi cuaderno fue babeado mientras dormía.
Una vez me quedé dormido en clase, y babée mi cuaderno.
Me gusta la baba en los cuadernos, sobre todo cuando es producto de que me quedé dormido en clase.

Y también, OTRA mamada:

"Untetosinvida se acaba de unir al grupo A que encuentro 1000 personas que lloraron cuando se murió la mamá de Bambi"

Señores, eso fue hace muchos años. Supérenlo.
¿Les digo un secreto? La mamá de Bambi era un dibujo animado; no murió de verdad.
Ya, resolví su trauma. Corran a vivir una vida mediocre.

Lo que más me hace enojar es que la gente se une a esas cosas y seguro piensa: "¡A huevo, vamos a ser más de 1000! ¡Eso me hace menos patético!"

No, no lo hace.
En todo caso los hacé más patéticos, porque ahora TODOS sus contactos sabemos que son unos maricas llorones. No es como si nos interesara, de todos modos nunca tuvimos fé en ustedes.


El punto de todo esto, es que me acabo de dar cuenta de que no dejé de conectarme a internet porque no tuviera tiempo; caray, si encuentro el tiempo de escribir todas estas mamadas en mi blog, significa que si algo abunda en mi vida, es tiempo libre.

No, si dejé de conectarme, es porque la gente es idiota; y ni siquiera en la santidad de mi propio ambiente cibernético puedo escapar de las estupideces de la gente.

Los odio a todos.

Excepto a ustedes, lectores imaginarios; a ustedes los quiero mucho.

lunes, 1 de diciembre de 2008

El día de las Biblias

Hace unos días, llegaba yo a las 7 de la mañana a Lawndale, como todos los días; cuando, llegando a la puerta principal, se me acerca un señor trajeado, me sonríe y me extiende la mano para darme algo.

Yo, demasiado adormilado como para enfocar mis ojos, tomo lo que sea que el señor me dió, y balbuceo: "grahsh", y sigo arrastrando mis pies, camino a mi helado salón de clases.

A medio camino, volteo hacia abajo, y veo que el señor de la puerta me acaba de dar una Biblia.
Bueno... no exactamente una Biblia, pero sí un libro con los Salmos y parte del Nuevo Testamento.

Deteniéndome en seco, pienso: "carajo... eso explica por qué me dijo Dios lo bendiga cuando pasé junto a él"; sin pensar más en el asunto, aviento la Biblia con fuerza, pero ésta rebota contra la pared y regresa para pegarme justo en la cabeza.
Tomándolo como señal divina, agarro la Biblia y la meto en el bolsillo trasero de mi pantalón. Llego a mi salón, hago una almohada con mi bufanda y mi gorro, y me quedo profundamente dormido.

Cuando regresé al mundo de los vivos, la clase ya llevaba cerca de una hora de haber empezado.
Noté que mi nalga derecha estaba dormida e incómoda, y bajé la mano para comprobar que todavía siguiera ahí; porque, debo confesarles, perder una nalga es uno de mis mayores miedos.

La palpé, y sentí una protuberancia extraña.
"¡Un tumor!", pensé yo, alarmado; pero después me di cuenta de que sólo era la palabra de nuestro señor Jesús Cristo.

Molesto por tener la nalga dormida, saqué la Biblia de mi bolsillo, y estaba calientita y ligeramente curveada. Sin saber qué hacer con ella, se la ofrecí a un compañero: "¿Nuevo Testamento?, ¿libro de Salmos?, ¿galletita?"
El güey volteó a verme emocionado y me dijo: "¿galletita? ¡yo quiero!"

Puse mi mejor sonrisa, y le dije: "no, te mentí, no hay galletita, pero sí hay un Nuevo Testamento, tóma."

Me vió feo y me mando a chingar a mi madre.
Ofendido, le dije: "¡Esa no es forma de hablar en presencia de nuestro señor!"

Tomé mi Biblia con fuerza, y se la arrojé a la cabeza, al tiempo que gritaba: "The power of Christ compells you!". La Biblia rebotó en su nariz de una forma muy graciosa; y mi compañero se enojó.
Recogió la Biblia del piso y me la aventó, y como no me atinó; después me aventó su Biblia, porque aparentemente a él también le habían regalado una.
Me dio en un ojo.

Pero eso era irrelevante, porque yo estaba emocionado por el prospecto de tener 2 Biblias. Voltée a ver a Rafa, que se sienta atrás de mí, y le dije: "¡mira! ¡si pego las dos voy a tener una überbiblia!"
Rafa me miró con desdén y me dió su Biblia, mientras me decía: "Knock yourself out, ahora tienes tres"

Aburrido porque no entendía lo que estaba diciendo el profesor (producto de haber pasado la primera mitad de la clase dormido), agarré mis 3 Biblias y salí a tomar aire fresco.

En la puerta de mi escuela, el señor de traje seguía regalando Biblias, así que decidí jugar su propio juego: me puse junto a él a tratar de ganarle los clientes; me iba a deshacer de mis 3 Biblias en su cara.
Cada vez que el señor le iba a dar un Nuevo Testamento a alguien, yo me le adelantaba y le regalaba el mío.
El problema fue que mi diversión duró demasiado poco, ya no tenía Biblias.
Voltée a ver al señor y le pedí amablemente que me regalara otras 3. Éxito.

Regresé a mi salón, y de nuevo me aburrí mucho; así que balancée las 3 Biblias en mi banca yle dije a mi amiga hippie: "¡mira mi casa, la casa que construyó el señor!"

