Tal vez alguna vez has visto alguno y no te has dado cuenta.
Caminan entre la gente tratando de mezclarse, de pasar desapercibidos en un mundo que nunca será suyo y en el que siempre serán extranjeros.
Seguramente te has sentado junto a uno de ellos en algún camión, o quizás le hayas preguntado la hora, y durante los breves segundos que tu mirada se cruzó con la suya, supiste que estabas siendo parte de algo especial.
Viven entre nosotros, manejando sus autos, amarrando sus agujetas, sonriéndole a la gente con sus dientes imperfectamente perfectos; vistiendo una piel humana que no les queda bien, pero que usan porque ya olvidaron cómo vestir sus propias ropas.
Buscan su camino de regreso a casa y anhelan el día en que por fin, limpiándose las lágrimas de una existencia pesada, puedan abrir sus alas y echarse a volar.
El día en que por fin una última lluvia caiga del cielo, mientras ellos suben lentamente una escalera de humo y sombras para volver a su hogar. Un hogar que les quema la existencia, y el cual nunca pudieron olvidar.
miércoles, 30 de mayo de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
Una de esas etapas
Yo sé que últimamente parece que pongo puro pretexto para explicar por qué no he tenido tiempo de escribir pendejada y media en el überlog, pero pues es que la verdad mi vida parece estar llena de puro pretexto.
Desde que uno nace (si es que se tiene la suerte de nacer en una familia con la posibilidad de mandar a sus hijos a la escuela, claro), nuestros padres nos empiezan a preparar para el momento en que tengamos que afrontar al mundo real.
Los años pasan inmisericordemente, y cuando volteamos la cara, ya no queda tiempo de seguirnos preparando porque el mundo real ya está sobre nosotros.
Eso me empezó a pasar hace un poco de tiempo, pero hasta hace poco, no había entendido realmente qué tan serio es el mundo real.
Well, it's upon me now.
Es por eso que no he tenido tanto tiempo de escribir últimamente; porque he estado demasiado ocupado tratando de recordar todo ese tiempo de preparación, a ver cómo chingados le hago para enfrentar al mundo real.
Y, queridos lectores imaginarios, es con un poco de secretismo y otro tanto de orgullo, que vengo hasta ustedes (o bueno, más bien ustedes vinieron hasta mí, pero whatever) para decirles que estoy empezando una nueva etapa, llena de planes y proyectos.
Si todo sale bien, el mundo real no tendrá nada que pueda asustarme.
Ahorita mi vida está llena de asesorías con abogados y contadores, con juntas de planeación y cafés en la Condesa para hablar del futuro. Llena de tabulaciones y formularios de registro, de ideas y de posibles oportunidades.
Mi mundo es un desmadre, pero lo estoy disfrutando mucho.
Ya me cansé de ver a dónde me lleva la vida. Es momento de empezar a llevarla a donde yo quiera.
Es por eso que no he escrito tanto como me gustaría. Eso y pues... dudo que les interese mucho escuchar de mi vida, ahora que sólo podría hablar de lo tedioso que es redactar contratos, y'know?
Las cosas cambiarán, pronto. Espero.
Los sigo queriendo a todos, lectores imaginarios.
Atte:
La gerencia.
Desde que uno nace (si es que se tiene la suerte de nacer en una familia con la posibilidad de mandar a sus hijos a la escuela, claro), nuestros padres nos empiezan a preparar para el momento en que tengamos que afrontar al mundo real.
Los años pasan inmisericordemente, y cuando volteamos la cara, ya no queda tiempo de seguirnos preparando porque el mundo real ya está sobre nosotros.
Eso me empezó a pasar hace un poco de tiempo, pero hasta hace poco, no había entendido realmente qué tan serio es el mundo real.
Well, it's upon me now.
Es por eso que no he tenido tanto tiempo de escribir últimamente; porque he estado demasiado ocupado tratando de recordar todo ese tiempo de preparación, a ver cómo chingados le hago para enfrentar al mundo real.
Y, queridos lectores imaginarios, es con un poco de secretismo y otro tanto de orgullo, que vengo hasta ustedes (o bueno, más bien ustedes vinieron hasta mí, pero whatever) para decirles que estoy empezando una nueva etapa, llena de planes y proyectos.
Si todo sale bien, el mundo real no tendrá nada que pueda asustarme.
