Como ya he explicado un par de veces, odio estar rodeado por gente de hueva.
No hay nada más aburrido que estar varado en medio de un mar de estupidez, superficialidad, y pláticas sobre antros y ropa de marca.
Lamentablemente, el otro día la vida me colocó en la precaria situación de estar precisamente así: atrapado entre gente tremendamente no-interesante.
Como suelo hacer en esas situaciones (con el propósito de llevar una convivencia menos hostil y más sensual), apagué las funciones cognitivas de mi cerebro, y entré en lo que me gusta llamar "modo protector de pantalla".
En el modo protector de pantalla, puedo mantener conversaciones simples y parecer medianamente interesado en lo que pasa a mi alrededor, pero sin gastar neuronas, matar sinapsis, o hacer corajes.
Es sumamente útil.
Alguien me decía algo acerca del precio de unos zapatos, y yo asentía sonriendo; pero mi cerebro estaba teniendo una conversación más interesante consigo mismo.
Y es que la verdad, me caigo a toda madre.
Y fue en ese momento en el que me puse a pensar en invasiones alienígenas.
Un par de días antes habían pasado "Independence day" en la tele, así que el tema estaba fresco en mi memoria.
Una niña fresa me hablaba de lo complicado que era combinar la ropa, pero mi cerebro estaba pensando en lo absurdo del final de la película.
Y es que seriously, ¿terminar una invasión masiva con un estúpido virus de computadora?
¿Una civilización tan avanzada que logró darle en la madre a toda la Tierra, y un tipo nerd con lentes puede joderlos con un programita chafa de computadora noventera?
Fuck me in the ass and call me Jaime Maussán, I don't buy it.
Siendo realistas, a pesar de todo lo que nos han hecho creer películas como "Signs", "The War Of The Worlds", "Independence day" y "La pasión de Cristo"; la humanidad NO tiene ninguna posibilidad de ganarle a una especie de aliens que llegue al planeta Tierra con la única intención de conquistarlo.
Pensémos:
Años y años de investigación, y billones y billones de dólares gastados en tecnología espacial, ¿y qué tenemos?
Un par de ridículos viajes a la Luna para poner banderitas y jugar golf.
¿Acaso hemos llegado siquiera a Marte, el planeta más cercano a la tierra?
Hell motherfucking no.
La idea de viajar cientos de miles de años luz a planetas más distantes, está a... pues... cientos de miles de años luz de realizarse. Eso es sin contar los cientos de miles de años luz del viaje.
Y sí, yo sé que es una medida de distancia y no de tiempo, pero miren cuánto me importa.
Mientras tanto, estos aliens lograron encontrar la forma de viajar cientos de miles de millones de kilómetros, sometidos a toda clase de difíciles condiciones espaciales (que asumo constan de mucho aburrimiento), con el puro propósito de venir y darnos en la madre.
Evidentemente, su tecnología es infinidad de veces superior a la nuestra.
Admito que es emocionante pensar en el prospecto de ver a todas las naciones del globo unidas para defender a nuestra especie, y que las diferencias humanas queden olvidadas a favor de un bien común; pero seamos sinceros: por muchos jets gringos, alemanes y franceses que podamos juntar, ¿realmente vamos a poder ganarle a los über láseres alienígenas?
Por. Supuesto. Que. No.
Al diablo, si quieren conquistar nuestro planeta, en menos de 24 horas estaremos muertos.
No sé ustedes, pero yo prefiero morir cómodo y calientito en mi casa, viendo episodios viejos de los Simpson, en lugar de unirme a la inútil resistencia humana que perecerá en forma dolorosa.
Es más, si se pudiera, me pasaría del lado de los aliens en este mismo momento.
Mi lealtad por esta especie es igual de fuerte que mi patriotismo y respeto por la bandera.
(Nula, en caso de que no sean muy deductivos)
Mientras pensaba todo esto, mi cara debe de haber empezado a mostrar un poco de odio y desdén a la humanidad, porque la chica hueca que estaba hablando de zapatos me dijo de repente:
"¿Qué?, ¿no te gustan los zapatos de marca?"
Saliendo de mi protector de pantalla, recordé la situación en la que me encontraba, y dije:
"No, no, perdón, estaba pensando en lo mucho que los amo, y lo interesante que es esto, sigue por favor"
Ella siguió.
Fue entonces cuando me puse a pensar en "Die Hard"...
miércoles, 29 de diciembre de 2010
sábado, 25 de diciembre de 2010
Cold turkey
Wonsaponatime there was a working class hero who wanted to give power to the people, so he asked us to imagine a world of peace, love, and truth; to give peace a chance.
Do you want to know a secret, from me to you?
All you need is love, so love me do.
And whether the music was acoustic or Rock 'N' Roll, he walked the long and winding road to leave her out his rubber soul.
With his old brown shoe he broke walls and bridges down, made us come together, caused us all to twist and shout; he was the one to tell us what goes on: number nine, number nine, revolution.
He was a paperback writer, as well as penned and versed; his best known publication was a spaniard in the works, and in his own write, he would write and write and write, 'cause you should do whatever gets you thru the night.
Every man has a woman who loves him more than any other, but for this boy who'd compare her to John Lennon's mother, she's a woman named Yoko; she's something new, so hold on John, because she loves you.
This is real love, no more cover versions, their love was just like starting over two virgins; he was happier than anybody had ever seen, but the boys at Abbey Road didn't want to let it be.
He went to live in New York City but he lived on borrowed time, living life with the lions he was shot by a jealous guy with a revolver, but don't ask me why life is little more than hello goodbye...
My, what a souvenir of their visit to America: now he's going to Strawberry Fields forever.
Hardly instant karma, but calm your nerves, 'cause this beautiful boy is now as free as a bird...
Do you want to know a secret, from me to you?
All you need is love, so love me do.
And whether the music was acoustic or Rock 'N' Roll, he walked the long and winding road to leave her out his rubber soul.
With his old brown shoe he broke walls and bridges down, made us come together, caused us all to twist and shout; he was the one to tell us what goes on: number nine, number nine, revolution.
He was a paperback writer, as well as penned and versed; his best known publication was a spaniard in the works, and in his own write, he would write and write and write, 'cause you should do whatever gets you thru the night.
Every man has a woman who loves him more than any other, but for this boy who'd compare her to John Lennon's mother, she's a woman named Yoko; she's something new, so hold on John, because she loves you.
This is real love, no more cover versions, their love was just like starting over two virgins; he was happier than anybody had ever seen, but the boys at Abbey Road didn't want to let it be.
He went to live in New York City but he lived on borrowed time, living life with the lions he was shot by a jealous guy with a revolver, but don't ask me why life is little more than hello goodbye...
My, what a souvenir of their visit to America: now he's going to Strawberry Fields forever.
Hardly instant karma, but calm your nerves, 'cause this beautiful boy is now as free as a bird...
Happy Xmas
(War is over)
(War is over)
jueves, 23 de diciembre de 2010
2010
Si mal no recuerdo, hace un año yo estaba sentado en esta misma silla, frente a mi antigua computadora, escribiendo un post acerca de todo lo que me pasó en el 2009.
