martes, 30 de noviembre de 2010

Molestias de la vida cotidiana

¿Han notado cómo las personas suelen tener una forma muy característica de caminar?
Es curioso notar como hasta en los detallitos más insignificantes, se puede reconocer a una persona.

Yo, por ejemplo, normalmente camino con una mano en la bolsa, porque nunca he sabido cómo demonios evitar que mis brazos se agiten exageradamente. Creo que simplemente tienen vida propia.

Otra característica que define mi maneta de caminar, es que suelo ir rápido.
Se aplican restricciones, claro.

Usualmente, cuando tengo un destino en particular, camino bastante rápido, porque en mi casa siempre nos enseñaron a ser absurdamente puntuales.
La molestia de ser puntual en un país en el que la puntualidad es virtualmente inexistente es tema de otro post; pero créanme, es molesto.

En fin.
El punto es que caminar a una velocidad decente sólo me ha provocado darme cuenta de algo tremendamente rompebolas: la gente suele caminar estúpidamente lento.

Si ustedes han tenido que viajar en metro, o si alguna vez han caminado en la calle, no me dejarán mentir: la gente no sabe caminar.

No sólo caminan lentísimo, sino que se ponen a medio pasillo para estorbarle a todo el mundo.
Diría que lo hacen a propósito, pero la verdad es que probablemente son tan estúpidos que no se dan cuenta.

Todavía si estuvieran menos gordos, igual y podrías rodearlos; pero normalmente son gordos y apestosos, así que tienes que quedarte caminando atrás de ellos, tratando de encontrar una forma de rebasarlos.

Y cuando no son gordos, son señoras con carreolas, que estorban el triple.
Si quieren tener hijos y perpetuar su fealdad, adelante; pero háganos un favor al resto del mundo: no saquen a pasear a su horrible descendencia.
Debería de ser ilegal sacar a la calle a niños menores de 7 años.

Es sumamente desesperante tener prisa, y no poder avanzar por culpa de la típica gorda pendeja que va modorrosamente por el mundo, pensando que no existe nadie más allá afuera.
Aunque probablemente sea bueno, porque si supieran que habemos más personas, tal vez querrían comernos.
Cada vez que las veo caminar, prácticamente escucho la música de Hitchcock en el fondo.

¿Saben qué es lo que no entiendo?
La forma en la que se indignan cuando les preguntas si de casualidad no quieren caminar más lento y estorbar más.

El otro día me encontré a una gorda parada a la mitad de un pasillo del metro, justo en la hora en que había más gente.
La tipa estaba parada ahí, como idiota, checando algo en su bolsa.
Evidentemente, le estorbaba a medio mundo.

Cuando pasé junto a ella, le dije "oiga, ¿no le gustaría ir a pararse justo frente a la taquilla? digo, seguro ahí podría estorbar todavía más"
La gorda tuvo el descaro de indignarse y amenazarme con llamar a la policía. O bueno, a los ridículos policías del metro.

Cuando le hice notar que para hacer eso tendría que moverse y dejar de estorbarle a todos, nada más me enseñó uno de sus dedos, y después se fue.

Pero hey, al menos logré que se moviera.

Soy lo máximo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Una vez más, a nadie le importa

Originalmente, el post del día de hoy iba a ser sobre las diferentes etapas por las que pasa la gente cuando le rompen el corazón.
Sin embargo, desde hace un par de semanas, mi inbox ha sido invadido por un tipo de mails muy particular, y como hoy me llegó uno más, decidí escribir sobre eso.

Si ustedes viven en México, entonces estarán enterados de que en unos cuantos días (o semanas, no lo sé), se llevará a cabo el ya tradicional Teletón.

Para los que no vivan en México, permítanme explicarles:
El Teletón es un evento anual en el que la tele abierta se vuelve aún más pendeja que de costumbre, y cancela su pésima programación usual para dar lugar a un show que dura como 2 ó 3 días, en el que un montón de pseudo-artistas y pseudo-presentadores chillan y lloran para rogarle a la gente que donen dinero para niños tarados.

Aparentemente los niños tarados necesitan dinero para... no sé, algo. Centros de rehabilitación, juegos mecánicos, bebidas alcoholicas; no sé, y no me importa.

El caso es que durante los meses previos al Teletón, toda la tele se llena de anuncios que tratan de apelar a la sensibilidad y a la culpa; y las calles se llenan de gente pidiéndote dinero para el evento pitero.
Es absurdamente molesto.

