lunes, 10 de enero de 2011

Tal vez sea un poco tarde

Hace un rato estaba pensando (y seguramente muchos de ustedes ya pensaron en el malísimo chiste de "¡¿en serio?!", pero sean realistas: ese chiste apesta), y llegué a la conclusión de que tal vez los años nuevos no me emocionaban en absoluto porque no soy de esas personas que lo ven como una oportunidad de comenzar todo desde cero.

Tal vez mi adorable pesimismo me esté deteniendo de volverme cursi y ridículo como toda la gente que se une a los grupos de Facebook llamados "hoy es el último sábado del año", para después al siguiente día unirse al de "el último domingo del año", y después unirse al de "el último martes del año".
Eventualmente se dan cuenta de que se les olvidó un día, pero son demasiado tontos y ridículos como para hacer algo al respecto.

Sea como sea, seguí pensando, y decidí que a lo mejor tal vez es momento de cambiar y tratar de encontrarle un poco de alegría a la vida.
Fue entonces cuando llegué a la conclusión de que el primer paso en mi increíble y sensual cambio, sería hacer propósitos de año nuevo; aunque ya llevemos 10 días transcurridos.

La difícil tarea de pensar en propósitos lo suficientemente epic como para ser representantes de mi asombroso cambio hacia el camino de la luz había comenzado.
Y fue ahí cuando me topé con un problema:

Realmente me amo como soy, y cambiar algo de mí me parecería un crimen contra la patria.
No, borren eso; me parecería un crimen contra la humanidad misma.

Claro, podría tener propósitos cliché, como bajar de peso o empezar a hacer más ejercicio; pero no sé... eso no suena como algo que me gustaría hacer.
De por sí estoy debajo de mi peso ideal, y aunque podría darme el lujo de tener un poco más de músculos, siempre he pensado que la gente extremadamente musculosa se ve ridícula.
Además, conociéndome, optaría por el camino fácil de las esteroides.
No sé a ustedes, pero a mí me gustan mis bolas del tamaño que están, y no quiero que se me achiquen por culpa de las malditas drogas.

También pensé en propósitos más normales, como viajar a Europa, o aprender un nuevo idioma.
Siendo realistas, no tengo el dinero para viajar a Europa, y aunque planeo empezar a aprender un nuevo idioma (con la ayuda de la mejor maestra de francés que mis atributos físicos pudieron conseguir), no creo ser suficientemente bueno de aquí a diciembre como para poder decir "vaya, ¡creo que ya puedo hablar francés!"

Empecé a pensar en propósitos más y más raros e inusuales, como tomarme una foto junto a algún famoso, o empezar a coleccionar cinturones de cuero; pero todos tenían peros.

Así que, a final de cuentas, llegué a una única conclusión.

El único propósito que tengo para este 2011, es dejarme crecer la barba de nuevo.
Ahora que ya pasó el evento al que tanto temía, y el cual limitaba el crecimiento de mi vello facial; ya no tengo pretexto para volverme a rasurar.

Feliz año barbón para todos.