Un recuento de los daños, como me decía un amigo mío.
Por mucho el peor año de mi vida.
El 2009 apestó en formas épicas, bíblicas, y esdrújulas.
Cansado, jodido, con el corazón roto, con una enorme incertidumbre en mi vida, y con muchísima tristeza guardada; despedía el año.
Lo único que pasaba por mi mente mientras escribía ese post, era lo mucho que deseaba que el 2010 fuera un mejor año.
Y lo fue.
A pesar de ciertos altibajos y de que ciertas incertidumbres continuaron apareciendo en mi vida durante la primera mitad del año; el día de hoy puedo sentarme en mi misma silla de siempre, y decir con toda seguridad que el 2010 pasará a mi historia personal como un excelente año.
Ahora, en los últimos días de este ciclo calendárico, puedo decir que soy feliz. Mucho muy feliz.
No voy a hacer un recuento completo de daños porque ya no me siento realmente dañado; pero sí voy a despedirme del 2010 con muchísimo cariño.
Ojalá el 2011 sea igual de bueno o mejor.
Feliz navidad y año nuevo para todos ustedes, lectores imaginarios.
May the force be with you.
Un recuento de los daños, como me decía un amigo mío.
Por mucho el peor año de mi vida.
El 2009 apestó en formas épicas, bíblicas, y esdrújulas.
Cansado, jodido, con el corazón roto, con una enorme incertidumbre en mi vida, y con muchísima tristeza guardada; despedía el año.
Lo único que pasaba por mi mente mientras escribía ese post, era lo mucho que deseaba que el 2010 fuera un mejor año.
Y lo fue.
A pesar de ciertos altibajos y de que ciertas incertidumbres continuaron apareciendo en mi vida durante la primera mitad del año; el día de hoy puedo sentarme en mi misma silla de siempre, y decir con toda seguridad que el 2010 pasará a mi historia personal como un excelente año.
Ahora, en los últimos días de este ciclo calendárico, puedo decir que soy feliz. Mucho muy feliz.
No voy a hacer un recuento completo de daños porque ya no me siento realmente dañado; pero sí voy a despedirme del 2010 con muchísimo cariño.
Ojalá el 2011 sea igual de bueno o mejor.
Feliz navidad y año nuevo para todos ustedes, lectores imaginarios.
May the force be with you.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Buenas noches
Miras a tu alrededor, asustado; no puedes creer que esto esté pasando...
El olor de la tristeza se respira en el aire.
Curioso... nunca pensaste que algún día podrías decir que sabes exáctamente a qué huele la tristeza, pero ahora lo sabes.
Das unos cuantos pasos, mirando siempre alrededor: el cuarto está lleno de personas, pero nadie dice nada.
De vez en cuando se escucha un suspiro, o el sonido de alguien jadeando repentinamente; tratando de encontrar el aire que perdieron de repente.
Tratas de ver sus caras, pero algo te lo impide: es como si todos trajeran un velo delante de su rostro.
Te acercas a ellos, uno por uno, y los miras de cerca: las lágrimas les resbalan por las mejillas.
¿Quiénes son esas personas?, ¿por qué te parecen tan familiares?
Intentas decir algo, pero la voz no te sale.
Te llevas las manos a la garganta y abres la boca: por más que te esfuerzas en hablar, ningún sonido sale de ti.
Empiezas a desesperarte, sabes que algo está mal.
Te acercas a la primera persona que puedes, y pones tu mano en su hombro. Por alguna razón, no levanta la mirada.
La agitas suavemente tratando de no perturbarla, porque sabes que tanta tristeza no debe de ser arrancada tan de golpe.
Por alguna razón, no levanta la mirada.
Repites el proceso con todas y cada una de las caras curiosamente familiares en la habitación, pero nadie te hace caso.
Es entonces cuando la ves:
Una enorme caja de madera colocada en el centro de todo.
En un instante, tus manos se ponen heladas, y las piernas te empiezan a temblar.
Cierras los ojos con fuerza, esperando que cuando los abras, la caja haya desaparecido.
Lentamente, separas tus párpados: la caja sigue ahí, imponente y brillante; llamándote.
Das un paso hacia ella, y luego otro.
Cada vez que tus pies se posan en el suelo, sientes que tu mundo se hunde más y más.
Sabes perféctamente lo que hay dentro de esa caja oscura, pero te niegas a creer que pueda ser cierto.
Estás cerca. Más cerca. Más.
Estiras tu brazo, y rozas la madera con la punta de tus dedos.
Con toda la fuerza de voluntad que logras reunir, das el último paso y te asomas dentro de la caja.
Acostada ahí, con las manos sobre el pecho y las mejillas sorprendentemente pálidas, está una figura idéntica a ti.
Idéntica a ti, pero con una enorme diferencia: tiene los ojos cerrados. Eternamente cerrados.
En donde alguna vez sentiste tu corazón, ahora sólo notas un enorme hueco.
Lentamente, sonríes.
Sonríes, pero las lágrimas resbalan por tu cara.
Miras a tu alrededor, asustado; no puedes creer que esto esté pasando...
Dándole la espalda a la caja, te alejas y vuelves a caminar por la habitación.
De pronto, comprendes por qué todas las caras que están en ella te parecieron tan familiares.
Los rostros empiezan a cobrar forma mientras los recorres con la mirada:
Tu familia, tus amigos, tus conocidos, personas que ni siquiera esperabas que estuvieran ahí.
Todos y cada uno de ellos, con la mirada baja y triste. Nadie se atreve a decir nada.
Te acercas a ellos y tratas de consolarlos, de decirles que todo está bien; pero la voz sigue sin salirte.
Respiras profundamente, y vuelves a percibir el olor a tristeza.
Caminas hacia tus padres, y los ves llorando.
"¡No, esto no está bien!, ¡no lloren! Odio que lloren..."
Por primera vez en no recuerdas cuánto tiempo, escuchas tu propia voz.
Nadie además de ti parece escucharla.
Caes al suelo, llorando como nunca lo habías hecho.
No quisieras que te recordaran así... no quisieras que te recordaran con tristeza.
"¡Sonrían, sonrían por favor!", les gritas.
Tu vida fue buena, ¿por qué habrían de estar tristes?
Siempre trataste de que tus seres queridos estuvieran felices cuando estuvieran cerca de ti, y te duele en lo más profundo del alma que ahora todos estén llorando.
"No... no quiero que me recuerden con tristeza... por favor...", le suplicas en voz baja a nadie en particular.
Te levantas, sintiéndote terriblemente culpable.
Alzas la mirada y la ves: la persona a la que amabas está parada junto a la caja.
Te acercas lenta y pesadamente, con todo el dolor del mundo apretándote el corazón.
Cuando ya estás cerca, te das cuenta de que tiene algo en las manos.
"Pan de plátano... tu favorito", la escuchas decir con una voz débil y quebrada.
Tiernamente, pone el pequeño cuadro envuelto con papel aluminio dentro de la caja, junto a tus pies.
"Te voy a extrañar...", te dice.
Antes de irse, la ves tratar de sonreir.