Pues bien, regresando:

Mi inbox se ha visto invadido por muchos mails referentes al Teletón.
Algunos de ellos tratan de explicarme que todo es una estafa para que las televisoras y las grandes compañías puedan deducir impuestos, y me piden que no done dinero porque sólo estaré ayudando a perpetuar el robo.
Otros mails me dicen que los niños tarados en realidad sí necesitan mi ayuda, y como el gobierno del país es tan pitero que no les ofrece atención médica, el Teletón es el único medio que tienen para llegar a... ser menos tarados, o lo que sea.

Diversos y variados mails me han llegado, todos tratando de exhortarme a algún tipo de acción.

Y el día de hoy, me llegó uno más.
Esta vez, era una tipa quejándose de la gente que se queja del Teletón, y diciendo que ella dona cada año, no para deducir impuestos, sino porque aparentemente se moja cada vez que dona dinero, y se siente superior al resto de la gente porque, ¡qué diablos, ella dona 100 pesos al año, está revolucionando al país!
Uh huh, el mail empezó siendo un regaño para la gente que no ayuda y se queja, y terminó siendo un escrito masturbatorio explicándonos cómo ella sí es hija de Dios y está donando dinero porque es una excelente persona.

Evidentemente, esta mujer jamás ha escuchado que si ayudas a una buena causa, debes de hacerlo discretamente y por convicción, en lugar de hacerlo para presumir que tú sí donas dinero y de esa forma pedir involutariamente la aprobación de las personas a las cuales realmente NO les importa un carajo lo que hagas o dejes de hacer con tu vida, con tu dinero, y con tu culo.

Verán, lectores imaginarios, aquí está el punto de todo el post:

Si tú crees que el Teletón es una estafa, no dones dinero. Realmente no me importa un carajo.
Si tú crees que el Teletón sí ayuda a la gente, entonces dona dinero. Realmente tampoco me importa un carajo.
Si vas a donar dinero, por favor no nos digas a todos que donaste dinero, porque sólo terminas sonando como un hipster pendejo, pretencioso, e inseguro. Realmente no me importa un carajo si donaste o no.

Sea cual sea la situación, escribir mails hablando acerca del Teletón sólo va a servir para llenar de basura la bandeja de entrada de las personas lo suficientemente desdichadas como para ser parte de tu lista de contactos.

Si es una estafa o no, es irrelevante: el caso es que existe y no va a dejar de existir; independientemente de que sea bueno o malo.

A. Nadie. Le. Importa. Su. Opinión. Moralista.
Dejen de tratar de decirnos cómo pensar, muchas gracias.

Atte:
El chico guapo que marca como correo no deseado todas y cada una de las pendejadas Teletonescas que le mandan.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Muchos problemas

El día de ayer estaba hablando con Rocketmail.
Normalmente nuestras pláticas están llenas de referencias musicales, comentarios Harry-Potterezcos, y demás ocio citadino al azar; pero esta vez fue diferente.

Rocketmail estaba quejándose conmigo.

Si en mi curriculum pudiera poner "Kleenex humano certificado", lo haría, porque la verdad es que una de mis mayores cualidades es mi capacidad para escuchar a los demás, volverme empático, y darles consejos útiles.
Soy todo un profesional, y además mi tarifa se mide en tazas de café. Es una ganga.

Rocketmail estaba contándome sus problemas de diversas índoles, y yo la escuchaba mientras ponía mi hermosa cara de alguien que es muy atento y escucha a los demás.
Fuck, pero qué guapo soy.

Evidentemente, como suele pasar con ese tipo de pláticas, terminamos hablando de asuntos amorosos.
No sé por qué, pero parece ser que una vez que la plática empieza a ponerse intensa, siempre termina siendo sobre asuntos amorosos.

Largo rato después, Rocketmail había terminado de contarme todo lo que me tenía que contar, y yo seguía siendo igual de desgarradoramente guapo que siempre.
Lamentablemente, la gripa me tenía tan jodido que no pude aconsejar a Rocketmail acerca de su situación, así que simplemente asentí y trate de ser comprensivo y lindo.

"En fin... te preguntaría cómo vas con tu novia, pero la verdad no estoy de humor para escuchar acerca de tu relación perfecta", me dijo Rocketmail.

