Ni siquiera en el peor de nuestros días pudimos pensar que alguna vez conoceríamos un azul tan intenso como el que nos pintó después.
Poco a poco las conversaciones se fueron apagando, volviéndose demasiado largas o demasiado viejas.
De pronto, nuestra vida ya no era la que habíamos comprado, porque nos quedamos viviendo con las partes que nunca pudimos vender.
Y algún día, cuando nuestro cabello sea gris y nuestra mirada cansada, miraremos hacia atrás y aquella polvosa postal volverá a aparecer frente a nosotros.
Entonces todo volverá a ser verde, y nos habremos olvidado del azul.
Y entonces ya no recordaremos los días malos.
O tal vez sí, pero nunca lo admitiremos.
Feliz año nuevo.