Tu mirada empieza a recorrer el inmóvil cuerpo acostado frente a ti: cientos y cientos de recuerdos inundan tu cabeza.
Es justo entonces cuando por fin te das cuenta de las cosas.
Es el fin. Éste es el fin.
Tus ojos se detienen cuando pasan por las manos de la figura inmóvil: hay una foto entre sus dedos.
La tomas con mucho cuidado.
Ahí estás tú, sonriendo.
Ves a tus padres, y ves su mirada de alegría.
Ves a tu hermana, abrazándote.
De pronto te das cuenta de que quisieras haberla abrazado más seguido, aunque nadie les estuviera tomando una foto.
Volteas la foto, y descubres un pequeño mensaje escrito a mano.
"Buenas noches, hijo"
Con cuidado, vuelves a poner la foto entre las manos del cuerpo de los ojos eternamente cerrados.
"Ya es hora", escuchas una voz detrás de ti.
Entre toda la gente de la habitación, ves a alguien que no estaba ahí hace unos minutos.
Siempre supiste que algún día la ibas a volver a ver.
"Ya es hora, ¿sabes?", te repite.
Asientes con la cabeza, y una última lágrima te resbala por la mejilla.
"Es hora de regresar a casa...", te dice una vez más, mientras te extiende su mano.
La tomas, y la aprietas fuerte.
Lentamente, empiezas a caminar hacia la puerta.
Justo antes de salir, volteas y recorres el cuarto con la mirada por última vez.
"Buenas noches...", dices con voz inaudible.
El olor de la tristeza se respira en el aire.
Curioso... nunca pensaste que algún día podrías decir que sabes exáctamente a qué huele la tristeza, pero ahora lo sabes.
Das unos cuantos pasos, mirando siempre alrededor: el cuarto está lleno de personas, pero nadie dice nada.
De vez en cuando se escucha un suspiro, o el sonido de alguien jadeando repentinamente; tratando de encontrar el aire que perdieron de repente.
Tratas de ver sus caras, pero algo te lo impide: es como si todos trajeran un velo delante de su rostro.
Te acercas a ellos, uno por uno, y los miras de cerca: las lágrimas les resbalan por las mejillas.
¿Quiénes son esas personas?, ¿por qué te parecen tan familiares?
Intentas decir algo, pero la voz no te sale.
Te llevas las manos a la garganta y abres la boca: por más que te esfuerzas en hablar, ningún sonido sale de ti.
Empiezas a desesperarte, sabes que algo está mal.
Te acercas a la primera persona que puedes, y pones tu mano en su hombro. Por alguna razón, no levanta la mirada.
La agitas suavemente tratando de no perturbarla, porque sabes que tanta tristeza no debe de ser arrancada tan de golpe.
Por alguna razón, no levanta la mirada.
Repites el proceso con todas y cada una de las caras curiosamente familiares en la habitación, pero nadie te hace caso.
Es entonces cuando la ves:
Una enorme caja de madera colocada en el centro de todo.
En un instante, tus manos se ponen heladas, y las piernas te empiezan a temblar.
Cierras los ojos con fuerza, esperando que cuando los abras, la caja haya desaparecido.
Lentamente, separas tus párpados: la caja sigue ahí, imponente y brillante; llamándote.
Das un paso hacia ella, y luego otro.
Cada vez que tus pies se posan en el suelo, sientes que tu mundo se hunde más y más.
Sabes perféctamente lo que hay dentro de esa caja oscura, pero te niegas a creer que pueda ser cierto.
Estás cerca. Más cerca. Más.
Estiras tu brazo, y rozas la madera con la punta de tus dedos.
Con toda la fuerza de voluntad que logras reunir, das el último paso y te asomas dentro de la caja.
Acostada ahí, con las manos sobre el pecho y las mejillas sorprendentemente pálidas, está una figura idéntica a ti.
Idéntica a ti, pero con una enorme diferencia: tiene los ojos cerrados. Eternamente cerrados.
En donde alguna vez sentiste tu corazón, ahora sólo notas un enorme hueco.
Lentamente, sonríes.
Sonríes, pero las lágrimas resbalan por tu cara.
Miras a tu alrededor, asustado; no puedes creer que esto esté pasando...
Dándole la espalda a la caja, te alejas y vuelves a caminar por la habitación.
De pronto, comprendes por qué todas las caras que están en ella te parecieron tan familiares.
Los rostros empiezan a cobrar forma mientras los recorres con la mirada:
Tu familia, tus amigos, tus conocidos, personas que ni siquiera esperabas que estuvieran ahí.
Todos y cada uno de ellos, con la mirada baja y triste. Nadie se atreve a decir nada.
Te acercas a ellos y tratas de consolarlos, de decirles que todo está bien; pero la voz sigue sin salirte.
Respiras profundamente, y vuelves a percibir el olor a tristeza.
Caminas hacia tus padres, y los ves llorando.
"¡No, esto no está bien!, ¡no lloren! Odio que lloren..."
Por primera vez en no recuerdas cuánto tiempo, escuchas tu propia voz.
Nadie además de ti parece escucharla.
Caes al suelo, llorando como nunca lo habías hecho.
No quisieras que te recordaran así... no quisieras que te recordaran con tristeza.
"¡Sonrían, sonrían por favor!", les gritas.
Tu vida fue buena, ¿por qué habrían de estar tristes?
Siempre trataste de que tus seres queridos estuvieran felices cuando estuvieran cerca de ti, y te duele en lo más profundo del alma que ahora todos estén llorando.
"No... no quiero que me recuerden con tristeza... por favor...", le suplicas en voz baja a nadie en particular.
Te levantas, sintiéndote terriblemente culpable.
Alzas la mirada y la ves: la persona a la que amabas está parada junto a la caja.
Te acercas lenta y pesadamente, con todo el dolor del mundo apretándote el corazón.
Cuando ya estás cerca, te das cuenta de que tiene algo en las manos.
"Pan de plátano... tu favorito", la escuchas decir con una voz débil y quebrada.
Tiernamente, pone el pequeño cuadro envuelto con papel aluminio dentro de la caja, junto a tus pies.
"Te voy a extrañar...", te dice.
Antes de irse, la ves tratar de sonreir.
Tu mirada empieza a recorrer el inmóvil cuerpo acostado frente a ti: cientos y cientos de recuerdos inundan tu cabeza.
Es justo entonces cuando por fin te das cuenta de las cosas.
Es el fin. Éste es el fin.
Tus ojos se detienen cuando pasan por las manos de la figura inmóvil: hay una foto entre sus dedos.
La tomas con mucho cuidado.
Ahí estás tú, sonriendo.
Ves a tus padres, y ves su mirada de alegría.
Ves a tu hermana, abrazándote.
De pronto te das cuenta de que quisieras haberla abrazado más seguido, aunque nadie les estuviera tomando una foto.
Volteas la foto, y descubres un pequeño mensaje escrito a mano.
"Buenas noches, hijo"
Con cuidado, vuelves a poner la foto entre las manos del cuerpo de los ojos eternamente cerrados.
"Ya es hora", escuchas una voz detrás de ti.
Entre toda la gente de la habitación, ves a alguien que no estaba ahí hace unos minutos.
