martes, 16 de julio de 2013

Preguntas tontas

Hay pocas cosas que me ennerven más en esta vida, que cuando alguien te hace preguntas cuya respuesta es más que obvia.
Hace rato, por ejemplo, me encontré a mí mismo con la cabeza adentro de un excusado, vomitando mis entrañas en lo que se sentía como uno desos capítulos de la dimensión desconocida donde los órganos internos de la gente se voltean y acaban siendo unos monstruos con el hígado a la vista de todos.

Limpiándome el sudor frío de la cara, logré juntar lo poquísimo que me quedaba de dignidad para levantarme, mojarme la cara, enjuagarme la boca y salir de mi baño, deseando nunca haber nacido.

"¿Estás bien?", me preguntaron.
"No. Van 5 veces que vomito en la noche", contesté, con una cara de zombie que ni The Walking Dead podría igualar.
"Ah... ¿pero estás bien?", me volvieron a preguntar.

Si no hubiera estado tan cansado y jodido, me habría encantado decir algo como "Sí. Me encanta vomitar en la madrugada. Es uno de mis hobbies, junto al boliche y a fotografiar pájaros"; pero mi pálida y temblorosa realidad sólo me dejó contestar "...no"

"¿Te cayó mal algo?", fue la pregunta esta vez.
Demasiado cansado como para respondar o siquiera enojarme, sólo gemí y me tambalée hacia mi cama, donde una noche llena de sudor frío me esperaba.

Y ésa es la historia, lectores imaginarios, de cómo un apuesto muchacho fue atacado inmisericordemente por el malévolo vómito, sólo para después ser rematado por preguntas tontas, en un combo 1-2 de "fuck my life"

Maldita sea, te odio, cuerpo.