"¿Estás llorando?"
"No. Yo nunca lloro, ¿recuerdas?"
"Estás llorando..."
"No es cierto, lo que pasa es que se me metió un adiós en el ojo"
Voltée a ver mis zapatos, como si de repente se hubieran convertido en la cosa más interesante del planeta.
Los siguientes segundos parecieron horas, como si el mundo hubiera dejado de girar para acentuar la importancia del momento.
"¿Me vas a extrañar?"
"No, ni un poquito"
"¿Nada?, ¿absolutamente nada?"
"No, porque siempre voy a estar cerca, de una u otra forma..."
Nunca en mi vida me había costado tanto trabajo levantar la mirada; era como si verla a los ojos hiciera que todo se volviera real.
"Yo sí te voy a extrañar..."
"Siempre te voy a estar cuidando, aunque tú no te des cuenta. Te lo prometo."
"Odio las promesas..."
"Yo también, pero ésta es diferente"
Lentamente, mis ojos empezaron a buscar los suyos, y cuando por fin los encontraron supe que todo había terminado.
"¿Por siempre y para siempre?"
"Por siempre y para siempre"
Ella me abrazó y empezó a caminar, alejándose de mí.
De pronto, giró su cabeza y levantó su brazo; después sacó su cámara y tomó una foto del hombre más patético del mundo, parado ahí, con cara de hasta luego y el corazón en otro lado.
"Me llevo un poquito de tu alma, torpe"
Y salió de mi historia tan rápido como llegó; cruzando una puerta de aeropuerto que la llevaría al resto de su vida, haciendo escala en varias tiendas duty free.