Por alguna razón, me sentí ofendido por ese comentario.
¿Acaso ella pensaba que mi vida era perfecta?
¿Acaso esperaba que no me quejara de algo?
¿Acaso pensaba que podía ganarme?

Oh no, no señor. Nadie puede ganarme. Ni siquiera si se trata de una conversación acerca de quién es más miserable. Debo ganar, siempre.

"¡Hey, eso no es justo, mi novia y yo tenemos nuestros problemas!", le dije.
"¿Sí?, ¿como qué?, ¿ver quién empieza la guerra de cosquillas?"

Su comentario me dio risa, pero no iba a dejar que me ganara, así que pensé rápido y le respondí:

"Pues por ejemplo, hoy nos íbamos a ver, pero al final no pudo, porque tuvo que ir con su familia a algún lado"

Rocketmail se quedó callada. Su silencio, evidentemente significaba "no mames".

"Espera, espera, seguro tenemos algún problema más grave, déjame pensar...", le dije.
"Fuck you, me caes mal", me contestó ella.

Estuve a punto de abrir la boca para decirle otro de nuestros problemas, pero "voy a ir a comer a su casa y no sé si debo llevar una botella de vino blanco o tinto" no sonaba como un argumento convincente.

Bien jugado, Rocketmail, bien jugado.
Tú ganas esta vez.

Felicidades, tu vida apesta más que la mía.

viernes, 19 de noviembre de 2010

De suerte en el amor

Durante el transcurso de mi no-tan-larga vida, he llegado a darme cuenta de que los asuntos amorosos suelen ser los que más problemas le provocan a la gente.
Incluyéndome, por supuesto.

La televisión, las películas, los libros, y un sin fin de medios lavamentes, nos han grabado la idea de que las relaciones deben de ser color de rosa, llenas de flores y osos de peluche, besos bajo la luna, y demás cosas que, lamentablemente, no siempre pueden llevarse a la práctica.

En los cuentos de hadas, a pesar de que tal vez en algún momento de la historia hay corazones rotos, unas cuantas páginas después todo se arreglará solo:
El dragón será asesinado, la bruja perecerá aplastada bajo una casa que le tiró encima un tornado, y la bella muchacha se casará con el príncipe metrosexual.
Culpo a estos estúpidos relatos de que yo siempre espere un "felices para siempre" en todas mis relaciones.

Mientras tanto, en el mundo real, donde no existen grillos parlanchines ni los lobos feroces; las cosas son un poco más complicadas.

Cualquier persona que me conozca podrá decirles que mi suerte en el amor no ha sido especialmente buena.
Mis historias románticas han tenido desenlaces más bien tristes.

Jodidamente, los finales de mis relaciones suelen ser las cosas que más recuerdo.
Desde despedidas no-tan-malas junto a puertas de coches, hasta funerales tremendamente deprimentes: ustedes lo nombran, y probablemente yo lo haya vivido.

¿Cortar por MSN? Check.
¿Dramas en aeropuertos? Check.
¿Peleas ruidosas que incluyen quemaduras de cigarros? Check.
¿Break-ups estando en pelotas? Check
¿Citar a José José para explicar por qué las cosas deben terminar? Double check.

Por alguna razón, mi vida está más llena de drama adolescente que una temporada de Gossip Girl.

Cada vez que termino una relación, pasó enormes cantidades de tiempo meditando las cosas y tratando de descubrir qué pasó, en qué me equivoqué, y cómo podía haber evitado todo
.
En mi mente, justifico tanto pensamiento masoquista diciéndome que necesito averiguar todo esto para mejorar y crecer como persona, y que las mismas cosas no me vuelvan a pasar.

Después de varias semanas de revivir los conflictos y tratar de llegar a conclusiones, me da hueva seguir pensando en lo mismo, y termino concluyendo que todo fue culpa de la otra persona; y normalmente lo es.
Cuando no se mueren, deciden tirarse a las drogas, o irse a vivir al extranjero, o convertirse en personas deprimidas y bipolares.
Siendo sinceros, tengo la tendencia a andar con mujeres muy locas.

La verdad es que la razón por la que mis cuentos no terminan con un "felices por siempre", es que yo insisto en ignorar a la princesa para empezar a andar con la bruja.

Ya me cansé de escribir cuentos de hadas.
Ahora quiero escribir un cuento de ángeles. De ángeles y galletas.

Total, las hadas ni siquiera existen.