Aparentemente a ella le pareció muy gracioso, porque rió mucho, y después me dió su Biblia.
En mi mente, un nuevo plan se estaba gestando; un plan que me salvaría del aburrimiento durante un par de horas.

Como nadie quería cargar sus Salmos, todos los que habían aceptado una Biblia del señor de la entrada, me la regalaron en cuanto se las pedí. Lamentablemente, muchas personas no habían aceptado el regalo, así que a fin de cuentas, sólo conseguí 6 Biblias, y poco después, 8.

Me puse a balancearlas todas, para hacer una torre; pero cada vez que estaba a punto de poner el último libro en mi obra maestra de perfección divina; algún ojete me aventaba algo y tiraba todo mi trabajo. Las groserías no se hacían esperar.
Eventualmente pude hacer mi torre, pero se veía muy vacía, así que le pedí a una amiga que me consiguiera un habitante para mi torre de Babel.
En menos de 30 segundos, tenía un changuito de peluche en mi poder.

Mientras yo hacía todo esto, la clase se acabó, y todos salimos al patio a tomar el fresco.

No contento con mi obra, decidí juntar MÁS Biblias. Corrí a la puerta, pero el señor de traje ya no estaba.
Decepcionado, regresé a donde estaban mis amigos y les conté mi triste historia.
Uno de ellos, el vago, me dijo que había más señores regalando Biblias, y que había visto a uno a menos de dos cuadras.
"¡Éxito!", pensé.

Mientras me disponía a salir para buscarlo, me di cuenta de que a mí sólo me iban a dar uno o dos libros, así que regresé, y convencí a mi amiga la del chango, al vago, y a otro güey a que me acompañaran.

Conseguí 6 Biblias más, y llegamos justo a tiempo para entrar a clases.
Dispuesto a hacer la casa de Biblias más grande del planeta, llegué a la conclusión de que mi banca ya no sería un buen lugar para establecer los cimientos: estaba inclinada, y demasiado expuesta a mis compañeros culeros que entorpecerían mi trabajo.

Puse mi banca en el pasillo, y me senté en el piso.
Después de unos cuantos intentos, logré completar una torre bastante alta.
Junto a ella, escribí en la pared: "Jesús nos ama a todos"; y puse al changuito de peluche a vivir entre los libros.

30 segundos después de completar mi trabajo, el profesor gritó mi nombre, y me recordó que tenía que exponer.
Pasé al frente del salón, a presentar mi exposición improvisada sobre los mensajes publicitarios en vallas.
A la mitad de la explicación del proceso de contratación; escuché el sonido de un derrumbe, y voltée hacia mi lugar, solo para ver mis Biblias en el piso.

Interrumpí mi presentación para gritar "¡NOOOOOOOO! ¿POR QUÉ ME CASTIGAS DIOS? ¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU HIJO?"
El profesor me miró entre intrigado y asustado, y me pidió que continuara.

Cuando terminé, regresé a mi lugar, derrotado y triste; y sin ganas de volver a hacer la torre de Babel.
En vez de eso hice un dominó de Nuevos Testamentos, de esos que cuando tiras uno, ese va tirando a todos los demás.

De nuevo, terminó la clase. Bajé a la cafetería a comprar un Té Arizona; y cuando el señor me lo dió, me dijo: "y no olvides tu Biblia gratis"
Señal divina #2.

Con ánimos renovados, conseguí otras 3 Biblias y me dispuse a hacer una torre aún más alta.

Entramos a clases, y me di cuenta de que hacer la torre en el piso ya no era viable. El escritorio del profesor parecía LA opción.

Agarré mis 18 Biblias (así es), y caminé decidido hasta donde estaba el teacher dando clases; agarré una banca cercana y me senté justo delante de él.
Cuando se me quedó viendo, yo le dije: "usted no se fije, haga como si yo no estuviera aquí; prosiga"

En otra muestra de lo exigente que es mi escuela; el profesor no me dijo nada. Siguió dando su clase como si nada.
El único momento en el que me dijo algo fue cuando mi torre se derrumbó al poner el último Salmo, y cayó encima de su macbook, interrumpiéndolo y haciendo un ruidero.
¿Y saben qué me dijo?

"No, así no te va a salir, tienes que poner una de frente y otra al revés para que el peso se reparta mejor"
Después siguió con su clase una vez más.

Me tomé un descanso para beber de mi té y comer de mi bagel, y después seguí con el proyecto.
Eventualmente lo logré, y grité "¡a huevo putos! ¡me la chupan todos!".
Al salón no le pareció mi broma. Fuck them.

Después, como ya no había más Biblias a la vista, Rafa y yo decidimos inventar un juego.
Uno de nosotros se ponía de portero frente a la estructura de las Biblias (y frente al profesor también), y el otro tenía 3 intentos para aventar algo y tirar todos los libros sagrados.

Después de un par de juegos, un Bibliazo en la oreja del profesor hizo que dimitiéramos.

Cuando me di cuenta, ya sólo faltaba una clase para que el día se acabara, y yo no me había aburrido ni un poquito en la escuela.
Como ya era hora de cerrar el changarro, yo agarré las 18 Biblias, me puse al centro del salón, las aventé hacia arriba con todas mis fuerzas, y grité: "¡Biblias gratis para todos!"
Antes de que la confusión pasara y me madrearan por golpear cabezas, agarré mis cosas y me fui.

Otro día bien aprovechado en la vida de un estudiante de escuela de paga.

Podemos ir en paz, el post ha terminado.