miércoles, 8 de junio de 2011

De hombres con cola

Si lo sabe Dios, que lo sepa Buda. Y de una vez todos ustedes.
Debo confesarles, lectores imaginarios, que yo tengo cola.

It's true, la evolución no fue muy amable conmigo.

Verán: el problema es que a pesar de ser una persona tremendamente lampiña (al extremo de pensar que mi cuerpo era totalmente incapaz de producir folículos pilosos), por alguna razón, yo tengo un vestigio de cola. Como si parte de mí siguiera siendo mitad simio.

No me refiero a que tengo las nalgas peludas, porque no es así (de hecho son más pelonas que la cabeza de un bebé con alopesia); sino que en la parte donde los simios tienen una cola, yo tengo un montón de pelos.
Es extraño y un poco desagradable.

Aunque siempre he pensado que estaría bien librarme de mi cola, realmente nunca había hecho algo al respecto.
Hasta hace un par de días.

Todo comenzó a la hora de la comida, cuando mi querida hermana dijo que acababa de comprar cera para depilar, pero que tenía miedo de que doliera mucho.

"Mira, te propongo algo, si tu te atreves a depilarte con cera, yo me depilo mi cola, ¿va?"
Esa frase pasaría a la historia como una de las cosas más estupidas que yo haya dicho.

Aparentemente motivada por el prospecto de ver a su hermano menor sufrir un dolor inimaginable, mi hermana decidió superar su miedo a que la cera doliera. Funcionó.

Next thing I know, en mi estufa hay un baño María preparando la cera con la cual mi cola sería removida de mi cuerpo.
Debo admitir que a pesar de tener un chingo de miedo, el golpe de adrenalina se sintió bonito.
Es como cuando te vas a tatuar y ya nada más estás esperando a que el tatuador acabe tu stencil. Sabes que un dolor extremo te espera, y también sabes que ya es muy tarde para acobardarte.

La única diferencia, es que el tatuaje no duele tanto.

Mientras todo estaba listo, yo daba vueltas por mi casa, riéndome nervioso con la certeza de que ésta era una de las 10 ideas más estúpidas de mi vida.

"No es cierto, has tenido muchas más, como por ejemplo lo de la sandía.", me dijo mi hermana, recalcando la enorme fe que mi familia tiene en mí.

Sabiendo que tenía que cumplir con mi promesa, me quité la camisa y me preparé a soportar la enorme tortura que mi hermana estaba a punto de ejercer en mi hermosa persona.

Siempre me he quejado de lo quejumbrosas que son las mujeres, y lo mucho que chillan por todo.
Bueno, en este caso, debo admitir que las mujeres tienen razón: depilarse con cera duele como el infierno.

Primero, la estúpida cera caliente quema. Suena obvio, pero creo que uno no se lo imagina hasta que alguien te pone líquido hirviendo en la cola.

Segundo: La depilación con cera te hace llorar como nena
Creo que nunca en mi vida había gritado tanto ni tan agudo como cuando mi hermana me arrancaba las tiras con cera.

Tercero: La cera es tremendamente pegajosa.
La que no se fue con las tiras, se quedó pegada a mi cola. No hubo cantidad de agua que la quitara, tuve que recurrir a un quita-etiquetas que guardamos en mi casa, y que sospecho es pura gasolina blanca.

Cuarto: No es sensual ir por la vida apestando a gasolina.

Quinto: A pesar de todos los contras, la cera tiene un gran pro: Mi cola nunca había estado tan tersa como el día de hoy.
Es como frotarle las nalgas a una princesa de cuento de hadas.


¿Cuál era mi punto?
No lo sé, supongo que pensé que si escribía de esto, me sentiría menos homosexual por haberme depilado con cera.
Evidentemente no funcionó.

Me siento fabuloso, girlfriends.