Ahorita mi vida está llena de asesorías con abogados y contadores, con juntas de planeación y cafés en la Condesa para hablar del futuro. Llena de tabulaciones y formularios de registro, de ideas y de posibles oportunidades.
Mi mundo es un desmadre, pero lo estoy disfrutando mucho.
Ya me cansé de ver a dónde me lleva la vida. Es momento de empezar a llevarla a donde yo quiera.
Es por eso que no he escrito tanto como me gustaría. Eso y pues... dudo que les interese mucho escuchar de mi vida, ahora que sólo podría hablar de lo tedioso que es redactar contratos, y'know?
Las cosas cambiarán, pronto. Espero.
Los sigo queriendo a todos, lectores imaginarios.
Atte:
La gerencia.
viernes, 18 de mayo de 2012
La reseña (parte III)
El estadio Azteca apareció frente a nosotros. Pocas veces en mi vida he tenido la certeza de que si fuera mujer, me estaría mojando en ese preciso instante; pero ésta fue una de esas veces.
Mi amigo, negándose a estacionarse dentro del Azteca, decidió manejar como unas 15 cuadras, hasta que encontramos lugar.
Todos estábamos demasiado emocionados como para quejarnos, anyway.
Caminando con prisa (porque todavía teníamos que hacer fila para entrar), emprendimos el camino de regreso. Las 15 cuadras más grandes que jamás se hayan caminado.
Por fin, estabamos a los pies del estadio que en un par de horas sería casa de uno de los Fab Four de Liverpool.
Lo que vimos entonces, estuvo a punto de hacernos llorar.
Las 15 cuadras que caminamos no eran nada en comparación de las miles y miles de cuadras por las cuales se extendía la fila para entrar al concierto. Resignados, las caminamos, tratando de encontrar una cara conocida para colarnos con ellos, y también un poco asombrados por la cantidad de personas felices por ver a McCartney.
Eventualmente, llegamos al final de la cola. Lo único que quedaba era esperar; y eso hicimos, porque la fila avanzaba estúpidamente despacio.
Alrededor de una hora después, cuando ya habíamos avanzado unos 20 ó 30 metros, algo pasó, y todos se echaron a correr. Aparentemente habían abierto más puertas o algo.
Corrimos desesperadamente, y alcanzamos la entrada, donde nos catearon 2 ó 3 veces, y después nos dijeron que nuestra puerta de acceso estaba del otro lado del estadio.
Sabiendo que no teníamos sillas numeradas, y que mientras más rápido subiéramos las rampas y escaleras, mejores lugares obtendríamos, volvimos a correr como si fuéramos perseguidos por negros violadores.
Debo confesar que una buena condición física nunca ha sido algo que pueda poner en mi curriculum, pero por unos momentos no me importó: estaba a punto de ver a un Beatle.
Cansados, faltos de aire y sudando, por fin llegamos a nuestros lugares. Bastante decentes, debo decir.
Una de las miles y miles de vendedoras de refrescos se nos acercó, y a regañadientes accedimos a darle cantidades obscenas de dinero a cambio de una preciosa preciosa bebida, la cual desapareció en cuestión de segundos.
Las siguientes horas pasaron en relativa calma, mientras observábamos como el estadio se llenaba más y más.
De repente, las luces se apagaron y más de cien mil personas gritaron con una sola voz.
Estaba comenzando.
Mi amigo, negándose a estacionarse dentro del Azteca, decidió manejar como unas 15 cuadras, hasta que encontramos lugar.
Todos estábamos demasiado emocionados como para quejarnos, anyway.
Caminando con prisa (porque todavía teníamos que hacer fila para entrar), emprendimos el camino de regreso. Las 15 cuadras más grandes que jamás se hayan caminado.
Por fin, estabamos a los pies del estadio que en un par de horas sería casa de uno de los Fab Four de Liverpool.
Lo que vimos entonces, estuvo a punto de hacernos llorar.
Las 15 cuadras que caminamos no eran nada en comparación de las miles y miles de cuadras por las cuales se extendía la fila para entrar al concierto. Resignados, las caminamos, tratando de encontrar una cara conocida para colarnos con ellos, y también un poco asombrados por la cantidad de personas felices por ver a McCartney.
Eventualmente, llegamos al final de la cola. Lo único que quedaba era esperar; y eso hicimos, porque la fila avanzaba estúpidamente despacio.
