lunes, 8 de noviembre de 2010

Carta abierta al policía gordo del metro de por mi casa

Estimado servidor público:

Antes que nada, permítame agradecerle por hacer tan magnífico trabajo.
Sin usted, la sociedad como la conocemos se derrumbaría en cuestión de horas.
Es usted el pegamento que mantiene unido al país.

Su forma de quedarse parado junto a los torniquetes del metro mientras hace absolutamente nada, es un ejemplo a seguir para todos nosotros: las personas honestas y trabajadoras que lo único que queremos es llegar a nuestro destino en forma rápida y eficiente.

La manera en la que no le abre la pequeña puerta de metal a los ciudadanos con credencial del INSEN es maravillosa, y la forma en la que insiste en que pasen por los torniquetes es una muestra de que usted nos trata a todos sin hacer distinción y cree en un mundo lleno de igualdad.
Cierto, los deja pasar gratis con su credencial de súperpolicía fantástico, lo cual demuestra su preocupación por los ancianos; pero a veces me pregunto si no sería más fácil que les abriera la puerta de ingreso rápido para evitar que se tardaran horas en entrar al metro, haciendo que todos los demás pasajeros tengamos que esperar.
Claro, usted podría encargarse de que sirviera más de un un solo torniquete, pero supongo que ésa no es su obligación. No señor, usted sólo tiene que estar parado ahí, como imbécil.

Sin embargo, señor policía gordo del metro de por mi casa, me temo que tengo que preguntarle algo.
Me imagino que mi pregunta es sumamente tonta, y podría ser respondida si yo tuviera la más mínima pizca de sentido común; pero lamentablemente no es así, y por tanto tengo que preguntarle:

¿Es necesario que me revise con su pequeño detector de metales CADA VEZ que entro o salgo del metro?
Yo entiendo que mi cabello castaño claro, mi piel blanca como pollo, y mis ojos desgarradoramente verdes hacen que yo me vea un poco diferente a la mayoría de la gente que viaja en metro. En serio, lo entiendo.
Sin embargo, la forma en la que deja entrar sin problema a un montón de bachilleres que apestan tremendamente a alcohol barato, y que tienen cinturones de estoperoles y collares de picos; y poco después me detiene para revisarme con su detector de metales, me parece un poco confusa.

¿Acaso es usted racista, señor policía gordo del metro de por mi casa?
¿Me odia por ser blanco?

No, seguramente estoy imaginando cosas; después de todo no es como si usted tuviera una cara de resentido social más grande que la pichula de un negro.
Estoy seguro de que es normal que usted me detenga en los torniquetes todas y cada una de las veces que trato de entrar, sin importar si traigo mochila qué revisar o no.

Lo que no acabo de entender, es cómo usted no se da cuenta de que más o menos la mitad de las veces que checa que yo no traiga armas o explosivos, su ridículo detector de metales está apagado.
En serio, es simplemente cuestión de ver dónde está colocado el switch de ON y OFF.
Meh, no sé por qué se lo digo. Seguramente alguien tan educado y letrado como usted está por encima de cosas tan mundanas.

Recuerdo particularmente la vez en la que usted vio mi mochila con una mirada de sospechosancia, y me preguntó qué traía dentro.
"Mi laptop", le respondí con impaciencia, porque ya iba tarde y no iba a llegar a tiempo a mi trabajo.
Usted se quedó callado, y después me preguntó si eso era un arma.

Yo pensé que usted estaba haciendo una broma, a pesar de tener una cara seria y enojada; fue por eso que me reí. Le aseguro que no me estaba burlando de su autoridad, como usted me acusó después.
No, señor policía gordo del metro de por mi casa, yo jamás me burlaría de una autoridad tan importante como la que tiene en sus manos el señor que tiene que pararse junto a los torniquetes para asegurarse que nadie entre sin pagar, privando al país de esos 3 pesos tan necesarios para la macroeconomía mexicana.

Su amenaza de romperme mi boleto y obligarme a comprar otro me puso en mi lugar.
Le agradezco haberlo hecho, en serio. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo amenazan con hacerlo pagar 3 pesos más.

Sin embargo, el motivo de mi carta no es ése, no señor.
El día de hoy le escribo a usted para agradecerle una cosa diferente:

Después de que usted me dejó pasar (una vez terminado el necesario proceso de catearme con su mágico detector de armas ilegales), yo me dirigí al pasillo que me llevaría directamente al andén.
Llevaba un poco de prisa porque el metro ya estaba llegando, y yo quería abordarlo rápidamente, porque no tenía tiempo de esperar a que llegara otro tren diferente.

Cuando traté de pasar por ese pasillo, usted me gritó que me detuviera.

La intensidad del enojo en su grito, combinado con la enorme autoridad que usted destila por cada uno de sus grasientos poros, hizo que yo tuviera miedo de haber hecho algo realmente malo y no haberme dado cuenta.

Uno escucha historias de gente que va caminando tranquilamente por ahí, y de repente mata a alguien sin siquiera darse cuenta, probablemente usando como arma la maldad de su caminar.
Sí, uno escucha esas historias todo el tiempo, pero nunca cree ser parte de una.
Tuve miedo de serlo, señor policía gordo del metro de por mi casa.

Usted se me acercó, enojado, y me preguntó si sabía lo que estaba haciendo.
"¿Tratando de subirme al metro?", le contesté, esperando que su respuesta no fuera "No, usted acaba de matar a alguien sin darse cuenta, probablemente usando como arma la maldad de su caminar"
Afortunadamente, no fue así.

Usted me dijo, con odio en su voz, que ese túnel llevaba al área del andén a la que sólo podían pasar mujeres.
Yo ya sabía éso, pero tenía entendido que la política de "No shirt, no shoes, no boobs, no service" entraba en vigor hasta las 5 de la tarde.

En el momento en que yo trataba de abordar el metro, faltaban más de 7 horas para las 5 de la tarde; así que no pensé estar cometiendo ningún delito grave.
He ahí una prueba más de por qué el gobierno lo emplea: usted ve cosas que los mortales comunes simplemente no podemos ver.
Usted es un súper héroe.

"¿Acaso es usted mujer?", me preguntó.
"Hasta donde tengo entendido, no", le respondí.

Advirtiéndome que no me hiciera el chistosito, usted agregó "No, es usted un hombre"
"¿Soy un hombre?", le pregunté entonces.
"Sí, es usted un hombre", me respondió con su voz grave y masculina.

Acto seguido, me empujó fuera del túnel, y me hizo caminar 2 metros más allá, hasta un túnel exáctamente igual, que me llevaba a exáctamente el mismo sitio, sólo que pues... 2 metros más alla.
Evidentemente, volvió a amenazarme con hacerme pagar 3 pesos extras.

Es por eso que le escribo el día de hoy, señor policía gordo del metro de por mi casa: porque aunque usted me hizo perder el metro que tenía que tomar, y tuve que esperar varios minutos a que llegara otro (minutos de los cuales NO disponía); al menos solucionó una futura posible crisis de identidad.

Ahora sé que "Sí, soy yo un hombre"
Gracias por ahorrarme decenes de miles de pesos en terapias de identificación de género.

Es usted un ejemplo a seguir, señor policía gordo del metro de por mi casa.

Sin más por el momento, me despido, agradeciendo de antemano la atención a la presente, y deseándole que los bachilleres ebrios a los cuales usted NO revisa, le metan una piña en su enorme culo.


Atte:
Dexter Petrelli