Siempre supiste que algún día la ibas a volver a ver.
"Ya es hora, ¿sabes?", te repite.
Asientes con la cabeza, y una última lágrima te resbala por la mejilla.
"Es hora de regresar a casa...", te dice una vez más, mientras te extiende su mano.
La tomas, y la aprietas fuerte.
Lentamente, empiezas a caminar hacia la puerta.
Justo antes de salir, volteas y recorres el cuarto con la mirada por última vez.
"Buenas noches...", dices con voz inaudible.
viernes, 17 de diciembre de 2010
Malos entendidos
Hace un par de días, fui al mercado de San Juan.
En caso de que ustedes no sepan (y la verdad, no tendrían por qué hacerlo si viven fuera del DF), el mercado de San Juan es una chulada.
Es de los pocos lugares de la ciudad donde puedes encontrar comida realmente rara.
Carne de cocodrilo, de búfalo, frutas que casi nunca se ven, pavos mutantes de como 25 kilos, toda clase de dulces, etcétera.
El motivo de mi repentina visita, fue que en vista de que ya va a ser Navidad, yo le pedí a Santa Claus una deliciosa tabla de quesos como regalo.
Being the lazy fat fuck that he is, Santa no me iba a traer nada.
Lo aprendí después de años y años de pedirle un pony y recibir sólo decepciones.
Fue por eso que decidí que la responsabilidad de la obtención de la deliciosa tabla de quesos recaería únicamente en mis sensuales hombros.
Después de preguntar un poco, me dijeron que si realmente quería quesos buenos, el mercado de San Juan era básicamente la única opción.
So, I went.
Fuck, pero cuántos quesos hay en el mundo, carajo.
Después de quedarme un buen rato platicando con el señor que atendía el negocio vendequesos, y de enterarme de su vida, de su historia, y de su tienda; empezó a aconsejarme qué quesos comprar.
Y me acabo de dar cuenta de que mi última frase sonó igual que un pésimo anuncio que existe allá afuera.
La ventaja de ser amable con la gente que vende quesos estúpidamente caros, es que si logras hacerte su amigo, te van a dar a probar de todos los quesos que quieras.
Oh, muestras gratis de quesos de 1500 pesos el kilo, las amo.
En fin, para no hacer el cuento largo ni seguir repitiendo la palabra "queso" más veces; el caso es que salí del mercado de San Juan con 6 de los mejores quesos que el dinero puede comprar.
También salí sin nada de dinero con cual comprar los mejores quesos, por cierto.
Caminé un par de cuadras, hasta el lugar donde tenía que tomar el camión que me dejaría cerca de mi casa.
Mientras esperaba el pesero, me di cuenta de que junto a mí había una pequeña tienda de libros usados.
Con un poco de tiempo qué matar, entré.
Frente a mí, se encontraban muchos de los libros más piteros que haya tenido la desgracia de ver.
Títulos como "Las maravillas de la orinoterapia", "La magia de la cebolla", "Cómo tirar la baraja española" y otros muchos, desfilaban delante de mis desgarradores ojos verdes.
Paseando mi mirada de libro en libro, uno llamó mi atención:
"Cómo hacer feliz a un hombre en la cama"
Levanté mi ceja en forma inquisitiva, y pensé: "Caray, qué estupidez, como si fuera tan difícil hacernos felices en la cama..."
Me acerqué al libro, mientras mi mente seguía debrayando: "Sólo hay que hacer que terminemos y estaremos terriblemente felices"
Tomé el libro y miré la contraportada, pero seguía pensando: "Y no es como si un handjob fuera tan difícil, después de todo. Arriba y abajo, como agitando un Boing, that's it"
Mis ojos pasaban por el texto de la contraportada, aunque no le estaba poniendo atención, porque mi mente seguía en su propio mundo.
"Las mujeres son las complicadas: cada una tiene como que su propio método. No podrían publicar un libro porque sería todo inútil..."
En ese momento, levanté la vista.
Mi primo estaba viéndome con cara de asco.
Él había ido al mercado de San Juan a comprar unas cosas, y curiosamente, coincidimos.
Fue entonces cuando noté que yo seguía teniendo el libro de "Cómo hacer feliz a un hombre en la cama" en mis manos.
Oh shit.
Aventé el libro bruscamente, pero mi primo me seguía viendo.
Sabiendo que tenía que decir algo antes de que una conversación terriblemente incómoda comenzara; abrí mi boca y dije lo primero que se me ocurrió:
"Cómo amo a las mujeres. Las amo a todas y definitivamente no soy gay"
Mi primo me miró con sospecha, como si no me creyera.
Parpadée un par de veces, y salí rápido de la tienda, por la puerta convenientemente colocada justo delante de mí.
Di un par de pasos hacia los puestos de piratería que había afuera de la librería y me metí al primero que encontré, tratando de escapar con dignidad, haciendo como que estaba muy interesado en lo que fuera que vendieran.
Nunca sabré cuáles eran las posibilidades de que ese puesto haya sido uno de películas pornográficas gay, pero algo me queda muy claro:
El destino es un enorme hijo de puta.
En caso de que ustedes no sepan (y la verdad, no tendrían por qué hacerlo si viven fuera del DF), el mercado de San Juan es una chulada.
Es de los pocos lugares de la ciudad donde puedes encontrar comida realmente rara.
Carne de cocodrilo, de búfalo, frutas que casi nunca se ven, pavos mutantes de como 25 kilos, toda clase de dulces, etcétera.
El motivo de mi repentina visita, fue que en vista de que ya va a ser Navidad, yo le pedí a Santa Claus una deliciosa tabla de quesos como regalo.
Being the lazy fat fuck that he is, Santa no me iba a traer nada.
Lo aprendí después de años y años de pedirle un pony y recibir sólo decepciones.
Fue por eso que decidí que la responsabilidad de la obtención de la deliciosa tabla de quesos recaería únicamente en mis sensuales hombros.
Después de preguntar un poco, me dijeron que si realmente quería quesos buenos, el mercado de San Juan era básicamente la única opción.
So, I went.
Fuck, pero cuántos quesos hay en el mundo, carajo.
Después de quedarme un buen rato platicando con el señor que atendía el negocio vendequesos, y de enterarme de su vida, de su historia, y de su tienda; empezó a aconsejarme qué quesos comprar.
Y me acabo de dar cuenta de que mi última frase sonó igual que un pésimo anuncio que existe allá afuera.
La ventaja de ser amable con la gente que vende quesos estúpidamente caros, es que si logras hacerte su amigo, te van a dar a probar de todos los quesos que quieras.
Oh, muestras gratis de quesos de 1500 pesos el kilo, las amo.
En fin, para no hacer el cuento largo ni seguir repitiendo la palabra "queso" más veces; el caso es que salí del mercado de San Juan con 6 de los mejores quesos que el dinero puede comprar.
También salí sin nada de dinero con cual comprar los mejores quesos, por cierto.
Caminé un par de cuadras, hasta el lugar donde tenía que tomar el camión que me dejaría cerca de mi casa.
Mientras esperaba el pesero, me di cuenta de que junto a mí había una pequeña tienda de libros usados.
