¿Estabas ahí?
Claro que lo estabas... no sé ni por qué pregunto.
Es increíble cómo después de tanto tiempo, te sigues acordando de los detalles tontos y ridículos.
Tontos y ridículos, como tú y yo...
Yo también los recuerdo; aunque las lunas sigan pasando, y las nubes sigan escapando de entre nuestras manos.
Siempre me voy a acordar.
Hoy desperté con el olor de la mezcla de la casa, haciéndome cosquillas en la nariz.
Por un momento pensé que si estiraba la mano, podría sentir tu cabello.
Tú sonreirías mientras abrías tus ojos verdes, y me mirarías en silencio, antes de darme un beso en la frente.
Jamás olvidaré esos ojos verdes, tan grandes y tan felices; ansiosos de abrirse y de mirar todas las cosas que el mundo tenía para ofrecer.
Pasaron unos cuantos segundos antes de que me diera cuenta de que tú no estabas ahí, junto a mí.
Con una lágrima resbalándome por la cara, recité tu frase favorita. Esa frase que te escucharía decir miles de veces, y que te encantaba decir en voz alta cada vez que te abrazaba, debajo de ese techo marrón que cobijaría nuestros sueños de verano.
Me levanté de mi cama, y traté de seguir con mi rutina cotidiana; la que tuve que adoptar desde el día en que te fuiste de mi vida.
Me vi en el espejo, y me di cuenta de que mi cabello estaba más despeinado que de costumbre.
Justo cuando tomé mi cepillo, escuché tu voz, tan clara como en el día en que me lo dijiste por primera vez: "No, no te hagas nada. Me encantas cuando estás despeinado. Eres lindo, ¿sabes?"
Sonreí, mientras me pasaba la mano por el cabello; tratando de quitármelo de encima de los ojos.
Bajé a la cocina, donde mi familia ya estaba comiendo.
"Los quiero mucho...", les dije, antes de sentarme en mi lugar.
Feliz, aunque un poco confundida; mi mamá me sirvió un plato de minestrone. Tu favorito.
El aroma me llegó a la nariz, y yo reconocí tu perfume por unos segundos.
Con una sonrisa ridícula en la boca, recordé el día en que tú y yo lo cocinamos juntos.
Tú picabas las verduras, mientras cantabas una vieja canción de cuna. Las lágrimas resbalaban por tus mejillas.
Yo te preguntaría si todo estaba bien, y tú sólo sonreirías, enseñándome tus dientes ligeramente grandes, pero totalmente perfectos.
Me aventarías un pedazo de zanahoria, y me dirías que jamás en la vida habías sido tan feliz.
Terminé de comer.
"Los quiero mucho...", le repetí a mi familia, y después salí de la cocina.
Sin saber qué hacer, subí a mi cuarto, y me tiré en mi cama.
Pasé mis manos por mi cara, y suspiré.
Sentí el metal de tu anillo rozando mi rostro, y recordé lo mucho que significaba para ti.
Volví a recitar tu frase favorita, mientras me quitaba tu anillo.
Noté que la silueta del objeto que llevaba tantos años conmigo, era claramente visible en mi mano.
"Mira lo que me estás haciendo, torpe...", te dije, mientras volvía a poner tu tesoro en mi dedo.
Me pregunto si algún día podré regresártelo. Estoy seguro de que lo extrañas.
Tratando de alejar mi mente de ti, salí de mi casa.
Las calles fluían dulcemente, pero las luces no se veían tan vivas como siempre...
"Deseo...", dije, a nadie en particular, mientras caminaba bajo la luz de la luna llena.
Mis amigos me vieron raro, pero no dijeron nada; probablemente acostumbrados a que las cosas que digo suelen no tener mucho sentido.
Había olvidado mi chamarra. Tenía frío.
"¿Estás bien?", me dijo una amiga, cuando me vio temblar.
"No... mi gente no está hecha para estar tan lejos del Sol", le contestaría, sonriéndole; a pesar de saber que ella no entendería a lo que me refería.
Tenía que robarte una de tus frases... perdóname.
La luna me acompañaría durante el resto de la noche, y yo tendría que quitarme el pelo de la cara cada vez que volteara hacia arriba para verla.
Sonreiría cada vez que lo hiciera.
Por fin llegué a mi casa.
En la puerta, encontraría una pluma blanca, demasiado perfecta para ser de pájaro.
Otra lágrima resbalaría por mi cara, mientras una sonrisa triste aparecía en mi rostro.
Mire mi reloj: las doce en punto.
El día había terminado.
Y ahora, aquí estoy, escribiéndote como si en verdad pudieras leerme.
Te extraño, ¿sabes?
Ayer, hace 7 años, tú y yo nos conocimos.
Sabía que no lo olvidarías.
Al menos, yo jamás lo haré.
Buenas noches, Cristina.
Yo sé que en algún lugar, debes de estar dormida, soñando con los mortales; mientras el ruido de las olas cobija tu sueño.
Algún día te voy a alcanzar.
Je t'aime.
Pour toujours.