Día 9 - Diario de un enclaustramiento

Ok, basta.

Estar encerrado 9 días es más de lo que puedo soportar, en serio.

Por Dios, ¡pasé 3 días hablando con mi mano!
Mi mano intentó liderar una revolución contra mi cabeza para tomar el completo control de mi cuerpo.
Eso fue freaky.

A pesar de lo que muchos de ustedes sugirieron, matar a Domenico era imposible, porque, qué carajo, es mi mano.
La única forma de matarla sería cortármela, y me niego a pasar el resto de mis días con un garfio, a pesar de lo increíblemente cool que suene.

No, no la pude matar; pero descubrí que si me pongo un guante, Domenico pierde sus poderes.
El problema es que ahora no me puedo quitar el guante, por miedo a que el tirano regrese, más emputado que nunca.

Y con el calor del infierno que hace, traer guantes puestos no es algo muy placentero.

Y ahora tengo un lapsus de cordura, donde todo regresa a la normalidad; pero se los juro, lectores imaginarios, sí estoy perdiendo la cabeza.
9 días de estar encerrado, sin contacto humano, es más de lo que cualquier persona puede soportar.

Y hoy el último día de cordura que tendré, estoy seguro...

Al menos ya casi acaba el estúpido desmadre, ¿no?

Me despido, lectores imaginarios, fue un placer haberlos conocido.
Si algún día oyen la noticia de un sensual joven que se volvió loco y encerraron en el San Bernardino, recuérdenme.

Bitácora del capitán, día 9:
Adios, queridos lectores, esto es demasiado para mí.
Cordura, signing off.