lunes, 30 de mayo de 2011

De corazones rotos

En la vida, todos conocemos a personas que por una u otra razón nos definen.
Personas con las que compartimos experiencias, y sueños, y anhelos, y miedos, y cuentos; y al final del día, nos conocen.
Nos conocen mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos.

Esas personas se vuelven tremendamente importantes en nuestras vidas, porque el simple hecho de estar con ellas nos recuerda quiénes somos, qué nos gusta, cuáles son nuestras fortalezas y debilidades.
Gracias a ellos podemos enfrentar la vida, día con día.

El problema viene cuando esas personas se van.

Cuando una persona que nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos se va, se lleva con ella un pedazo de nosotros.
Un pedazo que se va para siempre, y que nunca vamos a poder recuperar.

Se muere una pequeña parte de nosotros, y nos sentimos incompletos.
Éso es lo que la mayoría de la gente llama "un corazón roto"

¿Qué pasa cuando una persona que nos define nos deja solos?
Pasa que de pronto, ya no sabemos ni siquiera quiénes somos.
Nos desconocemos de repente.

Por eso cuando una persona pierde a un ser amado, empieza a actuar en forma rara.
Prueba cambios de look radicales, intenta hacer cosas que nunca antes había hecho, se mete a clases de cosas que nunca antes le interesaron y trata de vivir experiencias diferentes a todas las que antes había probado.
Hace todo eso para tratar de encontrarse a sí misma.

Para tratar de llenar ese pequeño espacio que ha quedado vacío.
Ese espacio que nunca va a volver a llenarse realmente.

Tal vez nuevas personas lleguen, y tal vez se conviertan en personas que nos definan, y que con el tiempo también lleguen a conocernos mejor que nosotros mismos.
Tal vez nos regalen nuevos pedazos de corazón, con los cuales trataremos de parchar las heridas que el tiempo y la vida nos van dejando.

Pero en el fondo, sabemos que un corazón que ha sido roto, realmente roto; nunca va a estar completo de nuevo.
Simplemente tenemos que encontrar la forma de hacer que funcione de nuevo, a pesar de las grietas.

Esas grietas que dejaron las personas que se fueron.
Esas grietas que hacen que nos desconozcamos a nosotros mismos, porque las personas que podían decirnos quiénes somos ya no están con nosotros.