1. La música de espera.
Cuando por algún motivo o razón tienes que hablar a un número de servicio a clientes, sabes que tu día está a punto de arruinarse.
No sé en qué momento las compañías pensaron que era buena idea dejar que un conmutador te contestara y después te confundiera horas y horas con sus opciones vagas en donde nunca pareces poder encontrar lo que estás buscando.
Cuando POR FIN logras comunicarte con un ser humano, por alguna razón nunca es con el ser humano con el que tendrías que estar hablando. "Permítame lo transfiero al departamento correspondiente", parece ser la respuesta universal de estos tipos que NUNCA pueden resolver problemas.
Y es entonces cuando aparece la peor parte de toda la experiencia de atención a clientes: la estúpida música de espera.
Es como si tuvieran a un experto en música que se dedicara únicamente a escoger las canciones más piteras de toda la historia para torturar tus oidos durante los interminables minutos que esperarás en la línea, donde una voz robótica aparecerá de vez en cuando para recordarte que tu llamada es muy importante para ellos, y que por favor no cuelgues.
Hijos de puta.
2. Cuando un mesero te dice "cuidado, el plato está caliente", y entonces tienes que tocar el plato a ver si es cierto.
¿Para qué carajo me tienen que avisar que el plato está caliente?
Lo único que provocan es obligarme a tocar el maldito plato, por vil morbo y curiosidad, y entonces quemarme toda la mano.
Maldita sea, meseros, ¿cómo pueden cargar con esa responsabilidad en su conciencia?
Yo sé que la solución evidente es NO tocar el plato, pero seamos realistas, ¿acaso alguien puede evitarlo?
No, por supuesto que no.
3. El plástico que traen los CDs, DVDs y Blu-Rays nuevos.
Por muchos años yo pensé que los científicos eran sólo un montón de nerds ociosos que se dedicaban a estudiar changos porque en realidad son unos malditos zoofílicos closeteros, pero resulta que me equivoqué.
En realidad, mientras nosotros los llamábamos "patéticos ñoños", ellos estaban muy ocupados tomando todo lo que está mal en el mundo y concentrándolo en una delgada capa de plástico irrompible que después pondrían encima de CDs y DVDs, para que cuando trates de abrir el artículo que acabas de comprar, seas frustrado durante varios minutos en lo que tratas de romper la irrompibilidad de esa pinche chingadera.
Cientificos del mundo: dedicados a torturarte con incomodidad extrema cada vez que pagas mucho dinero para adquirir tu música y películas de forma legal.
4. Olvidar el nombre de alguien mientras estás hablando con él.
Por alguna razón, siempre he sido PÉSIMO recordando caras. Tal vez sea porque la mayoría de las veces no me interesa ponerle atención a los rasgos de una persona.
La gente es tonta y huele feo.
Sea como sea, hay veces en las que estás hablando con alguien que ya habías conocido hace días/semanas/meses, y esa persona te recuerda perfectamente, pero por más que lo intentas, tú no puedes recordar su nombre.
Es entonces cuando te das cuenta de que tendrás que pasar el resto de la conversación refiriéndote a esa persona como "güey" o "dude". Y será incómodo.
5. El refresco sin gas.
El 98% de la deliciosidad de un refresco está en el gas; eso es un hecho sabido por todos.
Un refresco sin gas es como una iglesia sin curas pedófilos: it should just not happen.