Ay señor doctor...

Hoy les escribo a ustedes en forma achacosa.

Verán, el viernes fui a casa de un amigo a jugar Rock Band, y también fueron varios otros amigos de mi prepa.

El problema es que, como ya casi no nos vemos (nos reunimos una vez cada 4 o 6 meses) entonces, pues nos emocionamos mucho cada vez que podemos convivir.

Y el otro problema es que mis amigos de prepa nunca han sido precisamente responsables con su salud y su cuerpo.

En resúmen, llegamos, cheleamos un rato y empezamos a jugar Rock Band.
Evidentemente, con unas cervezas encima, la línea que divide la realidad y los videojuegos empieza a volverse un poco borrosa y etérea.

Por alguna razón, llegó un momento en que pensamos que realmente eramos una banda de Rock; y entonces tocamos en forma muy efusiva (de hecho, un video de dicho evento llegará a youtube en los próximos días).

Y les escribo en forma achacosa porque, en medio de la sesión de rock duro y pesado, perdí la compostura.
A la mitad de Highway Star, me emocioné de más, y empecé a tocar con un head banging muy intenso.

Cuando desperté al otro día, mi cuello había sufrido una contractura bastante dolorosa.
Olvidé que ya tengo 21 años, y esa ya no es edad de ser estrella de rock. Los años me joden en forma inmisericorde.

En fin, esa sólo era una introducción al post pitero del día de hoy; y en realidad no tuvo nada que ver, pero me gusta quejarme.

Ahora sí, lo que quiero compartirles el día de hoy, lectores imaginarios, es mi preocupación para el futuro.

El viernes, mientras cheleabamos y rockeabamos en forma sensual, me di cuenta de algo.

Estamos jodidos. El futuro está jodido.
Si la juventud de hoy se convertirá en los profesionistas del mañana, espero que Dios tenga misericordia de nuestras almas.

Verán, uno de los amigos de prepa que asistió a la cheleada, está estudiando medicina.
Y, aunque todos nosotros lo queremos un chingo; estuvimos de acuerdo (en forma unánime) en que NADIE dejaría que ese muchacho fuera nuestro doctor.

Todo empezó como a las 8 de la noche, cuando estábamos sirviéndonos las bebidas, y de repente, en medio del silencio, escuchámos un: "Uy... ¡qué caray!"

Y resultó que el futuro médico había tirado la chela, gracias a su pulso de experto en películas pornográficas.
De hecho, ni siquiera había tomado, así que no podíamos culpar al alcohol.

Durante la noche, el "Uy... ¡qué caray!", se vería acompañado por otras frases, que, definitivamente, nadie querría escuchar salir de boca de su doctor (y menos durante una operación):

"Ay ay ay, eso no es bueno"
"Carajo... estoy bien pedo"
"¿Alguien ha visto mi cerveza?"
"Me voy a tirar un pedo"
"¿Dónde estoy?"
"¿Qué diablos es eso?"
"Creo que hoy me voy a quedar dormido en el piso"
"Como que estoy viendo borroso"

Y cada vez que decía algo así, yo no podía evitar pensar en sus futuros pacientes.
Fue entonces cuando decidí que si alguna vez me da cáncer, me limitaré a consumir remedios herbales.