Mano enemiga

Hace poco, en una de esas páginas de internet a las que llegas pero no tienes ni idea de cómo llegaste, pude yo leer acerca de un trastorno cerebral bastante... peculiar.

Resulta, que cierto científico descubrió una forma muy efectiva de tratar casos graves de epilepsia.
El problema es que la cura es un poco extrema.

El paciente tiene que dejar que un cirujano le separe los dos hemisferios del cerebro.
Como con un bisturí.
El paciente tiene que dejar que un tipo con bata y guantes que huelen a condón, le abra la cabeza con una sierra, y después le rebane lo que hay adentro con un cuchillo sumamente filoso.
Dada la naturaleza psicópata de dicha intervención, lo más probable es que sea realizada por un sujeto que ríe a carcajadas, en un castillo oscuro, iluminado solamente por los terribles rayos que seguramente hay esa noche.
De hecho, los rayos son la parte más importante de la operación.
Si se realiza durante el día, se contrata a una enfermera para que prenda y apague las luces rápidamente, simulando el ambiente idóneo de novela Frankesteiniana.
En fin.

Honestamente, yo preferiría seguir teniendo epilepsia, pero meh, ese no es el caso.

Bueno, regresando.
Después de que han separado los dos hemisferios, el paciente queda completamente curado de su epilepsia.

Y ahí es donde entra el trastorno que les mencioné.

Resulta que uno de los posibles efectos secundarios de la operación, es que una de las manos actúe en forma independiente del resto del cuerpo, realizando acciones bastante complicadas; y muchas veces incómodas.

Síp, de repente pierdes el control de una de tus manos, pero en vez de que se quede ahí colgando como órgano reproductor de anciano; ahora tu mano hace lo que quiera. En momentos inoportunos.
Bueno, en realidad no pierdes el control completamente. Sólo que a la mitad de algo, tu mano hace otra cosa.

¿Estás en una entrevista de trabajo?
Tu mano le pinta dedo a tu posible jefe.

¿Primera cita con una mujer puritana?
Agarrón de seno.

¿Te pica una bola?
En vez de rascarla gentilmente, le da un cachetadón.

¿Escribiendo un cheque urgente?
Te volteas, y cuando regresas la vista al cheque, dice: "Boo boo ba ba"

¿Saludando a tu sobrinito?
No, más bien madreándote al pobre niño.

En realidad, por más desagradable que parezca, no puedo evitar pensar que debe de ser muy entretenido para los que vean a la persona que sufre de ese trastorno.

Además, no es como si todo fueran puntos negativos; se le puede sacar provecho a la situación.

Por ejemplo, ya no habría que preocuparse en qué decirle a las chicas lindas que se conozcan por la vida.

"Hey nena, ¿sabes lo que mi mano va a estar haciendo en 20 minutos?
Yo tampoco."

Guiño guiño.