Extrañar a alguien es gracioso, ¿no?
Es gracioso como cuando una persona se va, es cuando realmente empezamos a conocerla.
Es como si mientras estuvieran aquí, nuestros ojos estuvieran cerrados; ciegos ante las cosas más evidentes.
Sólo podemos ver su cara, sólo podemos oír su voz, y sólo podemos apreciar sus gestos.
Es hasta que una persona nos deja, que empezamos a darnos cuenta de quién era realmente.
Es gracioso como las cosas que extrañamos, son las cosas en las que nunca prestamos atención mientras todavía podíamos.
Y de repente, varios años después, en un día cualquiera, esas pequeñas cosas regresan de golpe, todas al mismo tiempo.
El viento arrastra esas palabras que alguna vez fueron dichas, como si fueran hojas muertas.
La lluvia empaña las ventanas en las que algún día unos dedos curiosos dibujaron rostros felices.
La Luna ilumina las calles por las que hace mucho tiempo caminó una pareja feliz, tomada de la mano.
El café trae consigo esos olores que en otros tiempos significaban tanto, y que ahora son sólo el sútil aroma de la mezcla de la casa.
Todo llega en un sólo segundo.
Todo llega en el segundo en que el reloj marca las 11:59
Esas 11:59 que hace muchos años hubieran hecho que me dijeras "sobrevivimos otro día" mientras me sonreías con el rostro lleno de sueños.
Y el tiempo pasó.
Y el tiempo sigue pasando.
Y esas cosas graciosas que extrañamos, hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
Mientras tanto, el reloj me dice que yo sobreviví otro día.
Otro día sin ti.