lunes, 18 de octubre de 2010

Y afuera llovía

Y ahí estaba yo, con una taza de café a medio tomar frente a mí.
Deja-vú no es la palabra correcta, pero es la primera que me viene a la mente.

Un silencio incómodo flotaba en al aire de una manera desconcertantemente tangible.
Me pasé la mano por el cabello, como hago miles de veces al día, en forma casi inconsciente.

Una vez más, había terminado de contar la historia del ángel de un sólo verano.
Me pareció como si hubiera contado esa historia más veces de las que son necesarias para empezar a recitarla de memoria, sin siquiera tener que pensar en lo que sale de mi boca.

"Wow...", dijo por fin ella, y después volvió a quedarse callada.
"Sí bueno... esas cosas pasan", dije yo, sin saber qué más decir.

Siempre me ha parecido graciosa la forma en la que la gente reacciona cuando le cuentas que la persona que más amabas en todo el mundo, murió justo frente a tus ojos.

Es como si su mente tratara de ponerse en tu situación, como si trataran de imaginar la escena.
Te dejan de ver: sus ojos se pierden en algún punto cualquiera, y tú sabes que es porque les parece imposible mantenerte la mirada.
Me parece gracioso cómo por unos segundos, quieren sentir lástima por tí; como si eso los hiciera sentirse mejor del hecho de haber traído el tema a la conversación.

"Y... ¿estás bien?", me preguntó unos segundos después.
Le di un trago a mi café ligeramente frío. "Pfft, fue hace muchos años, claro que estoy bien..."

Ella puso su mano sobre la mía, y me dijo que lo sentía mucho.
¿Sentirlo por qué?
No es como si fuera su culpa, no es como si hubiera conocido a la muerta siquiera.

Sonreí, pero no le dije nada. Nunca he sabido qué decir cuando me dicen que lo sienten.
¿Gracias?, ¿qué amable?

"¿Por qué nunca me habías dicho nada de lo que pasó?"
Precisamente ése tipo de preguntas son las que hacen que nunca tenga ganas de hablar de eso.

"Pues... nunca salió a tema, supongo.", le contesté.
"Pero es algo muy importante de tu vida..."
"Ahá, pero no es como si fuera a ir por la vida dicíendole a la gente "Hola, me llamo Joselo, hace muchos años mi novia se murió mientras yo veía lo que pasaba sin poder hacer nada al respecto, ¿me pasas la sal?", ¿sabes?, es un tema un poco más delicado que eso"

Me estaba viendo con los ojos ligeramente llorosos. Si hay algo que odio en este mundo es que la gente llore por mi culpa, aunque técnicamente no sea mi culpa.

"¿Ves?, si lo estuviera diciendo todo el tiempo, la gente se pondría a llorar y nunca me pasarían la sal..."
Ella sonrió un poco.

"¿Piensas mucho en ella?"
"Meh... ya no mucho. Antes pensaba en eso todo el tiempo, pero supongo que fue hace tantos años, que lo he ido borrando poco a poco... no lo sé, es raro, ¿sabes?"

Esperaba que ella me contestara "sí, sí sé", pero como se quedó callada, tuve que seguir hablando.
"Es raro porque ya no me pone triste ni nada, pero cuando escribo de eso, siempre parece como si yo estuviera deshecho por lo que pasó... supongo que es simplemente mi forma pitera de escribir"

"¿Escribes mucho de eso?", me preguntó.
"Mucho más de lo que me gustaría, ja"
"Entonces todavía la extrañas..."
Le di otro trago a mi café, en parte porque si no me tapaba la boca iba a terminar agradeciéndole por recalcarme lo obscenamente obvio.
Seguro después me diría que tengo un cromosoma Y, que mi cabello es café, y que uso el sarcasmo para esconder lo estúpidamente vulnerable que soy.

"Nunca la voy a dejar de extrañar, pero no es eso", le dije.
"¿Entonces?"
"No sé... es como si tuviera que escribir de eso... como si tuviera que plasmar cada detalle, por pequeño y ridículo que sea..."

Ella se quedó callada.
Ella se quedó callada, y yo empecé a sentir algo raro en mi pecho.
Se sentía frío, se sentía como si me empezaran a apretar muy fuerte.

Sin darme cuenta, seguí hablando, cada vez más débil: había dejado de hablarle a ella y me estaba diciendo las cosas a mí mismo.

"Es como si tuviera que escribir mientras todavía me acuerdo, porque algún día se me va a empezar a olvidar todo... y no se me puede olvidar..."

De repente ya no me importó el café, ya no me importó mi amiga, ya no me importó que afuera estuviera lloviendo, ya no me importó nada.
Tenía miedo.

"Si se me olvida es como si no hubiera sido real, como si nunca hubiera pasado... como si ella nunca hubiera existido..."

El frío que empecé a sentir sólo me recordó lo lejos que estaba de la playa y de esos días.