Llegué a Praga y descubrí que no hablo ni una palabra de checo. Seguí los dibujos en forma de taxi hasta que encontré a un tipo que ofreció llevarme a mi hostal por 1000 coronas y le dije que sí sin pensar cuánto dinero real es eso.
En mi cuarto habían un canadiense, una australiana y un chino. Me quedé dormido y desperté en la madrugada para ver al chino parado junto a mi cama viéndome dormir.
Salí a buscar algo de desayunar sólo para descubrir que todo estaba cerrado. Caminé hasta que conocí a una rumana que llevaba dos semanas en Praga. Comimos en el café donde Kafka escribió Metamorfosis.
Paseamos por el puente de St. Charles, dibujamos caricaturas de los turistas y con ese dinero fuimos a beber la mejor cerveza que he probado en mi vida.
Regresé a mi hostal y me encontré al canadiense y a la australiana. Fuimos a un antro de 4 pisos y la australiana se metió E.
La australiana me arrastró al castillo y a la catedral. Tomamos fotos y acabamos en un Starbucks porque había internet gratis. Fuimos al centro a ver el reloj astronómico y terminamos bebiendo con un sueco que hacía malabares en la calle. En la noche había un tipo que no dejaba de seguirnos para ofrecernos droga. Nos metimos a un bar para alejarnos de él y acabamos saliendo de ahí a las 4 de la mañana.
La australiana se había ido y yo fui al súper. Cociné un fracaso de comida y regresé al antro de 4 pisos donde una italiana se me acercó, sólo que yo estoy seguro de que no era italiana y estaba drogadísima. Cuando me paré al baño vi que le echaba algo a mi cerveza, me paniquée y me fuí. Oriné en la calle.
Agarré un tren a Viena.
Caminé 50 minutos bajo la lluvia hasta que encontré mi hostal donde una brasileña me dio un té que sabía horrible. Conocí a un australiano y a una coreana y fuimos a cenar KFC porque no encontramos el bar que queríamos.
Madrugamos y fuimos a un mercado callejero donde probé el mejor pastel de limón. Perdí a la mitad de la gente con la que iba y terminé en el palacio de los Habsburgo. Me quedé dormido en los jardines y regresé al hostal en el metro más limpio y bonito que he visto. Fuí a la ópera de Viena con una holandesa pero no teníamos asientos porque compramos los boletos más baratos. Nos fuimos a la mitad y acabamos en el bar que no había podido encontrar el día anterior.
La coreana del hostal quería ir a otro castillo y yo quería cerveza. Un alemán nos empezó a hacer plática pero era obvio que sólo quería hablar con la coreana, y también era obvio que no era alemán, entonces lo abrimos. Nos fuimos a mi cuarto y vimos a un gringo orinar en la maleta de otra gringa.
Fuí a comprar zapatos nuevos porque no aguantaba los pies. Cené con una morra cuyo nombre nunca supe porque siempre le dije Denver. Tomé el tren nocturno a Venecia y pasé la noche más incómoda de mi vida.
Me perdí 2 horas y desayuné en un McDonald's. Me pelée con el chofer de un camión y nos insultamos en italiano. Compré un gelato pero se me cayó en la góndola. Subí a la torre de San Marcos y comí pizza con una española. Nos atacaron las palomas. Compartimos 2 botellas de vino y regresé al hostal. Bebí con una feminista y acabamos juntos porque pensó que yo era gay.
Me fuí a Florencia donde todo es estúpidamente hermoso. Casi muero en el Duomo. Canté Cielito Lindo con un violinista callejero y fuí al museo del helado con una canadiense del hostal. Pasé demasiado tiempo en el Mercato Centrale. Lo mejor de Florencia es el panini de pancetta.
La coreana de Viena me había recomendado un bar y me puse hasta la madre. Me perdí camino al hostal. Toqué el pandero con una banda de músicos italianos y salí a otro bar con la canadiense.
No dejen que les mientan, la Galería Uffizi está sobrevalorada y no vale las 3 horas de cola. Vi Leonardos y Botticellis y fue muy meh, pero el David sí es impresionante. Cené con la canadiense en una cervecería italiana y no recuerdo haber regresado a dormir.
Tomé mis cosas y me subí a un tren a Roma.