Este post sin sentido fue traído hasta ustedes cortesía de las alucinaciones causadas por antigripales.
Te odio, gripa.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Trolleando status culturosos

Y como algunas personas no saben cómo agrandar la imagen, he aquí las instrucciones:
1. Dar clic a la imagen.

domingo, 14 de noviembre de 2010

8 cosas que preferiría escuchar antes que a Justin Bieber

1. Bebés feos chillando a todo pulmón.
2. Discursos políticos del PRD.
3. Poesía hipster en algún local pretencioso de la Condesa.
4. Una conferencia de la importancia de la trigonometría avanzada en nuestra vida cotidiana
5. Alguna gorda explicándome lo maravilloso que es PETA.
6. Conversaciones sobre la liga de futbol mexicano.
7. A la señorita de Telcel diciéndome que el número que yo marqué no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio.
8. Trova.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Carta abierta al policía gordo del metro de por mi casa

Estimado servidor público:

Antes que nada, permítame agradecerle por hacer tan magnífico trabajo.
Sin usted, la sociedad como la conocemos se derrumbaría en cuestión de horas.
Es usted el pegamento que mantiene unido al país.

Su forma de quedarse parado junto a los torniquetes del metro mientras hace absolutamente nada, es un ejemplo a seguir para todos nosotros: las personas honestas y trabajadoras que lo único que queremos es llegar a nuestro destino en forma rápida y eficiente.

La manera en la que no le abre la pequeña puerta de metal a los ciudadanos con credencial del INSEN es maravillosa, y la forma en la que insiste en que pasen por los torniquetes es una muestra de que usted nos trata a todos sin hacer distinción y cree en un mundo lleno de igualdad.
Cierto, los deja pasar gratis con su credencial de súperpolicía fantástico, lo cual demuestra su preocupación por los ancianos; pero a veces me pregunto si no sería más fácil que les abriera la puerta de ingreso rápido para evitar que se tardaran horas en entrar al metro, haciendo que todos los demás pasajeros tengamos que esperar.
Claro, usted podría encargarse de que sirviera más de un un solo torniquete, pero supongo que ésa no es su obligación. No señor, usted sólo tiene que estar parado ahí, como imbécil.

Sin embargo, señor policía gordo del metro de por mi casa, me temo que tengo que preguntarle algo.
Me imagino que mi pregunta es sumamente tonta, y podría ser respondida si yo tuviera la más mínima pizca de sentido común; pero lamentablemente no es así, y por tanto tengo que preguntarle:

¿Es necesario que me revise con su pequeño detector de metales CADA VEZ que entro o salgo del metro?
Yo entiendo que mi cabello castaño claro, mi piel blanca como pollo, y mis ojos desgarradoramente verdes hacen que yo me vea un poco diferente a la mayoría de la gente que viaja en metro. En serio, lo entiendo.
Sin embargo, la forma en la que deja entrar sin problema a un montón de bachilleres que apestan tremendamente a alcohol barato, y que tienen cinturones de estoperoles y collares de picos; y poco después me detiene para revisarme con su detector de metales, me parece un poco confusa.

¿Acaso es usted racista, señor policía gordo del metro de por mi casa?
¿Me odia por ser blanco?

No, seguramente estoy imaginando cosas; después de todo no es como si usted tuviera una cara de resentido social más grande que la pichula de un negro.
Estoy seguro de que es normal que usted me detenga en los torniquetes todas y cada una de las veces que trato de entrar, sin importar si traigo mochila qué revisar o no.

Lo que no acabo de entender, es cómo usted no se da cuenta de que más o menos la mitad de las veces que checa que yo no traiga armas o explosivos, su ridículo detector de metales está apagado.
En serio, es simplemente cuestión de ver dónde está colocado el switch de ON y OFF.
Meh, no sé por qué se lo digo. Seguramente alguien tan educado y letrado como usted está por encima de cosas tan mundanas.

Recuerdo particularmente la vez en la que usted vio mi mochila con una mirada de sospechosancia, y me preguntó qué traía dentro.
"Mi laptop", le respondí con impaciencia, porque ya iba tarde y no iba a llegar a tiempo a mi trabajo.
Usted se quedó callado, y después me preguntó si eso era un arma.