Alrededor de una hora después, cuando ya habíamos avanzado unos 20 ó 30 metros, algo pasó, y todos se echaron a correr. Aparentemente habían abierto más puertas o algo.
Corrimos desesperadamente, y alcanzamos la entrada, donde nos catearon 2 ó 3 veces, y después nos dijeron que nuestra puerta de acceso estaba del otro lado del estadio.
Sabiendo que no teníamos sillas numeradas, y que mientras más rápido subiéramos las rampas y escaleras, mejores lugares obtendríamos, volvimos a correr como si fuéramos perseguidos por negros violadores.
Debo confesar que una buena condición física nunca ha sido algo que pueda poner en mi curriculum, pero por unos momentos no me importó: estaba a punto de ver a un Beatle.
Cansados, faltos de aire y sudando, por fin llegamos a nuestros lugares. Bastante decentes, debo decir.
Una de las miles y miles de vendedoras de refrescos se nos acercó, y a regañadientes accedimos a darle cantidades obscenas de dinero a cambio de una preciosa preciosa bebida, la cual desapareció en cuestión de segundos.
Las siguientes horas pasaron en relativa calma, mientras observábamos como el estadio se llenaba más y más.
De repente, las luces se apagaron y más de cien mil personas gritaron con una sola voz.
Estaba comenzando.
Continuará...
lunes, 14 de mayo de 2012
La reseña (parte II)
Después de múltiples horas eternas, por fin pude escapar de mi oficina.
Perder mi hora de comida sería un pequeño sacrificio que tendría que hacer en nombre de la Beatlemanía.
Puse mi iPod en una playlist de Wings, Paul McCartney y The Beatles, y me dispuse a caminar hasta el metro.
Mi amargura característica se apagó poco a poco, porque pues... ¿quién puede ser infeliz cuando se va a ver a McCartney?
Un breve trayecto de metro después, me bajé en la estación donde había quedado de verme con mi novia. Ella no estaba ahí todavía. Impuntuales y sensuales mujeres.
Después de ver unos cuantos vagones pasar (y por cierto, qué pinche fea es la gente), mi novia por fin llegó.
No había mucho tiempo para saludos amorosos porque todo mi corazón ya se lo había entregado al señor de Liverpool que hoy venía a tocar al Azteca.
Nuestra primera parada sería la casa de un amigo, donde haríamos pit stop, comeríamos, chelearíamos, y después nos subiríamos a un coche y eventualmente llegaríamos al estadio.
El trayecto en metro fue callado, a excepción de todo el tiempo que pasé diciéndole a mi novia que yo era más fan de McCartney que ella. Debo admitir que es extremadamente paciente conmigo.
Llegamos a casa de mi amigo, donde todos empezamos a emocionarnos cual quinceañeras jariosas.
Comimos sushi y bebimos cervezas de chocolate. Reímos y nos preparamos para llorar.
El mejor concierto de nuestras vidas estaba a menos de 4 horas de empezar.
Perder mi hora de comida sería un pequeño sacrificio que tendría que hacer en nombre de la Beatlemanía.
Puse mi iPod en una playlist de Wings, Paul McCartney y The Beatles, y me dispuse a caminar hasta el metro.
Mi amargura característica se apagó poco a poco, porque pues... ¿quién puede ser infeliz cuando se va a ver a McCartney?
Un breve trayecto de metro después, me bajé en la estación donde había quedado de verme con mi novia. Ella no estaba ahí todavía. Impuntuales y sensuales mujeres.
Después de ver unos cuantos vagones pasar (y por cierto, qué pinche fea es la gente), mi novia por fin llegó.
No había mucho tiempo para saludos amorosos porque todo mi corazón ya se lo había entregado al señor de Liverpool que hoy venía a tocar al Azteca.
Nuestra primera parada sería la casa de un amigo, donde haríamos pit stop, comeríamos, chelearíamos, y después nos subiríamos a un coche y eventualmente llegaríamos al estadio.
El trayecto en metro fue callado, a excepción de todo el tiempo que pasé diciéndole a mi novia que yo era más fan de McCartney que ella. Debo admitir que es extremadamente paciente conmigo.
Llegamos a casa de mi amigo, donde todos empezamos a emocionarnos cual quinceañeras jariosas.
Comimos sushi y bebimos cervezas de chocolate. Reímos y nos preparamos para llorar.
El mejor concierto de nuestras vidas estaba a menos de 4 horas de empezar.