Con un poco de tiempo qué matar, entré.
Frente a mí, se encontraban muchos de los libros más piteros que haya tenido la desgracia de ver.
Títulos como "Las maravillas de la orinoterapia", "La magia de la cebolla", "Cómo tirar la baraja española" y otros muchos, desfilaban delante de mis desgarradores ojos verdes.
Paseando mi mirada de libro en libro, uno llamó mi atención:
"Cómo hacer feliz a un hombre en la cama"
Levanté mi ceja en forma inquisitiva, y pensé: "Caray, qué estupidez, como si fuera tan difícil hacernos felices en la cama..."
Me acerqué al libro, mientras mi mente seguía debrayando: "Sólo hay que hacer que terminemos y estaremos terriblemente felices"
Tomé el libro y miré la contraportada, pero seguía pensando: "Y no es como si un handjob fuera tan difícil, después de todo. Arriba y abajo, como agitando un Boing, that's it"
Mis ojos pasaban por el texto de la contraportada, aunque no le estaba poniendo atención, porque mi mente seguía en su propio mundo.
"Las mujeres son las complicadas: cada una tiene como que su propio método. No podrían publicar un libro porque sería todo inútil..."
En ese momento, levanté la vista.
Mi primo estaba viéndome con cara de asco.
Él había ido al mercado de San Juan a comprar unas cosas, y curiosamente, coincidimos.
Fue entonces cuando noté que yo seguía teniendo el libro de "Cómo hacer feliz a un hombre en la cama" en mis manos.
Oh shit.
Aventé el libro bruscamente, pero mi primo me seguía viendo.
Sabiendo que tenía que decir algo antes de que una conversación terriblemente incómoda comenzara; abrí mi boca y dije lo primero que se me ocurrió:
"Cómo amo a las mujeres. Las amo a todas y definitivamente no soy gay"
Mi primo me miró con sospecha, como si no me creyera.
Parpadée un par de veces, y salí rápido de la tienda, por la puerta convenientemente colocada justo delante de mí.
Di un par de pasos hacia los puestos de piratería que había afuera de la librería y me metí al primero que encontré, tratando de escapar con dignidad, haciendo como que estaba muy interesado en lo que fuera que vendieran.
Nunca sabré cuáles eran las posibilidades de que ese puesto haya sido uno de películas pornográficas gay, pero algo me queda muy claro:
El destino es un enorme hijo de puta.
martes, 14 de diciembre de 2010
Navidades y eso
Con sólo una simple mirada a nuestros alrededores podemos saber que la navidad ya está encima de nosotros.
Bueno, tal vez todavía no, pero al menos ya está quitándose sus navideños pantalones y montándonos sensualmente.
Llámenme infantil e inmaduro si quieren, pero la verdad es que por alguna razón, estoy bastante emocionado.
Este año, la navidad me hace feliz.
Cuando salgo y paso junto a casas con adornos navideños, no puedo evitar sonreír.
Cuando veo un árbol de navidad, me dan unas repentinas ganas de ponerme a cantar villancicos.
Cuando veo un indigente en la calle, en vez de darle dinero, le deseo feliz navidad.
Cuando alguien me pide su calaverita, le recuerdo que ya estamos en diciembre.
Cuando veo un pinche chino culero, le digo pinche chino culero.
Navidad está en el aire.
El único problema, es que mi familia es lo más grinch que existe en este planeta, y se niegan a celebrar las fiestas.
Por más entusiasmo que muestro, mi familia cree fervientemente en que su deber máximo es matar mi espíritu navideño.
Mi hermana, por ejemplo, es lo más amargado que conozco, y decidió que como es toda emo y depresiva, la navidad debe morir.
Su misión es hacer que ni siquiera recordemos que estamos celebrando el cumpleaños de san José, y que el 25 de diciembre pase como un día cualquiera.
Cualquier ápice de felicidad humana va en contra de su filosofía.
Christmas must die.
Mi madre se niega a celebrar, porque eso implicaría que tiene que poner el arbolito y decorar la casa; y como le da muchísima flojera meterse al cuarto de trebejos a buscar los arreglos navideños, está buscando cualquier pretexto para esquivar los holidays.
Por más que le insisto en que yo le ayudo a poner el árbol, se niega a creerme.
En su defensa, siempre prometo ayudarla y nunca lo hago, así que yo tampoco me creería si fuera ella.
Mi padre, el italiano, es el que más se acerca a tener espíritu navideño en toda la casa.
Está todo feliz y sonriente, pero como se la pasa trabajando, no tiene tiempo de apoyarme en mi búsqueda de una feliz navidad y un próspero año nuevo.
Sólo quedo yo, pero como soy el hijo menor, mi opinión es ignorada. Como siempre.
En el hogar Petrelli se decretó que la navidad no será celebrada.
It fucking sucks.
En una muestra de milagro navideño; justo cuando había perdido toda esperanza de que Santa Claus bajara por nuestra chimenea, algo pasó:
Mientras me quejaba de la falta de espíritu festivo, Cookie me dijo que si era tan importante para mí, ella me ayudaba a decorar mi cuarto para que se volviera el más navideño en la historia de los cuartos navideños.
Lo curioso es que ella también odia la navidad, así que esto fue un acto extraño de su parte.
She's the best, she really is.
Y es por eso, lectores imaginarios, que una vez más estoy emocionado.
Mi cuarto va a exhumar navidad por cada unos de sus poros de concreto.
Pero va a ser MI navidad, y no se la voy a compartir a nadie de la familia Petrelli.
A fin de cuentas, ése es el verdadero significado de estas fiestas, ¿no?
Egoismo, envidia, y regalos bonitos.
Feliz navidad adelantada para todos.
And to all, a good night.
Bueno, tal vez todavía no, pero al menos ya está quitándose sus navideños pantalones y montándonos sensualmente.
Llámenme infantil e inmaduro si quieren, pero la verdad es que por alguna razón, estoy bastante emocionado.
Este año, la navidad me hace feliz.
Cuando salgo y paso junto a casas con adornos navideños, no puedo evitar sonreír.
Cuando veo un árbol de navidad, me dan unas repentinas ganas de ponerme a cantar villancicos.
Cuando veo un indigente en la calle, en vez de darle dinero, le deseo feliz navidad.
Cuando alguien me pide su calaverita, le recuerdo que ya estamos en diciembre.
Cuando veo un pinche chino culero, le digo pinche chino culero.
Navidad está en el aire.
El único problema, es que mi familia es lo más grinch que existe en este planeta, y se niegan a celebrar las fiestas.
Por más entusiasmo que muestro, mi familia cree fervientemente en que su deber máximo es matar mi espíritu navideño.
Mi hermana, por ejemplo, es lo más amargado que conozco, y decidió que como es toda emo y depresiva, la navidad debe morir.
Su misión es hacer que ni siquiera recordemos que estamos celebrando el cumpleaños de san José, y que el 25 de diciembre pase como un día cualquiera.
Cualquier ápice de felicidad humana va en contra de su filosofía.
Christmas must die.
