jueves, 10 de abril de 2008

Faux pas social

Hace ratito, mientras cenaba un plato de Frutilupis con mi señora madre y Andrés; la platica derivó en un tema que me ha intrigado por bastante tiempo ya: el canibalismo.

Siendo honesto con ustedes, queridos lectores imaginarios, tengo muchas ganas de probar la carne humana.

Por favor, antes de que se escandalicen y llamen a la surcursal del San Bernardino más cercana; tómense un par de segundos para pensarlo.
Respiren hondo.
Vamos, vamos.
Eso es, cuenten hasta 10.

¿Ya? Tres bien.

Ahora sí, permítamente elaborar mi punto.
No es como si anduviera por la calle salivando cada vez que veo a una señora pasada de peso, porque, en primera, guácala; y en segunda, me caga la gente que empieza a enumerar sus razones cuando solamente tiene una.

Lo que quise decir fue que si alguna vez en la vida, mi avión se estrellara en los Andes y tuviera que comerme a mis compañeros de Rugby para sobrevivir, elegiría un buen pedazo de muslo.

O tal vez, sólo tal vez, si algún restaurant en Vietnam ofreciera carne humana como una delicadeza; entonces estaría dispuesto a pagar una buena cantidad por engullirla.

Claro, todo tiene sus reglas; no comería a nadie que hubieran matado en la calle y ya; tendría que haber criaderos especiales para garantizar una buena calidad de carne, y una suavidad digna de la seriedad que el platillo merece.

Además, si tomamos en cuenta que soy un poco racista, tendría que poner mis condiciones antes de degustar un plato de nalga.

1. No chinos. Bajo ningún motivo estoy dispuesto a que mi comida sepa a ginseng. Es más, dicen que comer (o lamer) a un chino, hace que cuando mueras te pudras en el infierno de los chinos. Ni madres.

2. No niños. Y no lo digo porque sea una gran persona, preocupado por el bienestar infantil ni por aborrecer el infanticidio; no, lo digo porque los niños son muy desagradables, nunca sabes dónde carajos andan metidos, y siempre están sucios o embarrados de alguna sustancia pegajosa de dudosa procedencia. Qué asco.

3. No gordos/as. Mientras que en algunas culturas la carne Kobe es una delicadeza, y se regodean en la crapulencia de comer tanta grasa, argumentando que la deliciosidad de los alimentos aumenta proporcionalmente al porcentaje de tejido graso que se encuentre dentro de ellos; yo estoy en desacuerdo. Los gordos me dan asco, punto.

4. No feos. Ni tontos. Quiero que mi carne sea de primerísima calidad.

Y bueno, la lista sigue y sigue.

Lo que realmente quiero, es comerme (sin albur) a alguna europea linda.
Algo así como en los restaurantes de truchas que hay en la Marquesa, donde escoges a tu pescado, lo matan, lo preparan y te lo comes; solo que sin la parte de "es".

Sí, de nuevo les confieso, me da mucha curiosidad probar a qué sabe la carne humana.
Lo más cercano que he estado, fue hace unos 4 días, que yo me estaba despellejando severamente, después de haberme quemado en forma muy cabrona en la casa de Tlayacapan de mi cuñado; y me arranqué un pedazo de piel muerta, y, por puro morbo, me la comí.

¡Caramba! ¡Pero qué delicioso soy!

Eso es, por supuesto, porque no soy ni chino, ni gordo, ni feo, ni un niño.

Soy un muchachito apuesto y brillante, con muchas ambiciones, sueños, y ganas de progresar; y un sabor afrutado que deja un regusto a piñones.

11 comentarios:

silvestre dijo...

Ninja, avete dimenticato a la gente povere che può vendere una parte della sua carne in nessuno specialità gastronomiche?

Ninja Peruano dijo...

Puta madre!

Que dijimos de comentarios en otros idiomas?

El mecartistrónico dijo...

Hai! gaikokugo wa ikemasen! Watashi wa wakarimasen!

silvestre dijo...

Porque, ¿Qué pasaría si dejar carne en los delicatessen, se vuelve una costumbre nacional?
No olvides que hay gente a la que le gusta el pescado y no tiene dinero para comprarlo, entonces, como en los bancos de sangre y de esperma, podría haber bancos de carne humana, se llamarían supermercados, donde estos pobres hombres vendan su carne por unas cuantas monedas, o repartirla fresca directamente a los restaurantes. Y los comensales que no tengan para pagar la cuenta, ¿dejarán una nalga en pago o a cuenta?
Y por otro lado ¿Qué pasaría con la sana costumbre católica del ayuno y la abstinencia?
¿Cómo sirves la carne humana? ¿Me puedes dar algunas recetas? ¿Con qué vino va mejor? ¿Para cada ocasión, qué trozo de carne recomiendas?

¿Has probado la carne humana a la tártara? ¿La carne de curas y monjas es bendita? ¿Existe carne humana kosher?

Ninja Peruano dijo...

Jvr: Cumpai

Gatto: Las respuestas a todas tus preguntas apareceran en la guía gourmet de la nalga de monja, a editarse en un futuro cercano.

Vain¡lla dijo...

A mi de por sí no me gusta la carne de nada, MENOS aún comería carne de humano. Si no me gusta ni que se me acerquen, por qué querría comérmelos?...

Ninja Peruano dijo...

Usa tu lanzallamas para dejarlos en el término que te guste.

O bueno, tu los matas y yo los vendo.

silvestre dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

no eres el único con esta clase de dudas... había leido una vez en una revista, que un equipo de antropólogos, fueron a estudiar una tribu caníbal del amazonas, y les preguntaron a qué sabía la carne humana...

curiosamente, ellos contestaron que la carne de gente negra sabía dulce, mientras que la carne de gente blanca sabía salada... humm...

Ricardo Santos dijo...

yo prefiero la carne de celebridad. Como que se me antoja rihana, quièn se apunta?

Gaby Gaby dijo...

Oye si que has perdido la cabeza, espero no tengas más heridas para que no te vuelvas a sentir la tentación de comerte!!! serías un peligro para ti.
Por otro lado, ya le di parte a las autoridades de los paises europeos para que esten mosca si ingresas a algunos de ellos :)
Saludos