Continuará...
viernes, 11 de mayo de 2012
La reseña (parte I)
Eran las 11 de la mañana y yo estaba embobado viendo mis 3 hermosos boletos para ver a Paul McCartney.
De repente, seguir atrapado en la oficina me pesó más que otros días.
Suspiré profundamente y volví a mirar el reloj: 10 horas más y por fin podría ver a una de las leyendas vivientes más importantes de... well... ever.
Con la mente perdida en Penny Lane, regresé a mi aburrido y no-beatlesco trabajo.
Un par de diseños después, las manecillas todavía no avanzaban.
El mundo parecía estar conspirando para girar más lento que de costumbre, y el largo y sinuoso camino que me separaba del concierto más impresionante del año se veía demasiado largo y demasiado sinuoso.
El peso de las pocas horas que me quedaban en esa silla parecía demasiado pesado para cargarlo, y mis ganas de seguir ahí no se encontraban ni aquí, ni allá, ni en todas partes.
Odiándome a mi mismo por no ser millonario, refunfuñé malhumorado mientras maldecía la suerte de las personas que tienen que esforzarse por ganar un cheque que ni siquiera pueda comprarles amor.
Tal vez algún día lejano, cuando tenga sesenta y cuatro años, pueda retirarme y dedicarme a manejar mi auto, pensando en un ayer distorsionado que parezca mucho más hermoso de lo que me parece la vida aquí hoy.
De repente, seguir atrapado en la oficina me pesó más que otros días.
Suspiré profundamente y volví a mirar el reloj: 10 horas más y por fin podría ver a una de las leyendas vivientes más importantes de... well... ever.
Con la mente perdida en Penny Lane, regresé a mi aburrido y no-beatlesco trabajo.
Un par de diseños después, las manecillas todavía no avanzaban.
El mundo parecía estar conspirando para girar más lento que de costumbre, y el largo y sinuoso camino que me separaba del concierto más impresionante del año se veía demasiado largo y demasiado sinuoso.
El peso de las pocas horas que me quedaban en esa silla parecía demasiado pesado para cargarlo, y mis ganas de seguir ahí no se encontraban ni aquí, ni allá, ni en todas partes.
Odiándome a mi mismo por no ser millonario, refunfuñé malhumorado mientras maldecía la suerte de las personas que tienen que esforzarse por ganar un cheque que ni siquiera pueda comprarles amor.
Tal vez algún día lejano, cuando tenga sesenta y cuatro años, pueda retirarme y dedicarme a manejar mi auto, pensando en un ayer distorsionado que parezca mucho más hermoso de lo que me parece la vida aquí hoy.
Continuará...
miércoles, 9 de mayo de 2012
The concert was legen... wait for it...
Yo sé que dije que iba a poner la reseña del concierto hoy, pero sinceramente sigo todo madreado por lo de ayer.
Ya la estoy escribiendo, pero no me está gustando mucho cómo va, entonces voy a tener que pulirla y darle algún tipo de giro literario que la desapitere.
Mañana.
Mañana la publicaré.
Ya la estoy escribiendo, pero no me está gustando mucho cómo va, entonces voy a tener que pulirla y darle algún tipo de giro literario que la desapitere.
Mañana.
Mañana la publicaré.
martes, 8 de mayo de 2012
It's fuckin' TODAY!
Yo sé que últimamente no he escrito nada. Déjenme, tengo vida.
El caso es que todo eso está a punto de cambiar, porque ¡HOY ES EL CONCIERTO DE PAUL McCARTNEY!
Eso significa que estoy más emocionado que una quinceañera a punto de cogerse a Justin Bieber.
Estoy tan feliz que ni siquiera puedo escribir coherentemente.
En fin, mañana escribiré una reseña completa del concierto; el que espero sea uno de los mejores de toda mi vida.
Besos, abrazos y apapachos gachos.
Atte:
La gerencia
El caso es que todo eso está a punto de cambiar, porque ¡HOY ES EL CONCIERTO DE PAUL McCARTNEY!
Eso significa que estoy más emocionado que una quinceañera a punto de cogerse a Justin Bieber.
Estoy tan feliz que ni siquiera puedo escribir coherentemente.
En fin, mañana escribiré una reseña completa del concierto; el que espero sea uno de los mejores de toda mi vida.
Besos, abrazos y apapachos gachos.
Atte:
La gerencia
Suscribirse a:
Entradas (Atom)