Mi madre se niega a celebrar, porque eso implicaría que tiene que poner el arbolito y decorar la casa; y como le da muchísima flojera meterse al cuarto de trebejos a buscar los arreglos navideños, está buscando cualquier pretexto para esquivar los holidays.
Por más que le insisto en que yo le ayudo a poner el árbol, se niega a creerme.
En su defensa, siempre prometo ayudarla y nunca lo hago, así que yo tampoco me creería si fuera ella.
Mi padre, el italiano, es el que más se acerca a tener espíritu navideño en toda la casa.
Está todo feliz y sonriente, pero como se la pasa trabajando, no tiene tiempo de apoyarme en mi búsqueda de una feliz navidad y un próspero año nuevo.
Sólo quedo yo, pero como soy el hijo menor, mi opinión es ignorada. Como siempre.
En el hogar Petrelli se decretó que la navidad no será celebrada.
It fucking sucks.
En una muestra de milagro navideño; justo cuando había perdido toda esperanza de que Santa Claus bajara por nuestra chimenea, algo pasó:
Mientras me quejaba de la falta de espíritu festivo, Cookie me dijo que si era tan importante para mí, ella me ayudaba a decorar mi cuarto para que se volviera el más navideño en la historia de los cuartos navideños.
Lo curioso es que ella también odia la navidad, así que esto fue un acto extraño de su parte.
She's the best, she really is.
Y es por eso, lectores imaginarios, que una vez más estoy emocionado.
Mi cuarto va a exhumar navidad por cada unos de sus poros de concreto.
Pero va a ser MI navidad, y no se la voy a compartir a nadie de la familia Petrelli.
A fin de cuentas, ése es el verdadero significado de estas fiestas, ¿no?
Egoismo, envidia, y regalos bonitos.
Feliz navidad adelantada para todos.
And to all, a good night.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Malinchismo
Estaba yo tranquilamente escuchando música, minding my own business, cuando una amiga me quitó mis audífonos y se los puso.
Acto seguido, me pidió que le pasara mi iPhone, porque no le gustaba la canción que estaba puesta, y quería poner otra.
Después de darle next a unas cuantas canciones, mi amiga se quitó los audífonos, me miró fijamente y me pregunto: "¿no tienes nada como de... rock en español?"
En ese momento le arrebaté mi iPhone, la miré con odio, y le dije "por política de la empresa, me niego a poner mierda en mis playlists"
"Malinchista asqueroso", me dijo ella.
¿En qué momento el saber de música de empezó a confundir con malinchismo?
El rock en español (y en especial el rock mexicano) es una enorme basura, y debería de ser vetado de todos los lugares donde pueda difundirse y hacerle pensar a la gente que grupos como Zoé tienen algún tipo de talento y relevancia.
Permítanme ilustrar mi punto:
Beach Boys
Buddy Holly
Bob Dylan
Jimi Hendrix
The Doors
Janis Joplin
Aerosmith
Van Halen
The Stooges
Lynyrd Skynyrd
ZZ Top
The Eagles
Creedence Clearwater Revival
Tom Petty
Pantera
Run DMC
Michael Jackson
Guns N Roses
Red Hot Chili Peppers
Nine Inch Nails
Weezer
Nirvana
Pearl Jam
Soundgarden
Foo Fighters
Modest Mouse
Pomplamoose
The Beatles
The Rolling Stones
The Who
Led Zeppelin
The Kinks
The Jam
Queen
David Bowie
Sex Pistols
The Verve
The Clash
Joy Division
The Yardbirds
The Cure
The Smiths
Elton John
The Stone Roses
Oasis
Pulp
Radiohead
The Libertines
The Fratellis
Ely Guerra
Café Tacvba
Maná
Zoé
Kinky
Jaguares
Julieta Venegas
Moderatto
Molotov
¿Entienden mi punto?
¿Por qué alguien querría escuchar rock mexicano?
¿Malinchista?
Tal vez.
¿Realista?
Totally.
Acto seguido, me pidió que le pasara mi iPhone, porque no le gustaba la canción que estaba puesta, y quería poner otra.
Después de darle next a unas cuantas canciones, mi amiga se quitó los audífonos, me miró fijamente y me pregunto: "¿no tienes nada como de... rock en español?"
En ese momento le arrebaté mi iPhone, la miré con odio, y le dije "por política de la empresa, me niego a poner mierda en mis playlists"
"Malinchista asqueroso", me dijo ella.
¿En qué momento el saber de música de empezó a confundir con malinchismo?
El rock en español (y en especial el rock mexicano) es una enorme basura, y debería de ser vetado de todos los lugares donde pueda difundirse y hacerle pensar a la gente que grupos como Zoé tienen algún tipo de talento y relevancia.
Permítanme ilustrar mi punto:
Ejemplos de música gringa:
Beach Boys
Buddy Holly
Bob Dylan
Jimi Hendrix
The Doors
Janis Joplin
Aerosmith
Van Halen
The Stooges
Lynyrd Skynyrd
ZZ Top
The Eagles
Creedence Clearwater Revival
Tom Petty
Pantera
Run DMC
Michael Jackson
Guns N Roses
Red Hot Chili Peppers
Nine Inch Nails
Weezer
Nirvana
Pearl Jam
Soundgarden
Foo Fighters
Modest Mouse
Pomplamoose
Ejemplos de música inglesa:
The Beatles
The Rolling Stones
The Who
Led Zeppelin
The Kinks
The Jam
Queen
David Bowie
Sex Pistols
The Verve
The Clash
Joy Division
The Yardbirds
The Cure
The Smiths
Elton John
The Stone Roses
Oasis
Pulp
Radiohead
The Libertines
The Fratellis
Ejemplos de música mexicana:
Ely Guerra
Café Tacvba
Maná
Zoé
Kinky
Jaguares
Julieta Venegas
Moderatto
Molotov
¿Entienden mi punto?
¿Por qué alguien querría escuchar rock mexicano?
¿Malinchista?
Tal vez.
¿Realista?
Totally.
Etiquetas:
rock and roll baby
martes, 7 de diciembre de 2010
El cuento más chistoso del mundo
Un hombre de cincuenta y tantos años llamado Juan, vive una vida normal, pero su situación económica no es la mejor: tiene que pagarle la universidad a su hija, y su hijo se está divorciando y está perdiendo su casa.
Además, Juan acaba de perder a su esposa, la cual luchó una larga lucha contra el cáncer; y para acabar de joder las cosas, el hijo menor de la pareja acaba de suicidarse, porque llevaba una vida de adicciones y al final no pudo salir de ellas.
Hace un par de meses, despidieron a Juan de su trabajo, y ahora tiene que trabajar como conductor del metro.
Juan trabaja dobles turnos, y ha tenido que vender casi todas sus posesiones materiales para salir a flote.
Lo único que Juan quiere es poder ayudar a lo que le queda de familia, y verlos salir adelante antes de partir de esta miserable vida que el destino le puso en frente; sin embargo, las largas horas de trabajo pronto empiezan a afectar a Juan: no duerme ni come bien, y cada vez se ve más exhausto.
Eventualmente, Juan no puede más y sucumbe ante el cansancio: se queda dormido unos segundos mientras maneja el metro, y se estrella contra otro tren.