Yo pensé que usted estaba haciendo una broma, a pesar de tener una cara seria y enojada; fue por eso que me reí. Le aseguro que no me estaba burlando de su autoridad, como usted me acusó después.
No, señor policía gordo del metro de por mi casa, yo jamás me burlaría de una autoridad tan importante como la que tiene en sus manos el señor que tiene que pararse junto a los torniquetes para asegurarse que nadie entre sin pagar, privando al país de esos 3 pesos tan necesarios para la macroeconomía mexicana.

Su amenaza de romperme mi boleto y obligarme a comprar otro me puso en mi lugar.
Le agradezco haberlo hecho, en serio. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo amenazan con hacerlo pagar 3 pesos más.

Sin embargo, el motivo de mi carta no es ése, no señor.
El día de hoy le escribo a usted para agradecerle una cosa diferente:

Después de que usted me dejó pasar (una vez terminado el necesario proceso de catearme con su mágico detector de armas ilegales), yo me dirigí al pasillo que me llevaría directamente al andén.
Llevaba un poco de prisa porque el metro ya estaba llegando, y yo quería abordarlo rápidamente, porque no tenía tiempo de esperar a que llegara otro tren diferente.

Cuando traté de pasar por ese pasillo, usted me gritó que me detuviera.

La intensidad del enojo en su grito, combinado con la enorme autoridad que usted destila por cada uno de sus grasientos poros, hizo que yo tuviera miedo de haber hecho algo realmente malo y no haberme dado cuenta.

Uno escucha historias de gente que va caminando tranquilamente por ahí, y de repente mata a alguien sin siquiera darse cuenta, probablemente usando como arma la maldad de su caminar.
Sí, uno escucha esas historias todo el tiempo, pero nunca cree ser parte de una.
Tuve miedo de serlo, señor policía gordo del metro de por mi casa.

Usted se me acercó, enojado, y me preguntó si sabía lo que estaba haciendo.
"¿Tratando de subirme al metro?", le contesté, esperando que su respuesta no fuera "No, usted acaba de matar a alguien sin darse cuenta, probablemente usando como arma la maldad de su caminar"
Afortunadamente, no fue así.

Usted me dijo, con odio en su voz, que ese túnel llevaba al área del andén a la que sólo podían pasar mujeres.
Yo ya sabía éso, pero tenía entendido que la política de "No shirt, no shoes, no boobs, no service" entraba en vigor hasta las 5 de la tarde.

En el momento en que yo trataba de abordar el metro, faltaban más de 7 horas para las 5 de la tarde; así que no pensé estar cometiendo ningún delito grave.
He ahí una prueba más de por qué el gobierno lo emplea: usted ve cosas que los mortales comunes simplemente no podemos ver.
Usted es un súper héroe.

"¿Acaso es usted mujer?", me preguntó.
"Hasta donde tengo entendido, no", le respondí.

Advirtiéndome que no me hiciera el chistosito, usted agregó "No, es usted un hombre"
"¿Soy un hombre?", le pregunté entonces.
"Sí, es usted un hombre", me respondió con su voz grave y masculina.

Acto seguido, me empujó fuera del túnel, y me hizo caminar 2 metros más allá, hasta un túnel exáctamente igual, que me llevaba a exáctamente el mismo sitio, sólo que pues... 2 metros más alla.
Evidentemente, volvió a amenazarme con hacerme pagar 3 pesos extras.

Es por eso que le escribo el día de hoy, señor policía gordo del metro de por mi casa: porque aunque usted me hizo perder el metro que tenía que tomar, y tuve que esperar varios minutos a que llegara otro (minutos de los cuales NO disponía); al menos solucionó una futura posible crisis de identidad.

Ahora sé que "Sí, soy yo un hombre"
Gracias por ahorrarme decenes de miles de pesos en terapias de identificación de género.

Es usted un ejemplo a seguir, señor policía gordo del metro de por mi casa.

Sin más por el momento, me despido, agradeciendo de antemano la atención a la presente, y deseándole que los bachilleres ebrios a los cuales usted NO revisa, le metan una piña en su enorme culo.


Atte:
Dexter Petrelli

domingo, 7 de noviembre de 2010

Las pendejadas de la fe

El día de hoy venía caminando por la calle, mentando madres por culpa del estúpido frío.

Me puse el gorrito de mi hoodie sobre el gorro de estambre que ya tenía puesto en la cabeza desde antes.
Haberme rapado justo al principio de la época de frío no fue tan buena idea después de todo.

Traté de ignorar mi nariz estúpidamente fría, baje la cabeza para evitar los vientos helados que azotaban mi hermoso rostro, y seguí mentando madres.
Odio el frío. Lo odio.

