Y resulta que hoy es el último día de mis 25 años.
Cuando el reloj marque las doce, voy a tener 26 y oficialmente voy a estar un año más cerca de mi eventual y dramática muerte.
En definitiva fue un año difícil, lleno de confusión y crisis del cuarto de edad; pero también fue un año tremendamente importante.
Hace exáctamente un año, me encontraba sentado en Coyoacán, comiendo un pay de limón con dos de mis mejores amigos y con mi novia. En ese momento yo no tenía ni idea de la cantidad de cambios que vendrían en los siguientes 365 días.
Mientras le dábamos una vuelta al Sol, yo terminé mi escuela de una vez y para siempre. Por fin, mis padres tenían ese diploma que tanto deseaban.
Sufrí varias crisis de personalidad, y descubrí que no tengo ni la menor idea de qué quiero de mi vida.
Tuve el peor trabajo de mi vida y fui tremendamente miserable, lo cual me sirvió para descubrir qué NO quiero de mi vida.
Descubrí que la gente no es tan buena ni tan noble como me gustaría pensar.
Descansé, huevonée, desperdicié mi tiempo y me aburrí.
Seguí tratando de descubrir cuál es mi pasión y fracasando terriblemente.
Perdí a la mayoría de mi familia, y perdí mi casa de toda la infancia.
Gané un hermano con bigote de Mario Bros.
Engordé y enflaqué. Múltiples veces.
Redefiní muchísimas prioridades de mi vida.
Nada de esto fue fácil, pero heme aquí, dejando atrás mi primer cuarto de siglo.
Y el día de hoy, aquí me encuentro, recordando ese pay de limón hippie que tantas cosas presagiaba.
Aquí me encuentro, más feliz y definido de lo que estaba hace una vuelta al Sol.
Ahora ya sé qué camino debo de caminar para continuar viviendo mi vida, y para al final terminar más allá del arcoiris que mi amiga predijo hace exáctamente un año.
Felices 26, Dexter.
Rock and roll.