Milagrosamente, Juan sobrevive, pero su descuido le cuesta la vida a ciento sesenta y cuatro pasajeros, además de dejar en estado de coma a 4 niños que estaban sentados en la parte de atrás del tren.
En cuanto Juan sale del hospital, descubre que la ciudad lo demandó, y le exige su renuncia.
Pasan unos cuantos meses, y la falta de trabajo y de dinero hace que la familia de Juan no pueda soportar más.
El hijo se suicida una semana después de haber sido acusado de golpear y violar a su ex-esposa, y la hija es hospitalizada después de haber colapsado de estrés. Horas más tarde, la darán de baja de la universidad por no haber podido cumplir con los pagos.
Furiosa y decepcionada, insulta a Juan, y promete dejar de hablarle para siempre, por no haber podido ayudarla a terminar su educación.
Desesperado por conseguir dinero, Juan se convierte en asaltante, pero en su primer asalto accidentalmente acuchilla y mata a su víctima.
Es encarcelado.
Juan sabe que no hay nada para él de ningún lado de los barrotes, así que empieza a investigar cómo puede terminarlo todo.
Después de varias semanas de fingir tendencias homicidas y psicosis extrema, el estado decide que lo mejor es ejecutar a Juan antes de que haga más daño.
Lo sentencian a la silla eléctrica.
Esto es lo que Juan estaba esperando: un final para esta horrible decepción llamada vida.
Cuando se acerca el tiempo de morir, Juan pide pollo al limón como su última cena, esperando que al menos le sepa parecido al que le hacía su esposa en tiempos más felices.
No sabe igual; es insípido y triste.
Juan llora al darse cuenta de que hasta en sus últimos momentos todo lo que le rodea es decepción y fracaso.
Al otro día, llevan a Juan a la silla eléctrica, lo sientan y lo amarran.
En lo único en que puede pensar Juan, es en el pedazo de pollo que tiene atorado en la muela; una muela cariada y podrida, después de muchos años de descuido.
De repente tiene sed, y recuerda que nunca se terminó lo que fue su último vaso de agua.
Mientras un cura le lee sus últimas plegarias, Juan se suelta a llorar desconsoladamente:
Llora por su familia, a la cual nunca pudo cuidar y proteger como hubiera querido.
Llora por su esposa, la cual nunca llevó la vida que merecía.
Llora por sus hijos muertos, y espera que cuando se los encuentre del otro lado, lo hayan perdonado por todo lo que hizo.
Llora por toda la gente inocente que murió por culpa del par de segundos en los que se quedó dormido detrás del volante del metro.
De repente, Juan recuerda su infancia, esos años felices en los que él corría descalzo en el jardín, y su madre lo llamaba sonriente.
"¿Algunas últimas palabras?"
Una voz lo trae de regreso a la realidad, y se da cuenta de que el verdugo está a punto de bajar la palanca que lo electrocutará.
Juan lo mira fijamente, y después alza su mirada y se le queda viendo al único foco que hay en la habitación, iluminándolo todo como un halo divino que juzga todo lo que fue su vida.
"No", dice Juan, sorprendido por el sonido de su propia voz. Es débil y triste: como el sonido de un papel viejo que es tirado a la calle.
Un ruido sordo se escucha cuando el verdugo baja la palanca.
Juan empieza a convulsionarse, sintiendo toda la electricidad fluir por su cuerpo.
Sus brazos y piernas se contraen, y su mueca refleja el dolor más extremo que alguien puede sentir.
Aprieta sus ojos mientras siente unas lágrimas resbalarle por el rostro, dirigiéndose hacia su boca.
Su última sensación será el sabor de su propia cobardía.
Se hace un silencio que parece resonar por toda una eternidad.
Es entonces cuando Juan se da cuenta de que no ha muerto, a pesar de toda la electricidad que pasó por su cuerpo.
Era un mal conductor.
Además, Juan acaba de perder a su esposa, la cual luchó una larga lucha contra el cáncer; y para acabar de joder las cosas, el hijo menor de la pareja acaba de suicidarse, porque llevaba una vida de adicciones y al final no pudo salir de ellas.
Hace un par de meses, despidieron a Juan de su trabajo, y ahora tiene que trabajar como conductor del metro.
Juan trabaja dobles turnos, y ha tenido que vender casi todas sus posesiones materiales para salir a flote.
Lo único que Juan quiere es poder ayudar a lo que le queda de familia, y verlos salir adelante antes de partir de esta miserable vida que el destino le puso en frente; sin embargo, las largas horas de trabajo pronto empiezan a afectar a Juan: no duerme ni come bien, y cada vez se ve más exhausto.
Eventualmente, Juan no puede más y sucumbe ante el cansancio: se queda dormido unos segundos mientras maneja el metro, y se estrella contra otro tren.
Milagrosamente, Juan sobrevive, pero su descuido le cuesta la vida a ciento sesenta y cuatro pasajeros, además de dejar en estado de coma a 4 niños que estaban sentados en la parte de atrás del tren.
En cuanto Juan sale del hospital, descubre que la ciudad lo demandó, y le exige su renuncia.
Pasan unos cuantos meses, y la falta de trabajo y de dinero hace que la familia de Juan no pueda soportar más.
El hijo se suicida una semana después de haber sido acusado de golpear y violar a su ex-esposa, y la hija es hospitalizada después de haber colapsado de estrés. Horas más tarde, la darán de baja de la universidad por no haber podido cumplir con los pagos.
Furiosa y decepcionada, insulta a Juan, y promete dejar de hablarle para siempre, por no haber podido ayudarla a terminar su educación.
Desesperado por conseguir dinero, Juan se convierte en asaltante, pero en su primer asalto accidentalmente acuchilla y mata a su víctima.
Es encarcelado.
Juan sabe que no hay nada para él de ningún lado de los barrotes, así que empieza a investigar cómo puede terminarlo todo.
Después de varias semanas de fingir tendencias homicidas y psicosis extrema, el estado decide que lo mejor es ejecutar a Juan antes de que haga más daño.
Lo sentencian a la silla eléctrica.
Esto es lo que Juan estaba esperando: un final para esta horrible decepción llamada vida.
Cuando se acerca el tiempo de morir, Juan pide pollo al limón como su última cena, esperando que al menos le sepa parecido al que le hacía su esposa en tiempos más felices.
No sabe igual; es insípido y triste.
Juan llora al darse cuenta de que hasta en sus últimos momentos todo lo que le rodea es decepción y fracaso.
Al otro día, llevan a Juan a la silla eléctrica, lo sientan y lo amarran.
En lo único en que puede pensar Juan, es en el pedazo de pollo que tiene atorado en la muela; una muela cariada y podrida, después de muchos años de descuido.
De repente tiene sed, y recuerda que nunca se terminó lo que fue su último vaso de agua.
Mientras un cura le lee sus últimas plegarias, Juan se suelta a llorar desconsoladamente:
Llora por su familia, a la cual nunca pudo cuidar y proteger como hubiera querido.
Llora por su esposa, la cual nunca llevó la vida que merecía.
Llora por sus hijos muertos, y espera que cuando se los encuentre del otro lado, lo hayan perdonado por todo lo que hizo.