Mientras caminaba lo más rápido posible (para llegar a mi calientito destino as soon as possible), pasé junto a un par de viejitas ridículas.
Sinceramente no tengo idea de qué estaban hablando (y tampoco me interesa), pero mientras pasaba al lado de ellas, no pude evitar escuchar un pequeño pero no por eso menos idiótico fragmento de su conversación:

- Es que no sé cómo Dios puede permitir que pasen esas cosas...
- Sí sí sí, ojala Dios no permita que vuelva a pasar...

Apabullado por haber encontrado tanta estupidez condensada en dos frases, me congelé en mi lugar.
Un par de segundos después, me di cuenta de que si no seguía caminando, iba a quedarme literalmente congelado en ese lugar; así que proseguí mi camino.
Odio el frío. Lo odio.

Metiendo mis enguantadas manos a mis bolsillos, proseguí mentando madres, ahora por culpa del frío, y por la estupidez ajena.

¿En serio creen que Dios permite o no permite las cosas?
¿En serio creen que un poder superior está 100% al pendiente de pendejadas triviales?

"Mi gato tiene la manía de afilar sus uñas en mi nuevo sillón de mimbre, ¡ojalá Dios no permita que vuelva a hacerlo!"
"Si no llego pronto a mi casa, mi sopa Maruchan se va a enfríar, ¡ni Dios lo permita!"
"No entiendo cómo Dios permite que el América haya empatado con el Guadalajara en uno más de los piterísimos partidos del piterísimo futbol mexicano"

Si ése es el Dios en el que ustedes creen, mis queridas viejitas estúpidas, entonces ahora entiendo por qué carajo la iglesia se está pudriendo en dinero mientras los curas violan niños alegremente por aquí y por allá.

De por sí la fe ciega me parece algo sumamente idiota y propia de la gente débil, huevona, y sin caracter que espera que un Dios invisible solucione todos sus problemas por arte de magia; pero aún así, pensar que ese Dios sólo se dedica a permitir o no permitir que pasen las cosas más irrelevantes en sus irrelevantes vidas; well that's just plain stupid.

El hecho de que Dios permita que la raza humana sea tan, pero tan pendeja, sólo nos demuestra que Dios no existe.
Es un hecho comprobado científicamente, creo que hasta salió en un capítulo de Mythbusters y toda la cosa. Ahí les dejo el dato nomás.

El frío me pone de pésimo humor.
No estoy acostumbrado a vivir tan lejos del Sol.

Odio el frío. Lo odio.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Dando explicaciones

martes, 2 de noviembre de 2010

Experimento científico

Como algunos de ustedes saben, hace un par de días fue mi cumpleaños.
Sintiendo el peligro de entrar en crisis de "estoy envejeciendo inmisericordemente y la vida se me está escapando", decidí que ya no cumplo años: yo estreno temporada.

Sea como sea, decidí que para celebrar mi nueva temporada, tenía que hacer algo inmaduro, ridículo, y estúpido.
Me hice un mullet.

Prueba A:

El background de la foto ha sido ocultado para evitar que millones de chicas sensuales quieran stalkearme y se aparezcan desnudas en mi casa.


A pesar de que fue divertido parecer redneck por un par de días, yo sabía que no podía andar así por la vida, en especial ahora que tengo que preocuparme por un trabajo.

Fue ahí cuando me di cuenta de que la única forma de solucionar mi más reciente cambio de look hillbillezco, era rapándome y rasurándome.
También fue ahí cuando descubrí que debería de haber pensado mejor las cosas antes de hacerlas.

Sea como sea, ahora me encuentro a mí mismo completamente rapado y sin barba.
Parezco Maestro Limpio, y mañana pienso conseguir una arracada dorada para completar el look.

Como un intento de rescatar lo rescatable, me prometí a mí mismo hacer un experimento científico:
A partir de mañana, voy a dejarme crecer el cabello y la barba.
No serán cortados.
No se les dará forma.
Ni siquiera van a ser peinados.

Simplemente los voy a dejar crecer, como sea que se les pegue la gana.

Mi objetivo es ver cómo se ven en unos cuantos meses.
Seguramente pareceré vago, pero al menos seré un vago estúpidamente guapo.

Yo sé, es un experimento sumamente inteligente y bien pensado.
Los mantendré informados, lectores imaginarios.