Llora por toda la gente inocente que murió por culpa del par de segundos en los que se quedó dormido detrás del volante del metro.
De repente, Juan recuerda su infancia, esos años felices en los que él corría descalzo en el jardín, y su madre lo llamaba sonriente.
"¿Algunas últimas palabras?"
Una voz lo trae de regreso a la realidad, y se da cuenta de que el verdugo está a punto de bajar la palanca que lo electrocutará.
Juan lo mira fijamente, y después alza su mirada y se le queda viendo al único foco que hay en la habitación, iluminándolo todo como un halo divino que juzga todo lo que fue su vida.
"No", dice Juan, sorprendido por el sonido de su propia voz. Es débil y triste: como el sonido de un papel viejo que es tirado a la calle.
Un ruido sordo se escucha cuando el verdugo baja la palanca.
Juan empieza a convulsionarse, sintiendo toda la electricidad fluir por su cuerpo.
Sus brazos y piernas se contraen, y su mueca refleja el dolor más extremo que alguien puede sentir.
Aprieta sus ojos mientras siente unas lágrimas resbalarle por el rostro, dirigiéndose hacia su boca.
Su última sensación será el sabor de su propia cobardía.
Se hace un silencio que parece resonar por toda una eternidad.
Es entonces cuando Juan se da cuenta de que no ha muerto, a pesar de toda la electricidad que pasó por su cuerpo.
Era un mal conductor.
lunes, 6 de diciembre de 2010
Decepcionante
Yo sé que todo el tiempo lo digo, y también sé que he estado consciente de ello durante la mayor parte de mi vida; pero tengo que decirlo de nuevo:
La gente es sumamente idiota.
No sé qué esté pasando últimamente, pero por alguna razón, recientemente me he ido decepcionando más y más de la enorme mayoría de la humanidad.
En serio, es como si se esforzaran en encontrar nuevas formas de ser imbéciles.
Cada. Vez. Más. Imbéciles.
Tal vez sea que las redes sociales le han dado a la gente la oportunidad de hacer más evidente la imbecilidad que siempre han tenido latente; pero sea como sea, es sumamente triste darse cuenta de la poquísima capacidad de sinapsis que existe en sus pequeños y tristes cerebritos.
Abrir Facebook y encontrarte con millones de faltas de ortografía (ortografía básica, además) es algo que provoca decepción y tristeza.
¿Por qué alguien dejaría que su nombre estuviera relacionado con faltas ortográficas que cualquier niño de primaria podría detectar?
¿Se han dado cuenta de eso, estúpidas personas?
¿Sabían que junto a sus mensajitos ridículos y mal escritos, está su nombre?
He pensado seriamente en cerrar mi cuenta de Facebook sólo para evitar tener que sentir cierto golpe en el estómago cada vez que me doy cuenta de que gente cercana a mí es igual de idiota que la mayoría de la humanidad.
Bueno, supongo que es lógico... después de todo, no sería la mayoría si hubieran muchas excepciones.
Y después, tenemos Twitter.
La gente sigue asumiendo que su vida es interesante, y que nos interesa saber cada detalle de su ridícula rutina. Asumen que al informarnos que están en un café o que van a entrar al cine; llenan un vacío de información que nos tenía mordiéndonos las uñas.
Then again, no se puede esperar más de la gente.
Pero Twitter está trayendo consigo un fenómeno que nunca antes había existido:
Humanizar a las celebridades.
Antes, los famosos, los rockeros, los actores, etcétera; estaban en un plano inalcanzable para el común de las personas.
Eran seres misteriosos, y sólo podíamos asumir lo interesantes que eran.
Ahora, como cualquiera puede seguirlos en Twitter, cualquiera puede darse cuenta de que escriben la misma clase de estupideces que el resto del mundo.
Y con las mismas pendejas faltas de ortografía.
Las celebridades han perdido el aire de misticismo para pasar a ser parte de la enorme parte de la humanidad que comparte ese ligero retraso mental.
En serio, es como si no existieran suficientes formas de probarle al mundo lo idiotas que son, y entonces tuvieran que buscar NUEVAS formas de mostrarnos a todos que deberíamos de darles un trofeo por haber aprendido a amarrarse las agujetas.
Hitler no estaba tan equivocado con lo del genocidio masivo... simplemente apuntó bajo.
No hay que matar a los judíos nada más: hay que acabar con toda la humanidad.
La gente es sumamente idiota.
No sé qué esté pasando últimamente, pero por alguna razón, recientemente me he ido decepcionando más y más de la enorme mayoría de la humanidad.
En serio, es como si se esforzaran en encontrar nuevas formas de ser imbéciles.
Cada. Vez. Más. Imbéciles.
Tal vez sea que las redes sociales le han dado a la gente la oportunidad de hacer más evidente la imbecilidad que siempre han tenido latente; pero sea como sea, es sumamente triste darse cuenta de la poquísima capacidad de sinapsis que existe en sus pequeños y tristes cerebritos.
Abrir Facebook y encontrarte con millones de faltas de ortografía (ortografía básica, además) es algo que provoca decepción y tristeza.
¿Por qué alguien dejaría que su nombre estuviera relacionado con faltas ortográficas que cualquier niño de primaria podría detectar?
¿Se han dado cuenta de eso, estúpidas personas?
¿Sabían que junto a sus mensajitos ridículos y mal escritos, está su nombre?
He pensado seriamente en cerrar mi cuenta de Facebook sólo para evitar tener que sentir cierto golpe en el estómago cada vez que me doy cuenta de que gente cercana a mí es igual de idiota que la mayoría de la humanidad.
Bueno, supongo que es lógico... después de todo, no sería la mayoría si hubieran muchas excepciones.
Y después, tenemos Twitter.
La gente sigue asumiendo que su vida es interesante, y que nos interesa saber cada detalle de su ridícula rutina. Asumen que al informarnos que están en un café o que van a entrar al cine; llenan un vacío de información que nos tenía mordiéndonos las uñas.
Then again, no se puede esperar más de la gente.
Pero Twitter está trayendo consigo un fenómeno que nunca antes había existido:
Humanizar a las celebridades.
Antes, los famosos, los rockeros, los actores, etcétera; estaban en un plano inalcanzable para el común de las personas.
Eran seres misteriosos, y sólo podíamos asumir lo interesantes que eran.
Ahora, como cualquiera puede seguirlos en Twitter, cualquiera puede darse cuenta de que escriben la misma clase de estupideces que el resto del mundo.
Y con las mismas pendejas faltas de ortografía.
Las celebridades han perdido el aire de misticismo para pasar a ser parte de la enorme parte de la humanidad que comparte ese ligero retraso mental.
En serio, es como si no existieran suficientes formas de probarle al mundo lo idiotas que son, y entonces tuvieran que buscar NUEVAS formas de mostrarnos a todos que deberíamos de darles un trofeo por haber aprendido a amarrarse las agujetas.
Hitler no estaba tan equivocado con lo del genocidio masivo... simplemente apuntó bajo.
No hay que matar a los judíos nada más: hay que acabar con toda la humanidad.
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